lunes, 25 de octubre de 2021

AÑOS DUROS Y TRISTES.




MIGUEL HERNÁNDEZ

LOS AÑOS DE PLOMO

             No lo he leído en ningún libro. Nadie me lo ha contado. Lo viví en persona, porque ya soy viejo. En los años 40 y 50 todavía había familias viviendo en cuevas excavadas en las laderas del monte Tossal y en el barranco de Benalúa; todavía había colas de hambrientos con un bote en la mano a la puerta de las cocinas de Auxilio Social; todavía abundaban por las calles los uniformes y las sotanas. Vivíamos en una España totalitaria. Los 20 de noviembre, Alicante (no Alacant, ¿eh?) se llenaba de falangistas que llevaban coronas de flores a la Casa de José Antonio, donde nos enseñaban, a los sorprendidos niños de los colegios, el lugar del patio de la antigua prisión donde se conservaban las huellas de los disparos del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Y sin embargo, nadie nos contaba la historia de los 724 fusilados republicanos de la posguerra en Alicante, ni de la razón de los exiliados. En Semana Santa se celebraban las procesiones con gran ostentación de fe y actitudes de recogimiento; y si alguien no se arrodillaba al paso de las imágenes, era amonestado por los guardias urbanos que las flanqueaban. Todos teníamos algún familiar “rojo” en la cárcel o en el extranjero. Y si esto ocurría en toda España, aquí con más razón, porque Alicante (que no Alacant) era una ciudad maldita, a la que algunos dirigentes del “régimen” (que no dictadura; eso no se podía decir) querían rebautizar como “Alicante de José Antonio”.

            El primer fusilado del franquismo fue un hombre intachable, que no había huido en el Stanbrook o el Maritime porque no tenía conciencia de haber cometido ningún delito. Me refiero a don Eliseo Gómez Serrano, director de la Escuela Normal de Magisterio y diputado de Izquierda Republicana. Los condenados lo eran por delitos como “Auxilio a la Rebelión”, por conductas que no eran delito cuando se cometieron, en una legislación demencial con efectos retroactivos.

            En 1942 (El mismo año en que mi padre salió de esa misma cárcel) murió de tuberculosis el excelso poeta Miguel Hernández. No recibió los cuidados médicos debidos y murió miserablemente, como tantos otros, después de escribir las patéticas Nanas de la Cebolla.

            Grandes poetas, artistas e intelectuales vivían en el exilio, como nuestro Rafael Altamira, que estuvo propuesto para el Premio Nobel y fue uno de los fundadores del Tribunal Internacional de La Haya. Tenía su calle en Alicante, y los franquistas no se atrevieron a quitársela, dado su prestigio internacional. Como el poeta Gil-Albert que también vivía en México. Como el comandante Amado Granell, en Argelia y Francia, que un día liberaría París de los nazis. Como nuestro alcalde Lorenzo Carbonell. Como don Franklin Albricias, presidente de la Diputación. Como el alicantino Pepe Jornet, capturado por la Gestapo e internado en Mathausen, donde sobrevivió con otros pocos españoles. Como mi tío Eusebio Oca, dibujante y maestro, que después de sufrir un prolongado cautiverio en compañía, entre otros, de Miguel Hernández, tuvo que exiliarse a Barcelona.

            Con los años, algunos de ellos terminaron volviendo a Alacant; otros decidieron quedarse a vivir en sus nuevos hogares, y muchos morirían lejos de la sombra de las palmeras y los ficus de su tierra.

            Después, terminada la Guerra Mundial y derrotados los fascismos, Franco supo aprovecharse de la Guerra Fría para acercarse a los americanos y perpetuarse en el poder. Los hay listos.

            Pero Alicante (mejor Alacant) siempre fue una ciudad con mala prensa a los ojos de los franquistas. Quizá por eso el dictador Franco solo vino una vez a Alicante en visita oficial, el 30 de mayo de 1949. Y en la sombra de la clandestinidad, heroicos militantes del Partido Comunista y el PSOE intentaban reconstruir sus partidos y eran capturados por la policía de la Brigada Político Social.

            Alacant, entonces, tenía unos 100.000 habitantes y no tenía universidad; por lo que aquí apenas llegarían noticias de las primeras huelgas y algaradas estudiantiles. Nos lo contaban Julián Antonio Ramírez y su compañera Adelita del Campo (futuros vecinos de Mutxamel), desde Radio París, que algunos escuchaban bajito, debajo de una manta.

            El 31 de julio de 1943 los alicantinos se llevaron un buen susto cuando explotó la armería El Gato, muy cercana al Ayuntamiento, causando 17 muertos. Se pensó en un atentado, pero al final se aclaró que fue un desafortunado accidente.

            En 1957 hubo una guerra silenciada y ocultada por la dictadura, a pesar de haber provocado más de 200 muertos entre los soldados españoles. Me refiero a la guerra de Ifni.  Yo, estudiante en la Escuela de Comercio, me enteré viendo a los militares del batallón San Fernando nº 11 que pasaron por el parque de Canalejas camino del puerto, para embarcarse rumbo a la guerra que nunca existió.

            Quién me iba a decir que pasaría allí 17 meses de mili en 1966-67.

             

viernes, 22 de octubre de 2021

EL STANBROOK

 

Capitán  Archibald Dickson.


