martes, 31 de mayo de 2016

PRESENTACIÓN DE UN LIBRO EN VALENCIANO SOBRE AMADO GRANELL.


LA INEFABLE EMOCIÓN DE VOTAR.



El tema de la tertulia de ayer era "Emoción" y yo he participado con este relato que os pongo a continuación; aunque más que emoción lo que en él se refleja es el desencanto. Emoción la de entonces.

LA INEFABLE EMOCIÓN DE VOTAR.
            Y allí estaba Nemesio, 45 años a la espalda con los primeros achaques propios de una prematura decadencia física, tensión arterial alta, corregida con pastillas, un trabajo rutinario que no le gustaba nada, esposa gorda y ausente, tres hijos varones en un instituto de enseñanza media, un pisito modesto y, en cierta medida, acogedor y un coche utilitario con doce años de vida. No se consideraba muy inteligente ni era valiente para haberse comprometido en política. Bien le había advertido su padre, que en gloria estuviera: “Nemesio, no te metas en política, que al final siempre vamos a la cárcel los mismos”. Porque el pobre hombre se había pasado ocho años en una prisión franquista, al acabar la guerra, por el delito de Auxilio a la Rebelión y estaba muy escarmentado. Alguno de los amigos del “cole” y vecinos de Nemesio sí que habían militado en partidos clandestinos y alguna vez los habían arrestado; pero, curiosamente - o no tan curiosamente -, Pepito Fraile, hijo de un concejal excombatiente de la División Azul, era inmediatamente liberado por su papá, y los “polis” de la Brigada Político Social no le tocaban un pelo. En cambio, el bueno de Roberto, que era hijo y nieto de rojos, recibía todas las bofetadas y ya se había pasado alguna temporada en chirona. Ambos habían cometido el mismo delito, según las leyes franquistas, pero, por lo visto, el pedigrí era muy importante para los agentes del orden. Por eso, Nemesio, bien aconsejado por su progenitor, se había mantenido siempre al margen de actividades políticas contra la dictadura, por mucho que el franquismo le diera un profundo asco.
            La cola era larga y la emoción se pintaba en muchos rostros. Había quien llevaba los sobres de los votos en alto, como si fueran una pancarta. Hombres y mujeres corrientes, algún mozalbete luciendo su recién estrenada mayoría de edad, unas monjas de mirada inquieta, un viejecito en silla de ruedas, todos mostraban actitudes más o menos emocionadas. A Nemesio le temblaba el pulso conforme se aproximaba a la mesa electoral. Y al fin se vio ante el presidente y los vocales, los interventores de los distintos partidos y un guardia que le dedicó un ademán amable para que se aproximara. El presidente era su viejo amigo Roberto, que en ese momento le sonreía con un gesto de complicidad, dando sin duda por buenas todas las bofetadas que había recibido en su larga lucha por la democracia. A un lado, con la acreditación de interventor de un partido de izquierdas a modo de escapulario, estaba Pepito Fraile, con una actitud digna, como de reproche ante su cobardía de tantos años. Nemesio pensó que para Pepito había sido muy fácil luchar contra el régimen, respaldado siempre por el respeto o el miedo que infundía su padre, y la negligencia de éste hacia sus “pecadillos de juventud”. En el fondo, había jugado con ventaja, y ahora se las daba de héroe de la democracia. En cuanto al guardia, tan simpático y servicial, seguro que hasta hacía poco había estado dando hostias a los malditos “subversivos” que, al final, se habían salido con la suya, muy a su pesar.
            Nemesio avanzó con paso inseguro, embargado por la emoción de votar por primera vez en su vida, y se llegó a la mesa, cuyos componentes, en su mayoría, eran conocidos suyos. Sonrió a todos, mostró su DNI, que una chica leyó en voz alta, mientras otro vocal y los interventores marcaban su nombre en las listas. Después entregó los sobres, que Roberto introdujo en las urnas mientras le guiñaba un ojo.
            Qué emoción; tanta que un violento espasmo placentero le recorrió la espalda y las piernas, mientras se le hacía un nudo en el vientre. Trastabilló al volverse para salir del colegio, y estuvo a punto de caer, mientras se apresuraba a ocultar a los presentes la evidencia de su explosión emotiva; porque una mancha de humedad en la entrepierna delataba el orgasmo que acababa de experimentar. ¡Qué apuro! ¡Qué vergüenza!

            Ahora Nemesio tiene ochenta y cuatro años y piensa que, vista la situación política actual, tampoco era para tanto.                                                 MAPérez Oca

A LA MUERTE DEL GENERAL DE PRATO.



