miércoles, 22 de diciembre de 2021

GIORDANO BRUNO, EL LOCO DELAS ESTRELLAS.

 


EL CIELO BLOQUEADO.

 

            Filipo Bruno, conocido por la Iglesia como fray Giordano, era un fugitivo de la Inquisición. Se le buscaba por ser un contumaz hereje arriano y panteísta. Viajaba de incógnito por las ciudades del norte de Italia, y ejercía de profesor particular en las casas de los burgueses de Noli. Enseñaba Matemáticas, Nemotecnia y Filosofía, cuidando mucho de ocultar sus opiniones prohibidas.

            Oscurecía en una playa tranquila y él, tumbado en la arena, entre los cañaverales, contemplaba las primeras estrellas de la noche incipiente. En el porche de la cercana venta, una hermosa mujer, Giulia, barría la entrada, mientras dirigía al exiliado un provocativo saludo.

            -Esta noche entraré otra vez en tu cuarto y te enseñaré los secretos del amor – le decía con un gesto atrevido y silencioso.

            Pero el joven Filipo no se mostraba receptivo a los encantos de la muchacha. Más bien se sentía bloqueado por un insidioso pensamiento que lo atormentaba desde hacía días; desde que pudo ver el maravilloso cielo de las playas de Noli.

            -¿Cómo veríamos el cielo si la esfera de las estrellas fijas no se interpusiera en nuestra vista? - se preguntaba e imaginaba un martillo gigantesco que rompía la bóveda y permitía ver los infinitos mundos que se ocultaban tras ella.

            Filipo, erudito incansable, recordó viejas teorías cosmológicas. Decía el cardenal de Cusa que el Universo ha de ser necesariamente infinito, e imaginaba un espacio interminable lleno de mundos, acompañado cada uno por un Sol y unos planetas que girarían a su alrededor; y más allá, una esfera opaca de estrellas fijas que impediría ver las otras Tierras, pobladas por gentes que cantarían la gloria de Dios. Sin embargo, el polaco Copérnico sostenía que nuestro mundo, acompañando en su danza a los demás planetas, gira alrededor del Sol, fijo en el centro del Orbe.

            -¿Quién tiene razón de los dos sabios? – se preguntaba Filipo, deseando que la esfera de las estrellas fijas se tornase transparente y dejara de bloquear la visión del Universo.

            Y de pronto, un rayo de comprensión golpeó su cabeza. Jamás pensador alguno ha tenido una visión más grandiosa. Nunca ha habido una revelación más contundente.

            -¡Claro, está clarísimo! Los dos tenían razón. El Universo es infinito y está lleno de mundos, pero cada uno de ellos es un sol alrededor del cual giran los planetas habitados. No existen esferas de estrellas fijas. Nada bloquea nuestra vista. Lo que vemos es el Universo mismo, plagado de soles y planetas. Las estrellas que siempre hemos creído que estaban clavadas en una esfera opaca, son en realidad otros soles lejanos en un espacio inmenso.

            Y el Universo se mostró a Bruno como nunca antes lo había hecho a ningún mortal. Él fue el primero que admiró el cielo como ahora lo hacemos nosotros.

            Cómo te envidio, Giordano Bruno. Por ser el primer testigo de este prodigio vale la pena morir en la hoguera. Esta noche gozarás de la bella Giulia rodeado de la gloria de las estrellas, del infinito Universo y mundos.

 

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.

 

                                                                                (500 palabras)

 

Notas.- Giulia es el personaje principal de “Los heroicos furores”, un libro de Bruno.

            “El infinito Universo y mundos” es un libro de Bruno de tema cosmológico.

EL NOMBRE DE AMÉRICA.

 

¿AMÉRICA?

            El maestro cartógrafo Martín Waldseemüller se inclinaba sobre la mesa de dibujo, mientras con su hábil pluma trazaba los contornos de un nuevo continente que sus descubridores decían cubierto de ardientes selvas impenetrables y cruzado por ríos gigantescos. Tan sofocante panorama contrastaba fuertemente con el paisaje nevado que podía contemplarse tras los cristales de una amplia vidriera a su izquierda.

            -Buenos días, padre, ¿ya estáis trabajando a estas horas de la mañana? – preguntó un jovenzuelo que asomaba por la puerta del desván donde el geógrafo había instalado su estudio.

            -Buenos días, hijo. Hay que aprovechar la luz solar, y más en un día como este.

