LA DEMOCRACIA INCOMPATIBLE.
“No es eso, no es
eso”, acabaría diciendo Ortega y Gasset, coincidiendo con el parecer de grandes
intelectuales españoles, como el doctor Marañón y don Miguel de Unamuno. Y es
que, en cuanto una verdadera democracia se instauró en nuestro país, el choque
de clases se hizo inevitable. La derecha rancia de los privilegiados y los terratenientes,
militares africanistas y una Iglesia trasnochada, se enfrentaba ferozmente a
las reformas que el nuevo Jefe de Gobierno, Manuel Azaña, se atrevió a hacer,
quizá precipitadamente, en el terreno de la Reforma Agraria, las relaciones del
Estado con la Iglesia y la estructuración del estamento militar. La Izquierda,
quizá fascinada por la revolución bolchevique, y en guardia frente a los
fascismos que progresaban en Europa, se dejó llevar por los más exaltados, los ácratas
de la CNT y las gentes incontroladas con sed de justicia desde hacía siglos y
embrutecidas por su propia miseria. El resultado iba a ser una colisión frontal
de trenes que, de momento, se materializó en Alacant con el incendio y saqueo de
varios conventos y alguna iglesia (Benalúa), que las fuerzas del orden no pudieron
impedir a partir de que en un altercado con la Guardia Civil se produjera la
muerte de uno de los asaltantes. Sí que se pudo evitar el linchamiento de dos religiosos,
profesores de los Salesianos. Menos mal.
Las
nuevas autoridades republicanas condenaron estos desmanes y se propusieron que
no volvieran a repetirse. Y regresó una precaria normalidad.
Con motivo de
la visita del Presidente de la República a Alacant, en enero de 1932, el
industrial Prytz había donado una lujosa residencia en Santa Faz para alojar al
Jefe del Estado, cada vez que visitara nuestra ciudad, y recibió por ello la
Medalla de Oro de la ciudad.
Durante los
tres años de mandato de Lorenzo Carbonell se construyeron varias escuelas, como
el Grupo Escolar de Carolinas, inaugurado por el Jefe del Gobierno y el
alicantino Rodolfo Llopis, Director General de Enseñanza Primaria. Se demolió
el viejo convento de las Capuchinas, para comunicar la Rambla con la plaza de
Ruperto Chapí. Se cerró definitivamente el viejo cementerio de San Blas. Y se
elaboró un magnífico proyecto de urbanización de la Playa de San Juan, con el
apoyo del ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, que nunca se llevaría a
cabo, desgraciadamente, a causa de la crítica situación que se avecinaba.
En
1932, el primero y segundo premios de las Hogueras de San Juan los ganó, por
segunda vez, Gastón Castelló.
Es
en esta época cuando el Ateneo alicantino alcanza su mayor esplendor, con
conferencias, exposiciones, conciertos y presentaciones de obras de importantes
creadores. Entre los participantes estaban el joven poeta oriolano Miguel
Hernández y su compañero el ensayista Ramón Sijé.
Pero
el 10 de agosto de ese mismo año hubo un intento fallido de golpe de Estado,
protagonizado por el General Sanjurjo. Y en el otro extremo político, los
anarquistas de la CNT promovían su revolución libertaria, con huelgas en el
puerto y en la construcción, y tiroteos entre guardias jurados y piquetes que,
en Alacant, se saldaron con dos muertos, uno de cada bando. Republicanos y
socialistas discrepaban en su apoyo a las acciones obreras, lo que acabó provocando
la ruptura de los antiguos aliados, haciendo inevitable la convocatoria de
elecciones anticipadas, en las que por primera vez podrían votar las mujeres.
Y
las ganó la derechista CEDA, coaligada con los radicales de Lerroux, cuyo
Gobierno se apresuró a eliminar y neutralizar toda la legislación social del
anterior, mientras los cedistas de Gil Robles se acercaban cada vez más al
fascismo italiano. Cuando Lerroux aceptó en su gobierno a cuatro ministros de
la CEDA, enemigos declarados de la República, se desencadenó la rebelión de los
socialistas que declaraban la Huelga General Revolucionaria. En Alacant
fracasó, pero en Asturias estalló la revolución, que sería sofocada a sangre y
fuego por las tropas africanas mandadas por el General Franco. El ayuntamiento
de Lorenzo Carbonell fue disuelto. La Falange de José Antonio Primo de Rivera,
hijo del dictador, hizo acto de presencia en Alicante, con la violencia propia
de los grupos fascistas. La postura de unos y otros era incompatible, y el
Presidente Alcalá Zamora se vio obligado a convocar nuevas elecciones, ¡Otra
vez!
Se liberó a
los presos políticos y Carbonell recuperó la alcaldía.
Las Izquierdas
acordaron presentarse, a nivel nacional, unidas en el llamado Frente Popular. La
campaña electoral fue muy dura y por ambas partes se hicieron proclamas muy
peligrosas, en las que la violencia, la revolución y la guerra civil estaban
muy presentes. En Alacant, como en el resto de España, ganó el Frente Popular,
y la situación siguió tensándose y culminando con los asesinatos del teniente
Castillo, a manos de pistoleros de la derecha, y del político Calvo Sotelo en
represalia.
“No
es eso, no es eso” diría Ortega, que veía a España al borde del precipicio.
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