Al viejo general le queda ya muy poco tiempo.
Repasa en su memoria las glorias vividas.
Honores y amores, hijos y medallas…
Pero desde lo más oscuro de su alma acude a mostrarse un recuerdo.
Es el mismo recuerdo de todas las noches.
El culpable de su habitual insomnio.
Y se ve joven, capitán, piloto de un bombardero sobre una ciudad indefensa.
Y recuerda el silbido espeluznante de las bombas, y los lejanos estruendos, allá abajo.
Y se imagina a los niños muertos, con su mirada muerta fija en su avión, fija en él.
Y las madres descuartizadas entre los puestos rotos de un mercado humeante.
Habían ido a comprar comida para sus hijos y ahora todos están muertos.
Las madres y los niños,
¡Muertos! ¡Muertos! ¡Muertos! ¡Trescientos muertos!
Y el viejo general se estremece.
¿Qué es él – le interroga su conciencia -, un héroe o un asesino?
“La culpa fue de la guerra”, se excusa.
Él solo quería volar, como las águilas.
Y convertirse en asesino fue el precio que pagó por cruzar los cielos.
Las miradas muertas de los muertos vuelven a acusarle.
¡Asesino, asesino, has matado a nuestra madre!
¡Asesino, asesino, has matado a mis hijos!
Y el general se agita, agonizante.
Él quisiera cerrar ya su vida, como se cierra un libro, y descansar en paz.
Son ya demasiados los años de remordimientos.
Pero los asesinos no se mueren en paz,
se mueren rabiando.


                                                   Miguel Ángel Pérez Oca.  

sábado, 28 de mayo de 2016

MI INTERVENCIÓN EN LA PLAZA DEL 25 DE MAYO.

Esta mañana, a las 12, se ha celebrado el acto conmemorativo en honor de las víctimas del terrible bombardeo del 25 de mayo de 1938. Yo he hablado en representación de la Comisión Cívica de Alicante por la recuperación de la Memoria Histórica. Han hablado el Alcalde, el Vicealcalde M. Ángel Pavón, la concejala de Memoria Historica, Mª José Espuch, la Vicepresidenta del Consell valenciano Mónica Oltra, la Consellera de Justicia... y yo. Me ha parecido excesiva la presencia de políticos y la escasa participación ciudadana. Había allí dos supervivientes del bombardeo y una poetisa que deberían haber intervenido, porque yo creo que su presencia es más importante que la de un concejal o una Consellera, pero, en fin, ya irán aprendiendo nuestros políticos. Lo importante es que los gobernantes han asumido los actos de Memoria Histórica como institucionales.
He aprovechado que estaba presente el Cónsul de Italia en Alicante para entregarle una copia del texto que he leído y que os pongo a continuación. Me gustaría que el Gobierno Italiano acusara recibo de estas palabras, sobre todo las referidas a Tullio de Prato, el bombardero que acabó de General. Al fin y al cabo el pueblo italiano, como el español, fue víctima del fascismo y no se le guarda rencor en absoluto. Pero me gustaría comprobar que nuestra repulsa al totalitarismo es unánime.
Ahí va mi intervención:

Buenos días a todos y todas. En nombre de la Comisión Cívica de Alicante para la recuperación de la Memoria Histórica, me complace manifestar nuestra satisfacción por la presencia en este acto, organizado por primera vez por nuestro Ayuntamiento, de la Vicepresidenta de la Generalitat Valenciana Mónica Oltra, de la Consellera de Justicia Gabriela Bravo, del Alcalde de Alicante Gabriel Echevarri, de la Concejala de Memoria Histórica y Democrática María José Espuch, del Vicealcalde Miguel Ángel Pavón, del Portavoz Natxo Bellido y demás componentes de nuestra Corporación Municipal, así como del señor Cónsul Honorario de Italia, de los compañeros de las Marchas de la Dignidad que han querido estar hoy con nosotros y de todos vosotros, amigos y amigas, que hemos venido a esta plaza para rendir homenaje y respeto a las trescientas víctimas del bombardeo del 25 de mayo de 1938 por la aviación fascista a las órdenes del General Franco, así como al resto de los 500 muertos habidos en los 71 bombardeos que sufrió Alicante a lo largo de nuestra terrible Guerra Civil del 36 al 39. Y, sobre todo, para comprometernos, una vez más, a que estos crímenes no se olviden nunca, con el fin de que jamás se vuelvan a repetir, ni en esta ni en ninguna otra parte del mundo.
Nuestra Comisión Cívica lleva ya muchos años luchando por mantener presente y fomentar la Memoria Histórica con esos fines. Para que la Historia nos sirva de guía hacia la paz. Para que la Justicia Histórica prevalezca. Para que los muertos inocentes reciban el recuerdo y el homenaje de merecen. Y para ello nos hemos embarcado en aventuras en las que, afortunadamente, hoy contamos con ayuda de las autoridades locales y autonómicas que, en otras épocas, se habían mostrado reticentes a colaborar con nuestra labor. Colocar el memorial que hoy preside esta Plaza del 25 de Mayo nos costó un largo periodo de desacuerdos e incomprensiones por parte de un Ayuntamiento cuyos titulares solo accedieron a regañadientes a nuestras justas pretensiones. Afortunadamente, estos son otros tiempos y otras personas dirigen nuestro municipio y nuestras instituciones autonómicas y la tarea, espero, va a ser más fácil para nosotros, que vemos con satisfacción como se institucionalizan estos actos a los que asistimos ya como satisfechos colaboradores.
Hay todavía pendientes muchas acciones de justicia histórica, como la instalación del monumento de Eusebio Sempere en nuestro puerto, en memoria de los últimos republicanos que esperaron en vano los barcos del exilio, el memorial del Campo de los Almendros, primer campo de concentración de estos demócratas, el cambio de denominación de ciertas calles con títulos franquistas, en cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica, el hermanamiento de nuestra ciudad con Cardiff, patria del heroico capitán Dickson, del Stanbrook, y el bautismo del paseo elevado del puerto a su nombre, la realización museística y de recorridos de la memoria, el mantenimiento de grafitis, refugios antiaéreos y demás recuerdos históricos de la Guerra Civil. Todo lo iremos haciendo entre todos. Y que sepa nuestro Ayuntamiento que, para eso, siempre nos tendrá a su disposición.
Solo me queda hablar hoy de un tema que recientemente nos ha conmocionado e interesado sobremanera, por lo significativo y ejemplar, a todos los niveles, de la noticia. Gracias a las investigaciones de mi hermano Eusebio, hemos podido conocer las circunstancias biográficas de uno de los dos capitanes que dirigieron el bombardeo de esta fecha que hoy conmemoramos en su 78 aniversario. El capitán Tullio de Prato, jefe de la 10ª escuadrilla de la Aviación Legionaria Fascista Italiana, al mando de tres aparatos Savoia SM 79 “Sparviero” que, junto a otra escuadrilla mandada por el capitán Zigiotti, provocó más de 300 muertos en esta misma plaza y otros lugares de Alicante, tiene una historia muy curiosa. Estuvo dos veces en nuestra Guerra, de marzo a mayo de 1937, y de 0ctubre del 37 a junio del 38. Intervino como copiloto en el Bombardeo de Guernika, en uno de los tres aviones italianos que participaron en dicha acción criminal junto a la Luftwafe. También participó, ya como jefe de escuadrilla, en los sangrientos bombardeos de Barcelona, y finalmente vino en varias ocasiones a bombardear Alicante, la más terrible de todas el 25 de mayo de 1938. Combatió en la II Guerra Mundial en los cielos de Albania y Libia, y fue después piloto de pruebas en la fábrica Regianne, donde le sorprendió la caída de Mussolini. Pero lo que más llama la atención de su biografía es que De Prato, lejos de ser depurado por el nuevo gobierno democrático y expulsado, cuando menos, del Ejército por sus crímenes de guerra, se mantuvo activo, siendo ascendido a Teniente Coronel en 1947, a Coronel en 1958 y a nada menos que General de Brigada en 1960. Estaba en posesión de tres medallas al valor militar “por la afirmación de los ideales fascistas” y de la Cruz de Hierro nazi. Murió en 1981 como un honorable militar retirado, sin que nadie le recriminara su pasado de bombardero de civiles no combatientes, de ancianos, mujeres y niños que no se podían defender de sus bombas.
España fue usada por los aviadores italianos y alemanes como banco de pruebas de sus prototipos, a costa del asesinato de ciudadanos españoles que sirvieron de conejillos de indias. Mi madre, de 98 años, superviviente de este bombardeo, todavía tiene pesadillas. Ella también fue un conejillo de indias de gente como Tullio de Prato.
Que conste aquí que no guardamos rencor alguno al pueblo italiano, hermano nuestro en tantas cosas. Ellos fueron, como nosotros, víctimas de nuestros respectivos gobiernos fascistas. Y ahora que el Estado de Derecho nos rige a ambos pueblos, es tiempo de recapacitar sobre la impunidad de ciertos criminales de guerra. Porque tan criminal como Tullio de Prato fue el americano que echó la bomba de Hiroshima, o el inglés que bombardeó Dresde, o el alemán que arrasó Coventry… o el ruso que hoy bombardea ciudades sirias de donde huyen los refugiados que tantos problemas ocasionan a ciertos políticos europeos. Hay que gritarle al mundo que un aviador que mata a madres y niños es un asesino, tan asesino como Jack el Destripador.
Por eso, le ruego al señor Cónsul de Italia que traslade al gobierno de esa nación querida y hermana nuestro estupor por el trato que recibió el carnicero de Alicante. Ya sé que no podemos echar la primera piedra, que en nuestras ciudades, incluida Alicante, aún hay calles con nombres de indeseables fascistas; pero sería bueno conocer la opinión de los actuales políticos italianos al respecto. Saber que comparten nuestra repulsa y que, juntos, nos vamos a esforzar para que, tanto en nuestra Europa como en todo el Mundo, no se vuelva a amparar y mantener en la impunidad a los criminales de guerra.

