sábado, 28 de marzo de 2020

EXPLICACIONES Y DISCULPAS.



            Ayer me porté mal. Me dejé llevar por la ira, y no puedo, no quiero, permitírmelo. Por eso quiero pediros disculpas por mi actitud en el foro de Wasap de ayer. No me gustaría nada que ningún compañero dejara el foro o ya no entrara en él por mi culpa. Después os daré mi explicación, o mi justificación, que va a ser más larga y compleja que la petición de perdón. Pero os ruego que la leáis, aunque os incomode, porque todo tiene una explicación. Primero os diré que, aunque me considero de izquierdas no milito en ningún partido ni he necesitado, ni consentido, comisarios políticos que me digan lo que debo pensar y decir. Tengo mi propio criterio que intento sea honesto y ecuánime. Aunque la situación desesperante que vivimos, agravada en mi caso por tener una madre de 102 años en una residencia a donde no puedo acceder y de la que solo puedo tener noticias por teléfono, me produce un desasosiego desconocido en mí hasta ahora. Os diré que creo que en una situación gravísima, como la actual, con ya miles de muertos, todos debemos arrimar el hombro y dar nuestro apoyo al Gobierno y las demás autoridades públicas, tanto si son de izquierdas como de derechas; y me indigna y me conmueve una oposición desleal y creo que deshonesta que, en lugar de colaborar para aliviar la angustia de tanta gente, aprovechan la coyuntura para erosionar al gobierno que tachan de “bolivariano”, “comunista” y otras lindezas. Os aseguro que si el caso fuera inverso y los protagonistas fueran los otros, me indignaría igual. Vale, ya lo he dicho. Ayer me indignó profundamente un vídeo aportado por un compañero, en el que se enlazaban dos imágenes del doctor Simón, una dando la terrible noticia de los fallecidos y la siguiente en un momento de distensión en la que se permitió reír levemente. Las dos escenas eran de comparecencias distintas y se habían enlazado con muy mala intención. Querían decirnos que el tal doctor es un desaprensivo que se ríe de los muertos. Y eso es mentira. Ese hombre está haciendo todo lo que puede; como el diputado Echenique, que siendo de un grupo de riesgo extremo (si cayera con el coronavirus seguramente no sobreviviría, dada su frágil condición física), acude de forma heroica a las sesiones del Parlamento para aportar sus opiniones de científico. Ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias son santos de mi particular devoción, pero estamos en guerra contra un enemigo invisible y en la guerra el que no apoya a su bando es un traidor. Por eso, me indignó tanto el vídeo de marras que no pude, no supe, contenerme. Lo mío, lo de mis amigos Pepe y M. Sarceda, no son opiniones partidistas, teledirigidas, como se insinuó, es santa y pura indignación por el ruín comportamiento de quienes hicieron recortes a la Sanidad que tan necesaria nos resulta ahora. No debería pedir perdón, pero lo hago, porque no quiero perjudicar a mi foro de Wasap. Os pido perdón a todos, en especial a quien se haya sentido molesto por mi actitud y la de algún compañero. Solo os pido a todos mis compañeros del foro de Wasap, que antes de hacerse eco de esa conducta que yo considero inmoral por parte de quienes deberían colaborar para sacarnos del apuro, piensen que al menos a mí me están haciendo mucho daño. No volveré a discutir en el Wasap, ya que hay quienes se sienten molestos con mi actitud indignada. No lo volveré hacer, pero no es necesario, porque ya saben todos cuál es mi postura y lo que me va a doler contenerme. Pero lo voy a hacer. Perdón a todos.

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                                            (617 palabras)


martes, 24 de marzo de 2020

¡SHHHHH...!

El desafío de la tertulia virtual de ayer por Wasap era escribir un cuento cortísimo (50-70 palabras) de tema libre. Ahí va el mío:

¡SHHHHHH…!

¡Shhhh…! Este silencio es tan denso. ¿Qué me ha despertado? En el balcón se oye un repiqueteo muy suave, apenas audible, pero en este silencio es como una traca para mí. Bajo la mesa en la que cené anoche, un pajarito picotea las migajas; luego alza el vuelo, libre, y se aleja de mi jaula, hacia nubes plomizas y un sol tímido que baña todos los silencios de la pandemia.

                                      Miguel Ángel Pérez Oca.

                                               (70 palabras)

martes, 17 de marzo de 2020

No sé si tengo ánimos para seguir escribiendo en este blog. Estoy como los saltamontes que vi durante el eclipse total en Szeged (Hungría), que por lo visto se les desconfiguró la programación cerebral y se quedaron como muertos, que los tocabas y no saltaban ni nada. Yo también estoy desconfigurado. Pero para que no digáis que no colaboro en mantener el desbordante optimismo que a todos nos anima, os pongo aquí el trabajo que había preparado para la próxima tertulia. Es la historia de alguien que nos haría falta, mucha falta, en estos días aciagos. He dicho.


LA HAZAÑA DE UN MODESTO MÉDICO RURAL.

