viernes, 22 de octubre de 2021

EL STANBROOK

 

Capitán  Archibald Dickson.


LA GESTA DEL STANBROOK

             El Stanbrook era un modesto barco mercante de 1383 toneladas, de setenta metros de largo y diez y medio de ancho y una tripulación de 20 hombres. Su capitán era el galés (de Cardiff) Archibald Dickson. Y el día 28 de marzo de 1939 se hallaba atracado en el muelle de Levante del puerto alicantino en espera de un cargamento de tabaco, naranjas y azafrán. Unos días antes, el capitán había hecho un misterioso viaje a Madrid, seguramente para contratar con dirigentes del PSOE el pasaje al exilio de unos cuantos militantes de ese partido, cuya vida peligraba si caían en manos de los franquistas. Pero lo que se encontró el capitán al regresar fue una multitud de personas desesperadas que habían puesto en su barco sus últimas esperanzas. Y Dickson era un buen hombre, además de un héroe, y no fue capaz de negar el auxilio a gente que de quedarse en el puerto sería destinada por los fascistas a las cárceles y, quizá, al pelotón de fusilamiento. Ordenó bajar la pasarela y dejó subir a todo el mundo, hombres, mujeres y niños, con y sin pasaje, incluidos los dos aduaneros que deberían haber comprobado la documentación de sus pasajeros contratados y que prefirieron compartir con ellos el exilio y la suerte.

            A media noche y con las luces apagadas, el barquito se puso en marcha, dejando un muelle solitario que pronto se llenaría de nuevo con fugitivos que ya no hallarían un medio para huir de los verdugos que ya se acercaban a Alacant cantando “Giovinezza” (para vergüenza de los franquistas, la unidad militar que ocupó el último reducto de la República fue la División Littorio de voluntarios italianos).

            Todavía a la salida del puerto, estallaron a la popa del barquito varios impactos de obuses o bombas enemigas, en un criminal intento de asesinar a los 3.000 refugiados que atestaban las cubiertas, el puente y las bodegas, hasta el punto de que muchos viajaban  de pie. El capitán, experimentado lobo de mar, acertó a sortear los buques de guerra franquistas que trataban de impedirle marchar a Orán, en Argelia. Parece ser que un buque de guerra inglés le prestó ayuda, y tras varias maniobras de distracción, pudo tomar rumbo al sur y, después de un día de jornada, presentarse en el puerto de Mazalquivir, cerca de Orán.

            Las autoridades francesas se portaron muy mal con los refugiados españoles. Dejaron desembarcar a mujeres, niños y heridos, pero a los hombres los tuvieron un mes confinados en el barco y alimentados y asistidos por españoles residentes en Orán. Uno de aquellos hombres era el comandante Amado Granell, que con el grado de teniente del ejército francés, sería el primer oficial aliado que tomaría París a los alemanes en la futura II Guerra Mundial.

            Tan solo unos meses más tarde, ya comenzada la contienda global, un submarino alemán torpedearía al Stanbrook, y Dickson y sus diecinueve hombres se hundirían y morirían con el barco. Estos son sus nombres, según figuran en el memorial de caídos de la flota mercante británica que se alza en Londres: A. Dickson (Capitán), Abdala Ahmed, Ahmed Ahmed, Alí Ahmed, A. Andi, F. Atkinson, V.J. Begas, M. Bey, R. Briggs, R. Charlin, W. Clark, C.L. Francis, M. García, D.W. Hughes, O. Johansen, H. Lillystone, M. Nagi, J. Nearchou, W. Oldakoff y D.A. Tagg. En los campos de trabajo del norte de África se guardó un minuto de silencio en agradecido recuerdo.

            Cuando los italianos entraron en Alicante, tres días después de la marcha del Stanbrook, más de 15.000 personas aguardaban de nuevo en los muelles la llegada de los barcos que nunca llegaron. Fueron confinados en el Campo de los Almendros, y de allí se les repartió por diferentes cárceles y campos de concentración, donde pasarían años de humillación, miseria, torturas y muchos de ellos serían ejecutados.

Archibald Dickson, con el gobernador Trino Quijano, que murió en 1854 luchando contra el cólera, son los dos héroes benéficos de Alacant, cuyo pueblo jamás les agradecerá bastante su ejemplar comportamiento. Salvaron muchas vidas. Ninguno de los dos era alicantino, pero los dos arriesgaron su vida por las gentes de Alacant.

 A la orilla del mar, en el muelle donde tendió la pasarela de su barco para socorrer a tres mil personas desesperadas, Dickson tiene su busto de bronce sobre un bloque de mármol con la leyenda de su hazaña.

  

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