Muchas gracias.


martes, 24 de mayo de 2016

EL ASESINO DESENMASCARADO. TULLIO DE PRATO, BOMBARDERO DEL 25 DE MAYO.

Bombardeo de Alicante, el 25-5-1938.
Alicante sufrió 71 bombardeos durante la Guerra Civil.

Tullio de Prato, entonces capitán de la 10ª escuadilla.
Murió en 1981 con el grado de General de Brigada.


En la edición de hoy del diario INFORMACIÓN de Alicante, me han publicado el artículo que les adjunto sobre Tullio de Prato, aviador italiano que fue jefe de una de las escuadrillas que bombardearon Alicante el 25 de mayo de 1938 y al que, ya en tiempos de democracia, y en lugar de ser depurado y procesado por criminal de guerra, el Estado Italiano ascendió a General de Brigada.
Para que luego nos hablen de la justicia histórica.

¿QUÉ FUE DE TULLIO DE PRATO, EL BOMBARDERO DEL 25 DE MAYO?
            ¿Recibió su merecido castigo el asesino de las 300 víctimas del bombardeo del 25 de mayo de 1938 en Alicante? Pues, no. Tras la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, una vez extirpado el fascismo del Estado Italiano, De Prato permaneció en el Ejército del Aire de la República Italiana y alcanzó el grado de General de Brigada. ¿Cómo es posible que un Estado democrático ampare bajo su bandera a un criminal de guerra? Se preguntarán ustedes. Pues así es la vida. Nos horrorizamos cuando leemos que Jack el Destripador asesinó y descuartizó a 9 mujeres en Londres, pero si el asesino lleva uniforme militar y lo hace en un acto deliberado contra la población civil, puede acabar cubierto de medallas y distinciones como una persona honorable; aunque en nuestro Mercado quedasen muchas más mujeres descuartizadas que las victimas del inglés.         
         Cuando, hace ya once años, escribí mi libro “25 de mayo, la tragedia olvidada”, tuve acceso a los archivos de la Aviación Militar Italiana, donde pude leer el parte oficial del bombardeo del 25 de mayo de 1938. En él se dice que la acción se había llevado a cabo por dos formaciones: La primera a 4000 metros de altura, con cuatro aparatos Savoia 79 “Sparviero” de la 19ª escuadrilla al mando del capitán Zigiotti, y la segunda, a 4200 metros, con tres aparatos de la 10ª escuadrilla al mando del capitán De Prato. Salieron de Mallorca a las 8´10 horas y regresaron a las 10´50. Total de explosivos lanzados sobre Alicante: 56 bombas de 100 kg., 8 de 20 kg. y 20 de 15 kg. (las pequeñas eran incendiarias, destinadas a provocar fuegos en edificios).
            Nada pudimos averiguar de los capitanes Zigiotti y De Prato, hasta que hace unos meses, mi hermano Eusebio, con su habitual tenacidad investigadora, pudo localizar a De Prato, gracias a un libro autobiográfico que este criminal de guerra con ínfulas literarias publicó en Italia con el título “Tullio de Prato, un pilota contadino”. Ahora ya es fácil localizarlo. Basta con entrar en Google y poner el título del inefable librito. Por fin, como en las buenas novelas policiacas, habíamos encontrado al asesino. O al menos, a uno de ellos.
            Pero lo más escandaloso de la biografía de De Prato es el final. Veamos: Tulio de Prato nació en Pola en 1908. En 1928 era sub teniente piloto en la Aviación Fascista Italiana. De marzo a mayo de 1937, ya teniente, viene a España como voluntario de la Aviación Legionaria que Mussolini había puesto a disposición de Franco. El 26 de abril de 1937 participa, como copiloto navegante, en el bombardeo de Guernika, en uno de los tres aviones italianos que participaron junto a la Legión Cóndor en esa terrible agresión contra la población civil. Regresa a Italia, donde es ascendido a capitán. Vuelve a España en octubre de 1937 y está en Mallorca hasta junio de 1938, participando en marzo en los sangrientos bombardeos de Barcelona, ya como jefe de escuadrilla. Y el 25 de mayo de 1938 perpetra con su escuadrilla y la del capitán Ziguiotti nuestro terrible “Bombardeo del Mercado”, causando más de 300 víctimas mortales entre una población de ancianos, mujeres y niños. En 1939, ya en la II Guerra Mundial, participa como piloto de caza en la invasión de Albania, y después en Libia, donde es derribado en combate y herido de gravedad, siendo ascendido a Comandante por méritos de guerra. En 1942 es piloto de pruebas en la fábrica militar Caproni-Reggiane, donde le sorprende la caída de Mussolini. Abandona el servicio y se refugia en una granja de su propiedad; aunque, según cuenta en su libro, los alemanes fueron a buscarle para que regresara a la fábrica. El 23 de junio de 1944, cuenta De Prato que asistió “horrorizado” a una matanza de 32 civiles italianos por parte de soldados alemanes. No deja de ser paradójico que un tipo que cargaba a sus espaldas cientos de asesinatos, se horrorizase ante 32 muertes más o menos. Y ahora viene lo bueno: En abril de 1947, el Estado democrático de la República Italiana lo asciende a Teniente Coronel, en lugar de juzgarlo como criminal de guerra o, al menos, depurarlo y destituirlo de sus cargos militares. En 1958 asciende a Coronel y en 1960 es nombrado General de Brigada. Murió el 24 de diciembre de 1981 en Coriano (Rímini) a la edad de 73 años, considerado por todos como un honorable militar retirado, héroe de guerra y pionero de la aviación italiana. Tenía tres medallas al valor militar “por la afirmación de los ideales fascistas” y la Cruz de Hierro alemana.
            ¿No se escandalizan ustedes? Debe haber tantos casos como el del General De Prato que ya no nos conmueven demasiado, ¿verdad? Pues mi parecer es que no debemos consentir estas injusticias, y que los criminales, aunque sea a título póstumo, deben pagar por sus crímenes. Por tal motivo, de acuerdo con mis compañeros de la Comisión Cívica de Alicante para la recuperación de la Memoria Histórica, vamos a solicitar a nuestros actuales ediles que dirijan una reclamación a la República Italiana, exigiendo que Italia pida perdón al pueblo alicantino por todos los bombardeos terroristas con los que sus aviones con base en Son Sant Joan (Mallorca) castigaron a nuestra ciudad, entre 1936 y 1939, causando más de 500 muertos.
            Es lo menos que un estado democrático puede hacer después de haber amparado a criminales de guerra bajo su bandera. ¿No les parece?