LA GESTA DEL STANBROOK

             El Stanbrook era un modesto barco mercante de 1383 toneladas, de setenta metros de largo y diez y medio de ancho y una tripulación de 20 hombres. Su capitán era el galés (de Cardiff) Archibald Dickson. Y el día 28 de marzo de 1939 se hallaba atracado en el muelle de Levante del puerto alicantino en espera de un cargamento de tabaco, naranjas y azafrán. Unos días antes, el capitán había hecho un misterioso viaje a Madrid, seguramente para contratar con dirigentes del PSOE el pasaje al exilio de unos cuantos militantes de ese partido, cuya vida peligraba si caían en manos de los franquistas. Pero lo que se encontró el capitán al regresar fue una multitud de personas desesperadas que habían puesto en su barco sus últimas esperanzas. Y Dickson era un buen hombre, además de un héroe, y no fue capaz de negar el auxilio a gente que de quedarse en el puerto sería destinada por los fascistas a las cárceles y, quizá, al pelotón de fusilamiento. Ordenó bajar la pasarela y dejó subir a todo el mundo, hombres, mujeres y niños, con y sin pasaje, incluidos los dos aduaneros que deberían haber comprobado la documentación de sus pasajeros contratados y que prefirieron compartir con ellos el exilio y la suerte.

            A media noche y con las luces apagadas, el barquito se puso en marcha, dejando un muelle solitario que pronto se llenaría de nuevo con fugitivos que ya no hallarían un medio para huir de los verdugos que ya se acercaban a Alacant cantando “Giovinezza” (para vergüenza de los franquistas, la unidad militar que ocupó el último reducto de la República fue la División Littorio de voluntarios italianos).

            Todavía a la salida del puerto, estallaron a la popa del barquito varios impactos de obuses o bombas enemigas, en un criminal intento de asesinar a los 3.000 refugiados que atestaban las cubiertas, el puente y las bodegas, hasta el punto de que muchos viajaban  de pie. El capitán, experimentado lobo de mar, acertó a sortear los buques de guerra franquistas que trataban de impedirle marchar a Orán, en Argelia. Parece ser que un buque de guerra inglés le prestó ayuda, y tras varias maniobras de distracción, pudo tomar rumbo al sur y, después de un día de jornada, presentarse en el puerto de Mazalquivir, cerca de Orán.

            Las autoridades francesas se portaron muy mal con los refugiados españoles. Dejaron desembarcar a mujeres, niños y heridos, pero a los hombres los tuvieron un mes confinados en el barco y alimentados y asistidos por españoles residentes en Orán. Uno de aquellos hombres era el comandante Amado Granell, que con el grado de teniente del ejército francés, sería el primer oficial aliado que tomaría París a los alemanes en la futura II Guerra Mundial.

            Tan solo unos meses más tarde, ya comenzada la contienda global, un submarino alemán torpedearía al Stanbrook, y Dickson y sus diecinueve hombres se hundirían y morirían con el barco. Estos son sus nombres, según figuran en el memorial de caídos de la flota mercante británica que se alza en Londres: A. Dickson (Capitán), Abdala Ahmed, Ahmed Ahmed, Alí Ahmed, A. Andi, F. Atkinson, V.J. Begas, M. Bey, R. Briggs, R. Charlin, W. Clark, C.L. Francis, M. García, D.W. Hughes, O. Johansen, H. Lillystone, M. Nagi, J. Nearchou, W. Oldakoff y D.A. Tagg. En los campos de trabajo del norte de África se guardó un minuto de silencio en agradecido recuerdo.

            Cuando los italianos entraron en Alicante, tres días después de la marcha del Stanbrook, más de 15.000 personas aguardaban de nuevo en los muelles la llegada de los barcos que nunca llegaron. Fueron confinados en el Campo de los Almendros, y de allí se les repartió por diferentes cárceles y campos de concentración, donde pasarían años de humillación, miseria, torturas y muchos de ellos serían ejecutados.

Archibald Dickson, con el gobernador Trino Quijano, que murió en 1854 luchando contra el cólera, son los dos héroes benéficos de Alacant, cuyo pueblo jamás les agradecerá bastante su ejemplar comportamiento. Salvaron muchas vidas. Ninguno de los dos era alicantino, pero los dos arriesgaron su vida por las gentes de Alacant.

 A la orilla del mar, en el muelle donde tendió la pasarela de su barco para socorrer a tres mil personas desesperadas, Dickson tiene su busto de bronce sobre un bloque de mármol con la leyenda de su hazaña.

  

MI PRIMER TRABAJO.

 

GENERACIÓN 21

 

            Por fin habíamos decidido reunirnos, mientras la enfermedad se batía en retirada. Todavía perduraban las mascarillas, el gel alcohólico, las distancias prudentes y los aforos controlados; pero cada día la televisión anunciaba un número menor de muertos y contagiados. Ya no había apuros en los hospitales. Muchos jóvenes y algunos adultos imprudentes celebraban fiestas multitudinarias, fuera de toda precaución, como si la plaga hubiera sido anulada definitivamente. Y no era eso, no lo era. Había que seguir teniendo cuidado, aunque todos estuviésemos vacunados. Pero ya nos podíamos dar alguna alegría. Por ejemplo, reunirnos en una terraza o un interior bien ventilado y respetando las normas sanitarias.

