Capitán Archibald Dickson.
LA GESTA DEL STANBROOK
A
media noche y con las luces apagadas, el barquito se puso en marcha, dejando un
muelle solitario que pronto se llenaría de nuevo con fugitivos que ya no
hallarían un medio para huir de los verdugos que ya se acercaban a Alacant
cantando “Giovinezza” (para vergüenza de los franquistas, la unidad militar que
ocupó el último reducto de la República fue la División Littorio de voluntarios
italianos).
Todavía
a la salida del puerto, estallaron a la popa del barquito varios impactos de
obuses o bombas enemigas, en un criminal intento de asesinar a los 3.000
refugiados que atestaban las cubiertas, el puente y las bodegas, hasta el punto
de que muchos viajaban de pie. El
capitán, experimentado lobo de mar, acertó a sortear los buques de guerra
franquistas que trataban de impedirle marchar a Orán, en Argelia. Parece ser
que un buque de guerra inglés le prestó ayuda, y tras varias maniobras de
distracción, pudo tomar rumbo al sur y, después de un día de jornada,
presentarse en el puerto de Mazalquivir, cerca de Orán.
Las
autoridades francesas se portaron muy mal con los refugiados españoles. Dejaron
desembarcar a mujeres, niños y heridos, pero a los hombres los tuvieron un mes
confinados en el barco y alimentados y asistidos por españoles residentes en
Orán. Uno de aquellos hombres era el comandante Amado Granell, que con el grado
de teniente del ejército francés, sería el primer oficial aliado que tomaría
París a los alemanes en la futura II Guerra Mundial.
Tan
solo unos meses más tarde, ya comenzada la contienda global, un submarino
alemán torpedearía al Stanbrook, y Dickson y sus diecinueve hombres se
hundirían y morirían con el barco. Estos son sus nombres, según figuran en el
memorial de caídos de la flota mercante británica que se alza en Londres: A.
Dickson (Capitán), Abdala Ahmed, Ahmed Ahmed, Alí Ahmed, A. Andi, F. Atkinson,
V.J. Begas, M. Bey, R. Briggs, R. Charlin, W. Clark, C.L. Francis, M. García, D.W.
Hughes, O. Johansen, H. Lillystone, M. Nagi, J. Nearchou, W. Oldakoff y D.A.
Tagg. En los campos de trabajo del norte de África se guardó un minuto de
silencio en agradecido recuerdo.
Cuando
los italianos entraron en Alicante, tres días después de la marcha del
Stanbrook, más de 15.000 personas aguardaban de nuevo en los muelles la llegada
de los barcos que nunca llegaron. Fueron confinados en el Campo de los
Almendros, y de allí se les repartió por diferentes cárceles y campos de
concentración, donde pasarían años de humillación, miseria, torturas y muchos
de ellos serían ejecutados.
Archibald
Dickson, con el gobernador Trino Quijano, que murió en 1854 luchando contra el
cólera, son los dos héroes benéficos de Alacant, cuyo pueblo jamás les
agradecerá bastante su ejemplar comportamiento. Salvaron muchas vidas. Ninguno
de los dos era alicantino, pero los dos arriesgaron su vida por las gentes de
Alacant.
A la orilla del mar, en el muelle donde tendió
la pasarela de su barco para socorrer a tres mil personas desesperadas, Dickson
tiene su busto de bronce sobre un bloque de mármol con la leyenda de su hazaña.
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