                                                                         Miguel Ángel Pérez Oca.
                                                                  Comisión Cívica de Alicante para la

                                                                   recuperación de la Memoria Histórica.     

sábado, 21 de mayo de 2016

¡NUNCA MÁS EL TORO DE LA VEGA!



Tordesillas puede volver a ser un pueblo digno. No tiene más que aceptar el decreto de sus autoridades autonómicas y reconocer que el espectáculo que ofrecían todos los años y que se había extendido, con el escándalo correspondiente, a todo el Mundo, era una salvajada que debería sonrojar a todos los tordesillanos. Enhrabuena, Tordesllas, ahora solo os falta recriminar a los salvajes que pretenden defender una tradición tan vergonzosa como el circo romano o el lanzamiento de cabras desde los campanarios. Pero, ojo, que la cosa no termina aquí. Este no es el momento para buscar subterfugios, que si el decreto dice que no se matarán animales en público para diversión de la gente, no vale dejar al pobre animal malherido y matarlo luego en un lugar escondido. También hay que ver cuantos toros de la vega hay por ahí, cuantos espectáculos cruentos en fiestas populares acaban con la muerte, tras la tortura, del animal protagonista. Sin ir más lejos, lo que hace falta es una ley que prohiba la muerte como espectáculo, incluidas las corridas de toros. No niego que la Tauromaquia sea un arte; también lo serían la esgrima y las artes marciales de los gladiadores, pero por encima de apreciaciones artísticas está la sensibilidad hacia nuestros hermanos biológicos, que también sufren miedo y dolor. Ya va siendo hora de que en este siglo despertemos nuestra conciencia y rechacemos aquellas prácticas que en otras épocas se consideraron honorables, pero que ahora nos parecen, a la mayoría de la gente culta y sensible, lamentables actos de crueldad innecesaria.
Lo dicho; Enhorabuena, Tordesillas. Ahora ya puedo visitar como turista esa entrañable población castellana si que tenga que ocultar sentimientos de repugnancia.

martes, 17 de mayo de 2016

EL SÚBITO SILENCIO DE LOS CHACALES.