            El joven se asomó sobre el hombro del dibujante.

            -Qué estampa tan hermosa… ¿Qué representa?

            -Es un Mapamundi, el primer Mapamundi verdadero de toda la Historia – contestó el hombre, con un gesto de orgullo.

            -Pero vos ya tenéis otros Mapamundis – le replicó el joven, señalando un gran mapa colgado en la pared.

    
       
-Ah, ese… Es el Mapamundi de Ptolomeo; pero solo representa una parte del Antiguo Mundo: Europa, el norte de África y las tierras más cercanas de Asia… Solo un sector de la esfera. Menos de la mitad de su hemisferio norte. Pero ahora, gracias a los últimos descubrimientos de los navegantes castellanos y portugueses, he podido completar los mapas de Ptolomeo en un verdadero Mapamundi. Mira – le dijo, señalando diversos puntos del gran dibujo - : El sur de África, el extremo de Asia, con Catay y Cipango… y el Nuevo Mundo.

            -Sí, padre, pero aún quedan algunos países por descubrir. Ahí, en muchos puntos, habéis puesto “Terra Incógnita”.

            -Claro, todavía falta por completar el conocimiento de distintos rincones de nuestro orbe, pero en líneas generales ya sabemos cómo es toda la esfera terrestre.

            -Entonces, el mundo es una esfera… Pero vos lo dibujáis en un plano.

            Y el geógrafo sonrió condescendiente.

            -Porque lo he representado mediante una proyección por motivos prácticos. Imagina un cilindro vertical cuyo diámetro coincide con nuestro ecuador; proyecta sobre él los continentes y después lo despliegas y conviertes en un plano. Mira, si navegaras por aquí y llegaras al final del mapa – y señaló el extremo izquierdo del dibujo -, aparecerías por aquí – e indicó el extremo opuesto, mientras el muchacho sacudía la cabeza, no del todo convencido.

            -¿Y estas tierras entre Asia y Europa? ¿Por qué las llamáis “Tierras Americanas”?

            -Pues porque ha sido un navegante italiano al servicio de Castilla, Américo Vespucio, quien las ha cartografiado, dándolas a conocer.

            -Pero, ¿ha sido él quien las descubrió?

            -No exactamente. El primer navegante que llegó allí fue un tal Columbus, pero creía haber dado con Asia…

            -Sin embargo, padre, al leer “Tierras Americanas”, la gente llamará “América” a ese nuevo continente.

            Y el cartógrafo se encogió de hombros.

            -¡Narices! ¡Pues que espabilen! O que sea el Papa o el Emperador quien bautice a este nuevo continente. Yo soy solo un cartógrafo - y miró de soslayo al muchacho que ya se retiraba camino del desayuno -… ¡Condenado crio!

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                                         (500 palabras)

EL BOSQUE DE LIBROS.

Después de 15 días internado en un hospital con una peligros infección de estreptococos, reanudo mi blog donde lo dejé.

 

EL BOSQUE DE LIBROS.

            El maestro Eratóstenes soñaba a menudo que paseaba por un extraño bosque. Los troncos de los árboles eran rollos de pergamino y sobre éstos, crecían las frondosidades cuyas hojas contenían razonamientos. Después, cuando despertaba, se dirigía, muy madrugador, a su puesto de trabajo: la Gran Biblioteca de Alejandría, que regentaba con esmero erudito. Para él los libros eran seres vivos que ansiaban las caricias y la admiración de los lectores, cuyos ojos descubrieran las ideas que encerraba cada uno de ellos.

            -Apolodoro – dijo esa mañana a su esclavo –, tráeme el libro de viajes que admiramos el otro día y también las relaciones de los agrimensores sobre las distancias entre las ciudades… ¡Hoy es 21 de junio y vamos a medir la circunferencia del Mundo!

            -¿Por qué hoy, mi señor? – se atrevió a preguntar el siervo.

            -Porque hoy es el solsticio. El día en que el sol está más alto.

            -¿Y…?

     
      
-Pues que en este día el sol llega al fondo de los pozos en Siena.

            -No le comprendo, mi señor – contestó Apolodoro, desconcertado.

            -Mira, con este palo y este cordel mediremos la Tierra.

            Y Apolodoro se rió.

            -¡Eso es imposible!