Los telediarios, en aquellos días, se ocupaban de otras cosas: la llegada al poder de los talibanes en Afganistán y la evacuación de nuestras tropas y colaboradores con sus familias; la terrible erupción del volcán de La Palma, con sus rugidos y sus ríos de lava incandescente que devoraba casas y plantaciones; las agrias disputas entre el Gobierno y la oposición; la  subida desproporcionada de los precios de la electricidad… Los medios habían vuelto a mostrar asuntos cotidianos, mientras la pandemia del coronavirus se retiraba en cauteloso mutis. La peste estaba siendo vencida, ella, la culpable de la descomposición de la vieja tertulia, a la que yo no deseaba regresar de ningún modo.

            Y nosotros decidimos volver a reunirnos y fundamos una nueva tertulia. ¿Qué nombre le daríamos? Ninguno de los antiguos tertulianos pretendía imponer nada a los neófitos. Se llamaría como decidiera el pueblo soberano. Y así surgió el nombre: GENERACIÓN 21. Y nos dispusimos a resucitar los añorados gozos literarios de antes de la maldita peste. Cada cual debía aportar, si esa era su voluntad, un escrito en prosa de 500 palabras como máximo, o una composición poética de un folio.

            Os confieso que, tras año y medio de silencio, me costaba poner 500 palabras en orden, desarrollando una idea. Me senté ante el ordenador y traté de concentrarme en la tarea. Suni leía en el salón algún libro nuevo que había descubierto. Mi gato Kepler dormitaba feliz en la mecedora. Todo estaba en orden. A mi alrededor, en el estudio, mis viejos cuadros y dibujos me saludaban desde las paredes, y sobre la librería, atestada de volúmenes, surcaba la inmovilidad la nao de Colón, en una reproducción hecha por mí en unas vacaciones. Un Buda marfileño, gordito y afable (qué religión más amable el budismo) me sonreía junto a la agenda. Un peregrino-calendario, recuerdo de mi caminata a la tumba de Prisciliano (aunque los curas de hogaño se empeñen en llamar Santiago al finado), me miraba con gesto distraído y las piernas colgando desde la cúspide del armario. Ya solo faltaba escribir. Debía empezar. Casi oía a mis neuronas poner en marcha sus motores.

            -Vamos allá - me dije, y me dispuse a golpear teclas.

            “Por fin habíamos decidido reunirnos…” apareció en la pantalla, como quien dice: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”

 

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                                          (500 palabras)

jueves, 21 de octubre de 2021

PRIMERA REUNIÓN ORDINARIA DE LA TERTULIA GENERACIÓN 21.

Ayer, día 21, se ha celebrado la primera reunión ordinaria de la Tertulia GENERACIÓN 21, en la Sede Universitaria de Alicante. En todo momento se respetaron las normas sanitarias de la Covid (Mascarillas y ventilación) en la sala de juntas, cuyos grandes ventanales permanecieron abiertos. Esta vez, por ser la primera, cada cual leyó su obra, si bien en las próximas se acordó que un lector leyera todas y los demás intentaran averiguar el autor de cada una. Por otro lado, si alguno quiere leer personalmente su obra, sobre todo en poesía, puede hacerlo.

Asistieron 15 tertulianos y cada cual leyó varias obras en una reunión muy agradable e interesante.

No olvidéis que las participaciones tienen que tener una extensión máxima de 500 palabras si son en prosa o de un folio (se admiten dos columnas) si son poesías.

Se acordó adoptar definitivamente el logotipo que os he puesto en este artículo.

La próxima reunión será dentro de dos jueves: el día 4 de Noviembre a las 7 de la tarde, en el mismo sitio. El tema para los trabajos es: LLUVIA (o cualquier tiempo del verbo llover).

¡Esto marcha!

martes, 19 de octubre de 2021

EL BOMBARDEO DEL MERCADO.

 


UNA MAÑANA DE MAYO

             Alicante fue una de las ciudades más castigadas por la aviación rebelde durante la Guerra Civil. A pesar de ser la capital de provincia más alejada del frente, recibía frecuentes ataques desde Mallorca, por parte de los bombarderos de la aviación legionaria italiana, con base en Son Sant Joan, y de los hidroaviones españoles de Pollensa, al mando de Ramón Franco, hermano del general, así como de los hidroaviones de la Legión Cóndor. Durante la contienda sufrió 71 bombardeos, con 705 edificios dañados o destruidos, unos 500 muertos y 800 heridos.