El tema de la Tertulia de ayer era "Escándalo" y mi participación fue la que os adjunto:
A mí, particularmente, el escándalo que armaban los chacales en los páramos de Ifni me resultaba hermoso. Lo que me producía verdadero escándalo eran los manejos del sargento de cocina.
Ahí os lo dejo:

EL SÚBITO SILENCIO DE LOS CHACALES.
            Era muy tarde y yo caminaba solo y a oscuras, por la senda de grava, entre las cintas amarillas, que delimitaban los campos de minas, y las alambradas. Venía de la cantina, absorto en mis pensamientos y, en esa noche cuajada de estrellas, el lastimero escándalo de aullidos de los chacales me hacía la habitual compañía a esas horas de retirada. Mi guarida estaba en la cota de Xarafa, en una litera junto a las troneras de un bunker de ametralladoras. Mis compañeros de cuarto debían estar durmiendo ya, reponiendo fuerzas para encontrarse despabilados al día siguiente, en que tendrían que caminar bajo el fiero sol hasta el nuevo tramo de carretera que estaban abriendo a base de pico y pala. Yo tenía más suerte, porque, como escribiente que era, no debería levantarme hasta las nueve, a la hora en la que el teniente me ordenaría que le llevase los papeles para firmar: Un simulacro de menú que diría que teníamos para comer arroz con calamares y, al lado, el cálculo de calorías elaborado por el servicio sanitario; y las listas de turnos de guardia y servicios, permisos, bajas por enfermedad y poco más. El caso es que comeríamos arroz, frio y pasado después de media hora de camino traqueteante a bordo del viejo camión de la cocina; pero si queríamos calamares para obtener las calorías necesarias, tendríamos que acudir a la cantina y pagarnos una tapa de chocos a la romana. Ese era el negocio del sargento de cocina, un gordo corrupto y malcarado de aspecto porcino, que nos robaba la comida con el consentimiento de los oficiales sobornados. Así era el glorioso ejército franquista de los años 60 en África.
            Pero aquella vida también tenía buenos ratos. En la cantina, todas las noches, me reunía con Ricardo y Quique, el médico de la posición y el cabo de transmisiones, que podían permitirse, como yo, trasnochar y dedicar unas horas a la conversación. Aquella noche, a Ricardo le dio por “hablar de Dios” y citó a Krishnamurti, un maestro hindú que postulaba la negación del Ego como vía a la felicidad. Quique le contestaba que aquel indio no hacía más que repetir las doctrinas del Budismo Zen, tan antiguas como la civilización japonesa. Y yo escuchaba maravillado, mientras pensaba que nunca podría admitir la idea de que el Yo es solo una palabra vacía, una ilusión de la nada.
            Así que, después de apurar la última cerveza, me había despedido de mis compañeros, que pernoctaban en el Puesto de Mando contiguo a la cantina, y me dirigí a mi dormitorio de cemento, a poco más de un kilómetro de distancia, en primera línea de frontera entre alambradas y campos de minas. Iba pensando en las palabras de Quique y Ricardo, que yo entendía meramente teóricas, pues no había visto en sus comportamientos ningún atisbo de esa increíble felicidad espiritual que anunciaban.
            De pronto, un silencio total me sacó de mis pensamientos. Solo se escuchaba el pisar de mis botas sobre los guijarros. El escándalo de los chacales había enmudecido, a la vez que una extraña luz amarilla empezaba a dibujarse en el horizonte del Este; una luz que muy pronto se concretó en el disco casi perfecto de una Luna llena algo tardía, que bañó con un brillo irreal las tabaibas espinosas, las chumberas y las piquetas que sostenían las alambradas. Se hizo casi de día, en unos tonos pálidos y misteriosos…
            -No existo – probé a decirme, quizá influido por el ambiente -. El Yo es solo una palabra… – y di un paso mental al frente. Asumí, todavía temeroso, las razones de mis amigos. Me atreví a aceptar mi propia inexistencia, como la de una ola ilusoria cuyas aguas no se desplazan horizontalmente, sino que se alzan y bajan de forma alternativa.
Y al no ser Nada, fui Todo. Mis límites ya no estaban en mi piel sino más allá de las estrellas. Yo no era yo, sino todo el Universo, y mi voluntad, las leyes inexorables de la Física que niegan el mito del libre albedrío. Todo ocurría como tenía inevitablemente que ocurrir, como está determinado desde el lejano Big-Bang.
            Entonces, los chacales volvieron a entonar su cotidiano escándalo aullador.