            -Vamos a verlo. Plantaré el palo, vertical, en la arena del jardín. Y tú irás marcando la longitud de la sombra con el cordel. La más corta indicará el medio día. Después yo mediré con el cordel la longitud del palo y de la sombra más corta, y así estableceré a cuantos grados de la vertical está el sol a medio día, el 21 de junio, aquí en Alejandría.

            -¿Y así podrás medir la Tierra? – se atrevió a decir Apolodoro con tono escéptico.

            -Sí, mediante un cálculo llamado regla de tres. Ya sabemos, por los libros de los agrimensores, la distancia entre Alejandría y Siena. Así que si establecemos la diferencia de grados, cero en Siena y los que nos revele la sombra del Sol en Alejandría, la comparamos con los 360 grados que tiene toda circunferencia, y establecemos la misma proporción con la distancia entre estas dos ciudades, que se hallan en el mismo meridiano, y la totalidad de la circunferencia terrestre, tendremos el valor de esta última.

            Apolodoro no había entendido nada, pero obedecía a su amo en las operaciones que le ordenaba. Midieron el triángulo formado por el palo y la longitud de su sombra, y el maestro obtuvo así la diferencia angular. Después consultaron el libro de los agrimensores y apuntaron la distancia geográfica entre las dos ciudades. Y Eratóstenes hizo la regla de tres: Tantos estadios griegos (unidad de medida de entonces) es a X, como tantos grados es a 360. Y la resolvió: Tantos (estadios) por 360, entre tantos grados… Y averiguó que la Tierra tiene una circunferencia de 40.000 kilómetros (en unidades de medida actuales), aunque él lo expresara en estadios griegos.

            Se equivocó en menos de 300 kilómetros.

            Lo hizo en el año 240 antes de Cristo.

            Lo consiguió gracias a que vivía en el corazón de un bosque de libros.

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                                         (500 palabras)

Nota.-   7,2  - 360

             800  -   X      

360 x 800 : 7,2 = 40.000

            ¿Cómo no se le ocurrió a Colón ni a ningún otro hacer este sencillo cálculo, con Lisboa y Oporto p. e. como puntos de referencia?

viernes, 3 de diciembre de 2021

EL MUNDO DE LAS CUCARACHAS

 

Este ha sido mi trabajo para la Tertulia Generación21 del pasado día 2 

CUCARACHA SAPIENS

                       Buenos y repugnantes días tengan todos ustedes. Es para mí un gran honor presidir la inauguración de este extraordinario Monumento a la Basura que hoy descubrimos aquí. Este túmulo gigantesco, erigido con los fósiles de deshechos y deposiciones de nuestro predecesor en el dominio del planeta, el mal llamado Homo Sapiens, debe ser el testimonio de nuestro triunfo como especie, en el imperio de las cucarachas evolucionadas.

            El Homo Sapiens había construido una civilización poderosa. Podríamos decir que murió de éxito. En sus últimos años, su desenfrenado consumismo y la necesidad de su sistema capitalista de sostener un crecimiento continuo en un medio limitado, como la Tierra, condujeron a una situación insostenible; toda vez que ellos, pertenecientes a la extraña y gigantesca familia de los mamíferos, no eran capaces de asimilar toda la porquería que producían. Y así nació el Continente Basura en el centro del Océano Pacífico. Por otro lado, la combustión de sus vehículos alimentados con el caldo putrefacto de sus antiguos bosques prehistóricos, y de sus industrias, habian ido subiendo la temperatura de su atmósfera, contaminada también con los gases infectos, fruto de su loca carrera hacia un malentendido poder sobre la Naturaleza. Ese era el mundo apropiado para nuestro desarrollo, que de siempre nos hemos nutrido de la basura humana.

            Y un día falleció el último homo sapiens, revolcándose en sus propias defecaciones, ahogado bajo la montaña de su propia basura. Ese fue nuestro momento fundacional, el reino de las cucarachas, de los gusanos, de las sabandijas que medrábamos en aquel ambiente gloriosamente infecto.

            Nuestra especie se desarrolló rápidamente en la inmensa isla de porquería que llegó a ocupar toda la extensión del antiguo océano, desde las costas, ahora yermas, de Asia, hasta los páramos de América. La vida de los vertebrados se tornó imposible, con temperaturas que no podían resistir, con un aire que no podían respirar, sin alimentos vegetales que ya no crecían en un mundo envenenado, mientras nosotras, las sabandijas, medrábamos a nuestras anchas. Nuestra especie fue creciendo en número, tamaño y sabiduría. Ahora ya somos cuatrocientos mil millones de individuos y hemos fundado una nueva civilización. Supimos aprovechar las viejas industrias de los Homo Sapiens en nuestro provecho y ahora producimos más basura que la que ellos no supieron eliminar. Pero nosotros no necesitamos eliminarla, puesto que nos alimentamos de ella; la basura es nuestro hábitat natural.