            El más terrible de estos bombardeos fue el que llevaron a cabo entre siete y nueve Savoya “Sparviero”, al mando de los capitanes Zigiotti y De Prato, la mañana del 25 de mayo de 1938, lanzando 90 bombas y causando más de 300 muertos. Yo tengo un testimonio de primera mano de esta brutal agresión a la población civil de Alacant: Mi madre, Magdalena Oca, tenía entonces casi 20 años de edad. Hacía muy poco que había fallecido su padre, de muerte natural, y su novio – mi futuro padre – era capitán del Ejército Republicano en el frente de Extremadura. Ella iba a bordo de un tranvía amarillo, hacia un paraje de las afueras conocido como Fondo de Roenes, donde sus futuros suegros tenían una casita de campo en la que la habían invitado a comer. Pero a la altura de la antigua Fábrica de Tabacos comenzaron a oírse los silbidos y las atronadoras explosiones de las bombas. No había sonado la sirena de alarma, así que a todos los pilló de improviso. El tranvía se detuvo y todos sus ocupantes se apresuraron a salir corriendo calle Sevilla arriba, en busca de un refugio antiaéreo que había en la Plaza de Castellón, en cuya entrada se precipitaron, mientras las explosiones sonaban cada vez más cerca. Decía mi madre que estuvieron encerrados en el refugio, temblando de miedo y sudando de sofoco, durante cinco horas; pues las autoridades no dieron orden de que sonara la sirena, anunciando que ya había pasado el peligro, hasta que pudieron retirarse los horripilantes despojos que cubrían el Mercado de Abastos, donde cayeron varias bombas y donde murió más gente. El cuadro, según le contaron después a mi madre, era espantoso: muertos por decapitación, miembros y cadáveres despedazados en tal amasijo terrible que un joven carpintero del barrio de Carolinas regresó a su casa con la mirada perdida, diciendo “El que he vist, Deu meu, el que he vist”, se sentó en un banco del patio de su casa y murió dos meses más tarde, incapaz de comer y de regresar de la pesadilla que había vivido.

            Varios testigos presenciales me aseguraron que habían visto correr a una mujer sin cabeza por la calle de San Vicente. Y que las ambulancias, carros de caballos y demás vehículos llevaban incesantemente cuerpos que se debatían entre la vida y la muerte, al Hospital Provincial - hoy Museo Arqueológico –, a cuya entrada un médico los examinaba y si estaban vivos ordenaba que los dejasen a un lado del jardín, pues el edificio ya estaba repleto de heridos; y si estaban muertos, al otro lado.

            A partir de aquel ataque se intensificaron los bombardeos, que ya no iban a por instalaciones industriales o de interés militar, sino sobre la población civil que, si tenía suerte y la alertaba a tiempo la sirena de alarma, podía ampararse en alguno de los refugios antiaéreos repartidos por toda la población. Se dice que Alicante es la ciudad europea con más plazas de refugio por habitante, incluidas las ciudades que sufrieron la Segunda Guerra Mundial. Las tropas de Franco habían alcanzado el Mediterráneo y ahora intentaban tomar Valencia, por lo que se intensificaron los ataques con vistas a desmoralizar a los republicanos.

            Mi madre vivió 102 años, y poco antes de fallecer todavía tenía pesadillas en las que aviones enemigos venían a soltar sus bombas y ella corría al refugio.

            Hace poco, mi hermano Eusebio descubrió que el capitán Tulio de Prato, jefe de una de las dos escuadrillas atacantes del 25 de mayo, había muerto en 1981, siendo General de Brigada de la Aviación Italiana. A pesar de tener varias medallas al valor por la “exaltación de los valores fascistas”, nunca fue juzgado como criminal de guerra, y siguió su carrera militar, como un notable piloto de pruebas.

            Y yo me pregunto: ¿Qué hacía un piloto de pruebas italiano bombardeando España en 1938?

viernes, 15 de octubre de 2021

EMPIEZA LA GUERRA

 

EMPIEZA EL HORROR

            El 17 de julio de 1936 se levantó el Ejército en Marruecos, en un baño de sangre, y al día siguiente, en la Península. Era un golpe de Estado organizado por el General Mola y otros compañeros de armas de los llamados “africanistas”, gente dura, acostumbrada a las crueldades de la guerra colonial. Uno de los confabulados era el general Franco, el que había sofocado la revolución de Asturias. El jefe supremo debía ser el general Sanjurjo, pero éste moriría en un accidente aéreo al salir de Portugal, rumbo a la España rebelde. Al final, por una serie de maniobras y carambolas de la suerte, sería Franco el “caudillo” de los sublevados en la larga guerra que sucedió al parcialmente fracasado golpe de Estado.

            El Alacant, los obreros y sus sindicatos montaban barricadas alrededor del cuartel de Benalúa y pedían armas para defender la República. El Gobernador Militar, general García Aldave, dudaba qué bando tomar. La oficialidad, casi en su mayoría, era partidaria del golpe y parecían esperar algo. Y es que, desde la Vega Baja, un numeroso contingente de falangistas se desplazaba hacia Alicante a bordo de varios camiones con el objetivo de liberar a José Antonio Primo de Rivera, que estaba preso, por desórdenes públicos, en una cárcel de la ciudad. Y a continuación se presentarían en el cuartel de Benalúa, se armarían y tomarían la población. Pero fueron interceptados por la policía, que los detuvo tras un breve tiroteo en el que murieron 3 falangistas y 4 fueron heridos.

            El día 23, el coronel Rodolfo Espá se hizo con el control del cuartel y lo puso al servicio de la República. García Aldave y sus oficiales levantiscos fueron detenidos. Así que Alicante estaría ya en el lado republicano por toda la guerra.

            El día 26, el alcalde pedáneo de Santa Faz, Tonico Santamaría, y el vecino Vicente Rocamora, pusieron a salvo la venerada reliquia y la llevaron al alcalde Carbonell, quien la escondió en la Diputación, diciendo: “La Santa Faz es un sagrat del poble”. Carbonell no era creyente, pero amaba a Alacant y sus símbolos.

