EL CACHORRO.
El joven Alvan
Graham Clark se llamaba como su padre, el famoso constructor de telescopios
refractores Alvan Clark que en 1895 construiría el refractor más grande jamás
construido, el instalado en el observatorio de Yerkes, de 102 centímetros de
diámetro, todavía en uso en la actualidad. La dificultad de construir
telescopios refractores muy grandes estriba en que la lente del objetivo tiene
que ser de un vidrio muy transparente y grueso, que resulta muy pesado y se
deforma al estar sujeto solo por los bordes, produciendo aberraciones muy
difíciles de corregir.
Pero
no nos adelantemos a la Historia. Todavía para los Clark era 1862 y estaban
probando un telescopio que iba a ser el de mayor diámetro de los Estados
Unidos. El joven Clark observaba las estrellas para comprobar que la enorme
lente no producía aberraciones. Había enfocado a Sirio.
-Vaya,
papá, creo que esta lente tiene un defecto. Produce una aberración.
-¿Qué
me dices? ¿Qué clase de aberración? – le interrogó, alarmado, Clark padre.
-Pues…
es una especie de puntito a la izquierda de Sirio.
-¿Has
comprobado si se produce también en otras estrellas? Mira Betelgeuse, o Rigel…
A ver si ese puntito es la secundaria que ha supuesto Bessel por el balanceo de
Sirio y se trata de una estrella muy pequeña.
-Pero
ese puntito es demasiado pequeño para ser una estrella.
-Tú
mira Betelgeuse.
Y
el joven enfocó la constelación de Orión y subió hasta el hombro izquierdo del personaje
mitológico, la gigante roja que llamamos Betelgeuse.
-Pues,
no, con Betelgeuse no se ve la aberración… ni con Rigel, que tiene su
secundaria, la de siempre, pero no el puntito que veo en Sirio.
-¡Porque
no es una aberración, tontaina! ¡Acabas de descubrir Sirio B, el “Cachorro”, la
secundaria de Sirio!
-Pero,
¿cómo es tan pequeñita?
Era
tan pequeñita porque Alvan Graham Clark había descubierto, por casualidad, la primera enana blanca de la Historia. Una
enana blanca es el rescoldo de una estrella pequeña, como nuestro Sol, después
de haber agotado su combustión nuclear del hidrógeno, que se fusiona para
convertirse en helio. El núcleo de la estrella se apaga porque su masa, al no
tener suficiente fuerza de gravedad, no permite nuevas combustiones de
elementos más pesados, y lo que queda es un rescoldo muy caliente y minúsculo,
del tamaño de un planeta, que antes ha expulsado sus capas exteriores en lo que
se conoce como nebulosa planetaria. Si la estrella fuera mucho más grande, el
resultado sería una explosión de supernova, cuyo rescoldo sería una estrella de
neutrones, con una densidad millones de veces superior a la materia ordinaria
(una cucharada de esa clase de cuerpo pesaría más que todas las montañas de la
provincia de Alicante), y si aún fuera más grande, produciría un agujero negro,
cuya fuerza de gravedad impondría una velocidad de escape superior a la
velocidad de la luz. Nada puede escapar de un agujero negro.
Pero
todo esto no lo sabían los Clark, ni nadie, en el siglo XIX.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)