            Y aquel momento cambió mi vida para siempre.                            
                                                                                                        MAPérezOca.

sábado, 14 de mayo de 2016

TEATRO POLÍTICO.


Soy el político perfecto. No tengo nada dentro; así que el Partido puede llenarme con lo que quiera..

Me irritan los políticos que se esfuerzan por no meter la pata. Aquellos que tienen aprendida la lección del mensaje que el partido quiere transmitir al electorado e impone a sus directivos y militantes. Y estos, como loros amaestrados, repiten el ideario cuidando de no salirse, de nos ser espontáneos ni originales, de no demostrar que piensan por sí mismos. Me cabrea el Pedro Sánchez cuando repite las "genialidades" y las frases hechas que le preparan sus guionistas. Me solivianta la Susana cuando, ante una pregunta ingeniosa o comprometida, se sale por los cerros de Úbeda, por la tangente, con los consabidos tópicos grandilocuentes o patrióticos, o con argumentos retorcidos para no tener que afrontar conceptos que pudieran comprometerla. Odio a los chicos del PP  y de C's cuando repiten patrañas y argumentos que sus argumentadores han elaborado pensando que sus votantes son tontos. En el fondo tienen razón. Para votarlos a ellos, al menos si se es un modesto trabajador, o sea la mayoría del pueblo soberano, hay que ser muy tonto. No digamos nada de Rajoy, que ni siquiera es capaz de repetir el argumentario si reclama un mínimo de reflexión inteligente. ¿Cómo ha podido este mediocre llegar a ser registrador de la propiedad, con lo difíciles que son las oposiciones a tan insigne y lucrativo oficio? Porque para ser Jefe de Gobierno, desde luego, no hay que ser muy espabilado. La Historia nos lo demuestra muchas veces. Lo vimos en aquella memorable película del jardinero autista ("Bienvenido, Mr. Chips") , que era capaz de andar sobre las aguas (pisando las piedras, claro). No me mola el discurso épico y mediático del joven Iglesias, que un día dice una cosa y al otro la contraria, según soplen los vientos o su concepto de la estrategia electoral. Y es que gente con verdadera personalidad, con la sinceridad a flor de piel, y la honestidad como carta de presentación, que yo sepa, solo tenemos hoy día a Alberto Garzón, como tuvimos a Julio Anguita y pare usted de contar. Ahora abundan los actores y los papagayos con autocensura incluida en su contrato con el partido. Y es que, como decía el cínico Guerra: "El que se mueve no sale en la foto".
Qué pena. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

LA IZQUIERDA ( LA DE VERDAD) UNIDA POR FIN.



Bueno, por fin han hecho lo que no hicieron en las pasadas elecciones: Unirse. Ahora ya sabemos a quién tenemos que votar si queremos que este triste país se despierte al progresismo.
En cuanto al PSOE, Pedrito la sigue cagando al rechazar ir con el resto de la izquierda para el Senado. A ver si es que no es de izquierdas... ¿Sí, de verdad? Me lo temía. Pues llamándose "obrero" el partido, si no son de izquierdas, están suicidándose. Allá ellos.
Hoy, el Diario INFORMACIÓN  de Alicante me ha publicado la carta que os adjunto. Es mi parecer, muy resumidito, pero es mío. Ahí va:

 UNIDAD DE LA IZQUIERDA… ¡POR FIN!
¡Ya era hora! Los arrogantes se han dado cuenta al fin de que no pueden obtener el monopolio de la Izquierda fagocitando o prescindiendo de Izquierda Unida. Lástima que no lo hubieran hecho antes de las pasadas y fallidas elecciones. Seguramente ya tendríamos gobierno progresista hace meses. Ahora sí, ahora las cosas están meridianamente claras y por mucho que los mercenarios del poder económico, que tiembla de miedo, se inventen asuntos turbios de financiación bolivariana, la gente tiene ya muy claro a quién votar. ¡Por fin! Y mientras, el hierático Rajoy empieza a dirigirnos mensajes “preservativos” desde su sopor habitual, y nos habla con la mirada perdida y la palabra blanda, y se le nota que está leyendo y que no nos mira a nosotros sino al cartelito puesto sobre la cámara… una vez más. Y aún hay quien lo vote. ¡Asombroso! “Spain is diferent”, ya se ve. Y Pedro Sánchez, acorralado entre la verdadera izquierda y la derecha, dice sus tonterías de mal actor, como que Podemos y PP se han aliado contra él. Más le valdría que mirase dentro de su partido. Y Ribera evoca el viejo coco del “Partido Comunista”, como si eso pudiera asustar aún a ningún votante inteligente. En fin, la suerte está echada. Esto se pone interesante… aunque con 4 meses de retraso. 

martes, 3 de mayo de 2016

MI DOS DE MAYO.