            Había que organizarse con vistas a una larga guerra, y don Eliseo Gómez Serrano se hizo cargo de la Oficina de Reclutamiento. Inmediatamente partirían varias columnas de milicianos alicantinos hacia Albacete, donde se había sublevado la Guardia Civil, al mando del teniente coronel Chápuli. Albacete quedaría también por la República, siendo detenidos 337 guardias civiles. Chápuli, al verse acorralado, se había suicidado.

            Una vez normalizada la situación, se formó un comité con representación de todos los partidos del Frente Popular para nombrar una nueva corporación municipal, y fue designado alcalde Rafael Millá del Partido Comunista, que sucedería a Llorenset.

            Y ahora viene lo más trágico y terrible de la historia: los asesinatos incontrolados y los muertos por fusilamiento en esta horrorosa guerra civil:

            El Gobernador Civil, Valdés Casas, trataba en vano de controlar la situación, pero se le había ido de las manos, pues ante las noticias que llegaban de Extremadura y Andalucía, con las masacres, violaciones y crímenes efectuados por los rebeldes, la indignación era general y todo desmán sobre presuntos rebeldes se veía más o menos justificado. Así que no fue hasta mediados de 1937 cuando las autoridades pudieron imponer el orden y cesaron en esta zona asesinatos y fusilamientos. Pero hasta entonces, no era raro el hallazgo de cadáveres de personas de derechas que aparecían de vez en cuando en las cunetas. Eran los famosos “paseos”, que a la gente de bien nos deben llenar de horror y vergüenza. A lo largo de este tiempo de terror fueron asesinados en Alacant unas 135 personas, y fusilados por sentencias de Tribunales Populares creados al efecto, 125. Además hubo una saca de 52 derechistas que fueron sacados de la cárcel de Benalúa y fusilados en las tapias del cementerio. Esta fue una represalia por el bombardeo de “las 8 horas”, el primero importante, que a su vez había sido una represalia de los rebeldes por el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, el 20 de noviembre de 1936. Otras sentencias de muerte del Tribunal Popular de Alicante, fueron: a los 53 falangistas de la Vega Baja, a 7 militares de Alicante (uno de ellos García Aldave), a 11 militares de Alcoy y a otros encausados en un total de 125 ajusticiados.

            Mientras esto ocurría, por el puerto escapaban a duras penas algunos refugiados, sobre todo en el barco Tucumán, de la Armada Argentina que, entre otros, se llevó al cuñado de Franco, Serrano Suñer.

            España había quedado sumida en un tsunami de sangre y horror que todavía hoy nos llena de espanto. Y todavía no había llegado lo peor: los bombardeos a la población civil (unos 500 muertos), el hambre y la venganza de la posguerra (724 condenas a muerte entre 1939 y 1945). Y una dictadura de 40 años que nos ha marcado a todos.

lunes, 11 de octubre de 2021

"NO ES ESO..."

 


LA DEMOCRACIA INCOMPATIBLE.

 

            “No es eso, no es eso”, acabaría diciendo Ortega y Gasset, coincidiendo con el parecer de grandes intelectuales españoles, como el doctor Marañón y don Miguel de Unamuno. Y es que, en cuanto una verdadera democracia se instauró en nuestro país, el choque de clases se hizo inevitable. La derecha rancia de los privilegiados y los terratenientes, militares africanistas y una Iglesia trasnochada, se enfrentaba ferozmente a las reformas que el nuevo Jefe de Gobierno, Manuel Azaña, se atrevió a hacer, quizá precipitadamente, en el terreno de la Reforma Agraria, las relaciones del Estado con la Iglesia y la estructuración del estamento militar. La Izquierda, quizá fascinada por la revolución bolchevique, y en guardia frente a los fascismos que progresaban en Europa, se dejó llevar por los más exaltados, los ácratas de la CNT y las gentes incontroladas con sed de justicia desde hacía siglos y embrutecidas por su propia miseria. El resultado iba a ser una colisión frontal de trenes que, de momento, se materializó en Alacant con el incendio y saqueo de varios conventos y alguna iglesia (Benalúa), que las fuerzas del orden no pudieron impedir a partir de que en un altercado con la Guardia Civil se produjera la muerte de uno de los asaltantes. Sí que se pudo evitar el linchamiento de dos religiosos, profesores de los Salesianos. Menos mal.

            Las nuevas autoridades republicanas condenaron estos desmanes y se propusieron que no volvieran a repetirse. Y regresó una precaria normalidad.

Con motivo de la visita del Presidente de la República a Alacant, en enero de 1932, el industrial Prytz había donado una lujosa residencia en Santa Faz para alojar al Jefe del Estado, cada vez que visitara nuestra ciudad, y recibió por ello la Medalla de Oro de la ciudad.

Durante los tres años de mandato de Lorenzo Carbonell se construyeron varias escuelas, como el Grupo Escolar de Carolinas, inaugurado por el Jefe del Gobierno y el alicantino Rodolfo Llopis, Director General de Enseñanza Primaria. Se demolió el viejo convento de las Capuchinas, para comunicar la Rambla con la plaza de Ruperto Chapí. Se cerró definitivamente el viejo cementerio de San Blas. Y se elaboró un magnífico proyecto de urbanización de la Playa de San Juan, con el apoyo del ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, que nunca se llevaría a cabo, desgraciadamente, a causa de la crítica situación que se avecinaba.