            El año pasado, dos de nuestros congéneres llegaron a la Luna, son nuestros héroes, las cucarachas astronautas Mierdosilla y Guarrindonga; y gracias a ellas pronto la Luna también será un sabroso estercolero. Nuestro gran sabio Boñigardo de la Caca está coordinando un ambicioso plan de mierdalización de los continentes hoy desiertos. Y pronto iniciaremos una colonización de la Galaxia para ir mierdalizando a todos los planetas. Y así nuestra especie coprófaga se hará dueña de todo el Universo, en nombre de nuestro Dios, la Gran Cucaracha buena, sabia y poderosa.

En honor de nuestros héroes inauguramos este grandioso monumento a la Basura.

(Aplausos).

 

                                                           Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                   (500 palabras)

jueves, 2 de diciembre de 2021

EL FILÓSOFO QUE FLOTABA

 


EL FILÓSOFO QUE FLOTABA.

            El filósofo era un personaje muy considerado en Siracusa. Su fama como ingeniero militar y estudioso de la Filosofía Natural le granjeaba el respeto y el afecto agradecido de sus conciudadanos. Y aunque su modestia natural era incompatible con la arrogancia, todos sabían que era un gran sabio, quizá el más grande de toda la Magna Grecia. Por eso en las termas comunales siempre tenía a su disposición una tina individual.

            -Pase por aquí, señor – le decía el obsequioso siervo del establecimiento -, le he llenado la tina de agua calentita hasta el borde. Justo debajo del ventanal, para que tenga buena luz.

            -Gracias, Cayo – le respondió con amabilidad, mientras ponía en su mano unas monedas de propina.

            Después se desnudó y se fue introduciendo en el agua tibia. Pero al sentarse en el fondo vio que el nivel subía hasta desbordarse, produciendo un gran charco a su alrededor.

            -Vaya, que desastre. Se me ha mojado la toalla y se va a mojar la túnica.

            Y mientras intentaba salvar la ropa y ponerla sobre un banco de piedra, reflexionó sobre la causa de que el agua subiera al introducirse en ella.

            Y de pronto, el filósofo gritó con toda la fuerza de sus pulmones.

            -¡¡EUREKA!! ¡Lo he encontrado!

            Y salió corriendo a la calle, en pelota picada, ante el escándalo y el jolgorio de sus paisanos siracusanos.

            De pronto, se paró en el centro exacto del ágora, sin reparar siquiera en su desnudez. Al fin y al cabo Siracusa estaba llena de magníficas estatuas de hombres y mujeres desnudos bastante mejor proporcionados que él.

            -Escuchadme todos, queridos amigos y amigas, porque he de daros una buena nueva:

            E hinchando el pecho y con voz solemne pronunció el secreto de la razón por la que los barcos flotan sobre el agua:

            -“Todo cuerpo sumergido en un líquido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del líquido que desaloja”.

            Después, se dio cuenta de su desnudez, al escuchar las risas de los presentes, y avergonzado, pero satisfecho en el fondo, procedió a taparse las vergüenzas con ambas manos y, encogido y con paso apresurado, se volvió a las termas para recuperar su elegante atuendo.

            Nadie le afearía nunca su desliz, aunque tampoco consideraron digno de recuerdo el enunciado que a partir de entonces y hasta la fecha se conoce como Principio de Arquímedes.

            -Es tan distraído nuestro Arquímedes – decían las matronas, justificando el espectáculo que les había dado. En el fondo no lamentaban haber visto partes del cuerpo del filósofo que consideraron estimulantes y bien proporcionadas en su tamaño y forma. No toda la admiración iba a ser para los atletas que corrían desnudos por los estadios de Olimpia, cada cuatro años, ¿verdad?

            Pasados los siglos, el principio de Arquímedes lo estudian todos los alumnos de colegios e institutos y ha sido de gran utilidad para los constructores de barcos, aunque en su Siracusa natal, durante muchos años, solo se recordó con regocijo su figura despelotada en el centro del ágora.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca

                                                                              (500 palabras)