El tema de ayer en la Tertulia era "2 de Mayo" y a mi me sugirió el siguiente relato. Y es que cada vez que oigo esas palabras me viene a la memoria la estampa de mi abuela cantando esa canción que yo aprendí de pequeño antes de saber sus connotaciones históricas.
Ahí va:

DOS DE MAYO…
“Dos de mayo, dos de mayo,
dos de mayo, Primavera,
cuando todos los soldados
se marchaban a la guerra…”
Recuerdo a mi abuela Concha tendiendo la ropa en la galería del patio, mientras cantaba viejas canciones y yo jugaba con una espada de madera, hecha con dos palos y un clavo de la carpintería del vecino, señor Jacinto.
Ella iba siempre de negro, por sus lutos, con el eterno moño, también negro, sin una sola cana, y un rostro arrugado y anguloso, lleno de bondad. Pasaba de los 80 años.
La yaya Concha había tenido una niñez de princesa. Su madre murió de pulmonía cuando ella era pequeñita, y su padre, mi bisabuelo Bonifacio, que era capitán de un velero que navegaba por las costas africanas y caribeñas, tardó varios meses en enterarse. A la niña Concha la criaron el “papá” Perín y la “mamá” Martina, un matrimonio riquísimo y sin hijos que se esforzó en hacerla feliz y darle una educación exquisita. Tenía un profesor particular de piano y otro que iba a casa a darle lecciones de Historia, Geografía, Matemáticas, Gramática y demás. Le compraron una pequeña tartana, tirada por un poni que llevaba del ronzal un criado negro por toda Torrevieja; y sin embargo, ella siempre fue modesta y tímida, con esa alegría un tanto reservada de las personas demasiado buenas. El señor Perín se murió después de una larga y terrible enfermedad provocada por su afición desmedida a fumar tagarninas, y sus negocios se hundieron. Y Concha se casó con un hijo del Coronel Jefe de carabineros de la zona. Arturo, mi abuelo, nunca pudo terminar su carrera militar, por su carácter irónico y rebelde, que lo soliviantó con su autoritario padre; y arrastró sus enfermedades y su posterior cojera por oficinas y despachos, como administrativo o funcionario cesante, en cuyos menesteres el matrimonio pasó muchas calamidades arrostradas por Concha con su proverbial buen carácter y falta total de pretensiones. Pasó del lujo a la miseria con la naturalidad con la que un pájaro se cambia de rama en el árbol de la vida.
Y cuando el Coronel, que tenía un genio de perros, se enfadaba y se encerraba en su despacho, dando patadas a los muebles, toda la familia iba a buscarla para que lo apaciguara; y el militar, que podía fulminar de un grito a un regimiento de carabineros, se amansaba ante Concha, con la que nadie en este mundo podía jamás enfadarse.
La yaya nunca fue al cine pues, una vez que sus hermanos la invitaron, vio al entrar un rostro gigantesco de Rodolfo Valentino en la pantalla, y ella huyó despavorida y nunca más volvió a una sala cinematográfica; ni cuando vinieron el sonoro y el color.
Me contaba unos cuentos maravillosos. Recuerdo el de “Perico Zorrocloquico”, que era la historia de un niño amparado por los frailes de un convento, que desayunaba pan y vino con el Cristo de la iglesia. Muchos años después vi una película en la que se mostraba este mismo relato, aunque su título, ahora, era “Marcelino Pan y Vino”.
Un día yo, que era un crío mimado, agarré una pataleta y, sin querer, le di un puntapié a la yaya Concha, que trataba de calmarme con buenas palabras, como al Coronel. Le dañé las varices de la pantorrilla, que llevó vendada una buena temporada. Jamás me reprochó ni me recordó la agresión, que aún hoy me duele. Esa es una de mis culpabilidades más profundas. “Perdóname, yaya, perdóname”, nunca le dije.
No molestó a nadie, siquiera para morirse. Una noche la oímos gritar: “¡Magdalena!”, llamando a su hija, pero cuando mi madre entró en su habitación, ya se nos había ido para siempre. Tenía el corazón demasiado grande y demasiado gastado.
Cantaba viejas canciones mientras cocinaba arroz con bacalao o tendía la ropa; sobre todo habaneras, traídas por su padre, el patrón Bonifacio, desde el Caribe.

“Ya viene el negro vendiendo flores…”                       
                                                                             Miguel Ángel Pérez Oca.