            En 1932, el primero y segundo premios de las Hogueras de San Juan los ganó, por segunda vez, Gastón Castelló.

            Es en esta época cuando el Ateneo alicantino alcanza su mayor esplendor, con conferencias, exposiciones, conciertos y presentaciones de obras de importantes creadores. Entre los participantes estaban el joven poeta oriolano Miguel Hernández y su compañero el ensayista Ramón Sijé.

            Pero el 10 de agosto de ese mismo año hubo un intento fallido de golpe de Estado, protagonizado por el General Sanjurjo. Y en el otro extremo político, los anarquistas de la CNT promovían su revolución libertaria, con huelgas en el puerto y en la construcción, y tiroteos entre guardias jurados y piquetes que, en Alacant, se saldaron con dos muertos, uno de cada bando. Republicanos y socialistas discrepaban en su apoyo a las acciones obreras, lo que acabó provocando la ruptura de los antiguos aliados, haciendo inevitable la convocatoria de elecciones anticipadas, en las que por primera vez podrían votar las mujeres.

            Y las ganó la derechista CEDA, coaligada con los radicales de Lerroux, cuyo Gobierno se apresuró a eliminar y neutralizar toda la legislación social del anterior, mientras los cedistas de Gil Robles se acercaban cada vez más al fascismo italiano. Cuando Lerroux aceptó en su gobierno a cuatro ministros de la CEDA, enemigos declarados de la República, se desencadenó la rebelión de los socialistas que declaraban la Huelga General Revolucionaria. En Alacant fracasó, pero en Asturias estalló la revolución, que sería sofocada a sangre y fuego por las tropas africanas mandadas por el General Franco. El ayuntamiento de Lorenzo Carbonell fue disuelto. La Falange de José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador, hizo acto de presencia en Alicante, con la violencia propia de los grupos fascistas. La postura de unos y otros era incompatible, y el Presidente Alcalá Zamora se vio obligado a convocar nuevas elecciones, ¡Otra vez!

Se liberó a los presos políticos y Carbonell recuperó la alcaldía.

Las Izquierdas acordaron presentarse, a nivel nacional, unidas en el llamado Frente Popular. La campaña electoral fue muy dura y por ambas partes se hicieron proclamas muy peligrosas, en las que la violencia, la revolución y la guerra civil estaban muy presentes. En Alacant, como en el resto de España, ganó el Frente Popular, y la situación siguió tensándose y culminando con los asesinatos del teniente Castillo, a manos de pistoleros de la derecha, y del político Calvo Sotelo en represalia.

            “No es eso, no es eso” diría Ortega, que veía a España al borde del precipicio.

TERTULIA LITERARIA GENERACIÓN 21


 Ya tenemos logotipo. ¿Os gusta?

Anunciaros que la 1ª reunión ordinaria será el próximo día 21 del presente mes de octubre a las 19 horas, en la Sala de Juntas de la Sede Universitaria de Alicante, C/ Ramón y Cajal, 4.

En la reunión inaugural se acordó que las reuniones sean en jueves alternos, es decir: el 21 de octubre, el 4 y 18 de noviembre y el 2 y 16 de diciembre, de 19 a 21,30 h.

En esta primera reunión ordinaria, los asistentes que quieran participar, podrán aportar un texto en prosa de 500 palabras máximo o un poema de un folio. Esta vez cada cual leerá su obra, aunque en próximas reuniones, cuando ya nos conozcamos mejor, habrá un compañero lector que leerá todas las aportaciones y el juego consistirá en tratar de acertar el autor de cada una. Quien no quiera aportar ningún trabajo, no está obligado a ello. Puede venir de oyente y opinante.

Espero que lo pasemos todos y todas muy bien.

Un abrazo a todos,

MAPérezOca.

viernes, 8 de octubre de 2021

GENERACIÓN 21 - Tertulia Literaria.



 Ayer, día 7 de Octubre de 2021, en la Sede Universitaria de Alicante, C/Ramón y Cajal,4, celebramos la reunión inaugural de la nueva Tertulia Literaria  GENERACIÓN 21, con la presencia de 13 tertulianos fundadores. Se acordaron varias cuestiones por mayoría: El nombre de la tertulia, que como ya se ha dicho, será Generación 21; la mecánica, calendario y horario de las reuniones; confección de un portal de WhatsApp para los tertulianos, de la que se encargará Pepe Tevar. Las reuniones se celebrarán los jueves alternos que, en principio, serán los días 7 y 21 de octubre, 4 y 18 de noviembre y 2 y 16 de diciembre, en la Sala de Juntas de la Sede Universitaria de Alicante. El horario iba a ser  de 20 a 22 h., pero se acordó preguntar al departamento de Reservas si podría ser de 19 a 21,30 para una mayor comodidad de todos. Consultado este punto telefónicamente, hoy día 8, se nos ha dicho que podemos comenzar a las 19 horas, dado que esta sala no es un aula en la que se impartan clases.

La reunión resultó muy agradable, con reencuentros de viejos amigos y amigas y nuevos conocimientos. Se acordó que en la próxima reunión del día 21, el tema de los trabajos (relato de 500 palabras máximo o poema de una página) será de tema libre, leyendo cada cual su obra. Aunque más adelante, cuando nos conozcamos todos, se procederá a la lectura de los trabajos por un compañero lector, y el juego consistirá en tratar de acertar la autoría de cada uno.

Así pues, hemos quedado para la próxima reunión, el día 21, jueves, a las 19 horas, hasta las 21,30.

Si se anima alguien más a participar de esta que promete ser muy interesante tertulia, no tiene más que presentarse ese día en la Sala de Juntas de la Sede Universitaria, y será muy bien venido. 

¡HASTA EL DÍA 21 A LAS 7 DE LA TARDE!

martes, 5 de octubre de 2021

EL NACIMIENTO DE UNA TERTULIA.


 

El próximo día 7, jueves, en la Sede Universitaria de Alicante, calle Ramón y Cajal, a las 20 horas, se celebrará una reunión inaugural de la Tertulia Literaria que a partir de esa fecha ha de celebrarse en esa entidad en jueves alternos. Los amigos de la Literatura que se reúnan en tan feliz ocasión tendrán la categoría de Tertulianos Fundadores y de manera democrática decidirán por mayoría: el nombre de la tertulia, la mecánica de la misma y demás temas que convenga dejar establecidos. El horario, por necesidades de la Sede, será de 20 a 22 horas, pudiendo los tertulianos que lo deseen terminar la jornada en algún bar próximo con un tentempié. La intención de los organizadores es que en cada reunión se elija un tema para la siguiente, y que todo el que quiera participar activamente escriba un relato de una extensión máxima de 500 palabras o un poema de una página, y el juego consistirá en acertar el autor (por su estilo, temática, vocabulario, etc.). Aunque la participación activa no será obligatoria y se podrá asistir de oyente. Están invitados a esta reunión todos aquellos amantes de la literatura que quieran aportar sus trabajos o su presencia a esta nueva aventura cultural. La temática de los trabajos es libre, no habiendo ninguna limitación a la libertad de expresión.

¡Os esperamos el jueves!

lunes, 4 de octubre de 2021

¡VIVA LA REPÚBLICA!

 


LA SEGUNDA REPÚBLICA

            El general Berenguer no sabía cómo resolver el embrollo en el que Primo de Rivera y el Rey habían metido a España. La cuestión era volver a la situación anterior a la dictadura, así que había que legalizar de nuevo a los partidos y sindicatos y convertir otra vez los ayuntamientos en verdaderos representantes del pueblo en ciudades, villas y aldeas. Así que convocó elecciones municipales, previas a unas futuras generales que volvieran a dinamizar las Cortes. Pero lo que no pudo evitar, porque no era culpa suya, sino de los dos mencionados al principio, fue que los partidos republicanos ganaran en todos los ayuntamientos importantes, de forma que sin haber convocado un referéndum sobre la forma de Gobierno, el resultado de los comicios mostrase claramente que el pueblo español quería la República. Visto lo cual, don Alfonso XIII se fue a Cartagena en su propio coche y embarcó en un buque de guerra que lo llevó al exilio romano. Y así España, que se había acostado monárquica a regañadientes, se despertó republicana.

            Los promotores de la República ya tenían pensada la nueva bandera, que sería roja, amarilla y morada (en la primera República no se llegó a cambiar la bandera), y también el himno, que iba a ser la vieja canción de los liberales, que durante siglos habían luchado por la democracia al son del Himno de Riego.

            En Alicante, el 14 de abril de 1931, una multitudinaria manifestación republicana, encabezada por políticos e intelectuales locales, llevó la nueva bandera al Ayuntamiento para colocarla en el mástil de su balconada. Hay emocionantes fotografías de ese impresionante y espontáneo acto.

            El ganador de las elecciones en Alicante fue el candidato del Partido Republicano Radical Socialista, Lorenzo Carbonell, impresor, conocido cariñosamente por los alicantinos como “Llorenset”. Otro partido republicano de arraigo entre intelectuales y docentes era el de Acción Republicana, de Manuel Azaña, con el director de la Escuela de Magisterio, Eliseo Gómez Serrano, el director de la Escuela Modelo, Franklin Albricias, y el médico Ángel Pascual Devesa. La Derecha Republicana, de Alcalá Zamora y Miguel Maura, estaba representada en Alacant por Beltrán de la Llave y Arturo Gadea. Todos ellos habían suscrito con los socialistas del PSOE y los nacionalistas catalanes, a nivel de todo el Estado, el llamado Pacto de San Sebastián contra la Monarquía. En nuestra ciudad, los líderes socialistas eran González Ramos, director del periódico El Mundo Obrero, Martínez Torregrosa y Rafael Sierra. En cuanto al Partido Comunista, era todavía por entonces un grupúsculo minoritario encabezado por Rafael Millá. Aquí, la coalición republicana-socialista había ganado por el 81% de los votos, de manera que de las 39 concejalías, 29 fueron ocupadas por republicanos, y Llorenset fue nombrado Alcalde en un pleno celebrado el 16 de abril de 1931, a las seis y media de la tarde, presidido por el  nuevo Gobernador Civil Carlos Esplá Rizo. Teniente de Alcalde sería don Franklin Albricias Goetz, director de la innovadora Escuela Modelo, masón y pastor evangelista, que más tarde llegaría a ser presidente de la Diputación Provincial.

            Todos ellos se las prometían muy felices, pensando que la vieja lucha de los liberales por la democracia verdadera había terminado, y una era de libertad iba a comenzar en España. En Alicante, con sus 73.934 habitantes, el fervor republicano era incontestable; tanto es así que la primera capital de provincia que visitó el nuevo Presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora, fue Alicante. Hay fotografías en las que se ve a don Niceto, acompañado por Lorenzo Carbonell, a bordo de un coche de caballos. Al fondo se ven las palmeras del Paseo de los Mártires (hoy Explanada), y el público entusiasmado. Pero justo detrás de nuestros próceres destaca la figura siniestra de un militar altísimo, consuegro y jefe de la Casa Militar del Presidente. Es el general Queipo de Llano, que sería un importantísimo y sanguinario cabecilla rebelde en la futura Guerra Civil.

            Quién podía imaginarse un desenlace tan brutal para una circunstancia tan feliz.

A LA LLUM DE LES FOGUERES.

 


HOGUERAS Y DICTADORES

 

            Aparte del nacimiento de las Hogueras de S. Juan, durante los siete años que duró la dictadura de Primo de Rivera, no pasó gran cosa en Alacant, salvo la terminación de alguna obra importante, como la Casa de Carbonell, y el accidente que sufrió un hidroavión correo que tenía que haber amerizado en el puerto y se estrelló contra un pararrayos de ese mismo edificio en 1925, falleciendo sus dos tripulantes.

            La dictadura fue acogida con desconfianza pero sin una hostilidad manifiesta por parte de la prensa y algunas organizaciones obreras (al menos la UGT), dada la pésima política social que había desarrollado el régimen derrocado. Venía en principio apoyada por la alta burguesía, el ejército y, sobre todo, por su majestad don Alfonso XIII. Y lo primero que hizo el dictador fue clausurar los partidos políticos, destituir a todos los ayuntamientos y poner gente de su confianza, generalmente militares, al frente de los mismos. La prensa estaba censurada, pero no se cerró ningún periódico importante. Y, aunque se controló duramente a los anarquistas de la CNT y a los incipientes comunistas, se procuró un acercamiento a los socialistas y su sindicato, hasta el punto de que Largo Caballero fue nombrado consejero del Gobierno. Y mientras los dirigentes ácratas y bolcheviques eran encerrados en el Castillo de Santa Bárbara, la Casa del Pueblo quedó bajo el control exclusivo de los socialistas.

            El nuevo régimen surgió con una ambición populista y regeneracionista, con un partido único que no tuvo demasiadas adhesiones y que algunos comparaban con el régimen fascista de Mussolini. Y a pesar de que consiguió terminar con la Guerra de Marruecos, con el desembarco de Alhucemas, y realizó obras públicas que dieron trabajo a muchos obreros y, de alguna manera, animaron la economía, nunca llegó a ganarse la simpatía del pueblo ni a urdir un entramado político que la afianzase.

            Tras siete años de vacilante y huero gobierno, Primo de Rivera acabaría perdiendo la confianza del Rey y dimitiendo, marchando al exilio y muriéndose enseguida de su diabetes tan mal tratada como su política.

            Indiferencia, sería la palabra que mejor definiría a este periodo histórico. Y eso que en Alicante ocurrió un prodigio que había de dar sentido a nuestras más caras tradiciones. En 1928, un funcionario nacido en el Puerto de Santa María (Cádiz), y que había vivido en Valencia, llamado José María Py, tuvo una gran idea: propuso a sus contertulios de Alicante Atracción crear una nueva fiesta para Alicante, una fiesta a imitación de las Fallas de Valencia, pero en la fecha más idónea para ello: la Noche de San Juan, cuando tradicionalmente, los alicantinos, como casi todos los mediterráneos, encienden hogueras a la orilla del mar para festejar el Solsticio de Verano. Seguramente, hacía siglos que Alacant presentía las hogueras, porque necesitaba una fiesta grande, por encima de ferias, porrates, romerías y demás festejos, para sentirse completa. Y así fue como la idea fue acogida de manera entusiasta por todas las fuerzas vivas de la ciudad, y por sus artistas dispuestos a convertirse en artesanos “foguerers”; y hasta el gobernador civil, el primoriverista Suarez Llanos, que el año anterior prohibía las hogueras espontáneas en las calles y el lanzamiento de petardos, en 1928 autorizaba la erección de monumentos fogueriles artísticos y animaba a los alicantinos a colaborar en una fiesta que sería muy atractiva para los turistas. Los primeros creadores de los monumentos de cartón destinados a las llamas serían Gastón Castelló, Miguel Carrillo, Melchor Aracil, José Pérez Gil, Ramón Marco, José Gutiérrez, Eduardo Fuentes y otros conocidos artistas locales. Alacant, sin duda, había encontrado su fiesta mayor, mientras vivía con indiferencia el declive de la dictadura y el desprestigio del Rey. De alguna manera, entre fuegos artificiales y grandes llamaradas, se presentían tiempos nuevos en los que el universo alicantino cobraría nuevas dimensiones.