            La epidemia había asolado, una vez más, la campiña británica. Eran tantos los hombres y mujeres de aquellas tierras con huellas en el rostro de las pústulas pasadas, que aquel o aquella que tenía la faz limpia de cicatrices llamaba la atención y podía presumir de su condición afortunada. El doctor rural Edward Jenner se sentía impotente ante la horrorosa enfermedad que a tantas personas se había llevado el año anterior, y la duda sobre la utilidad de su profesión corroía su conciencia de buen cristiano.
            Ante una jarra de espumante cerveza, sentado a una mesa del pub del pueblo, conversaba con el señor Smith, secretario del ayuntamiento. A través de la ventana veían pasar a los transeúntes, muchos de ellos con huellas recientes en la cara.
            -Las muchachas han perdido su belleza juvenil y solo unas pocas podrán enamorar a un hombre que, a su vez, haya sido agraciado con un rostro limpio de secuelas - decía el secretario-. Y aun así todavía son afortunadas. Muchas jóvenes han muerto en la pasada epidemia…
            -Sí, señor Smith, es una cuestión candente hallar la cura de esta maldita viruela – razonó el doctor.
            -Este año solo se van a casar las lecheras…
            -¿Las lecheras? ¿Por qué las lecheras? – preguntó, intrigado, Jenner.
            -¿No lo sabe usted? ¿Acaso atendió a alguna vaquera durante la epidemia?
            Y el doctor se quedó pensativo, repasando su memoria.
            -Pues no, es cierto, ninguna de las lecheras de mi distrito padeció la enfermedad.
            -Nunca la padecen. Si quiere le enseño el registro de los últimos años. En las listas se figura la profesión. Ya verá que en ninguna aparece una ordeñadora de vacas.
            Y al doctor se le encendió una luz en los ojos.
            -Pues si no se contagian debe ser por alguna razón…
            -Y es raro – remató el secretario –, porque sí que se contagian de la viruela vacuna, y muchas de ellas padecen sarpullidos en las manos y muñecas, de la misma clase de pupas que les salen a las vacas en las ubres.
            Y un silencio profundo se apoderó del médico Jenner. Estaba pensando, mientras apuraba sorbos de su cerveza, hasta vaciar la jarra.
            -Escuche, amigo Smith, si inoculásemos a todos los habitantes de este pueblo con líquido de las pústulas de una lechera infectada, quizá todos quedarían inmunizados como ellas, ¿no le parece?
            Y el funcionario se encogió de hombros.
            -Bueno, el médico es usted. Pero por mi parte yo haría que el ayuntamiento le facilitara la labor. Si tiene usted razón, se podrían salvar tantas vidas… y tantos rostros bonitos…
            -Pues voy a estudiar el caso y haré unas pruebas para ver si ese método preventivo podría ser útil, aunque tengo alguna duda.
            -Pues no dude, amigo mío, que lo veo salvando a la Humanidad, con el orgullo de ser el descubridor de… ¿Cómo llamaría usted al método de su invención?
            -Pues… “inoculación de viruela vacuna para prevenir la viruela humana…” o algo así.
            -Yo creo que debería ser más breve: de vaca, Vacuna.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.
                                                                               (500 palabras)

martes, 10 de marzo de 2020

LA DUDA Y EL ORGULLO

El tema de ayer era "Duda y Orgullo" y yo presenté este trabajo que espero os guste:


LA MANZANA Y LA LUNA.

El jovencito pálido, de aspecto enfermizo, se aburría como una ostra desde que cerraron la Universidad a causa de la epidemia y tuvo que refugiarse en la casa de mamá y el reverendo. Desde que murió papá, y mamá se casó de nuevo con el pastor antipático, nadie le hacía mucho caso, aunque él, ya acostumbrado a la soledad, había encontrado un buen refugio en sus estudios, convirtiéndose en el “empollón” de la clase. Por otro lado, mamá carecía por completo de conversación, y al pastor lo sacabas de la Biblia y se quedaba mudo. Así que el joven, arisco y raro como él solo, prefería marchar al jardín, sentarse a la sombra de un árbol, y pasarse las horas muertas leyendo algún libro…
Y entonces ocurrió algo que para cualquiera hubiera parecido banal, pero que para él iba a resultar trascendente.
Del vecino manzano se desprendió una fruta grande y roja que, en un corto trayecto vertical, fue a dar en el suelo y rebotó contra el césped hasta llegar rodando a la mano blanca, con venas azuladas, del jovenzuelo sorprendido.
Y al alzar la vista para averiguar la procedencia del proyectil, sus ojos dieron con una magnífica Luna creciente que asomaba entre las copas de los árboles.
-¿Por qué la manzana cae y la Luna no? – se preguntó.
¿Por qué la masa de la Tierra forzaba a la manzana a viajar hacia el centro planetario, y la Luna, que gira a su alrededor, no se desprendía de los cielos y nos golpeaba como un gigantesco martillo pilón?
Y el muchacho imaginó a la manzana sirviendo de proyectil de artillería, lanzado por una carga de pólvora hacia el horizonte. Tras el fuerte estruendo del arma, la bala vegetal describiría una curva parabólica y caería a tierra a unos cientos de metros del artillero. ¿Y si doblásemos la carga de pólvora? Pues la curva se alargaría y la manzana llegaría mucho más lejos. Y Así, con un cañón gigantesco y una carga explosiva enorme, y siempre que la Tierra no tuviera una atmósfera que frenara al proyectil, éste habría alcanzado la velocidad precisa para rodear el mundo, paralelo al suelo, y acabar matando al artillero de un impacto en la nuca.
- ¡Maravilloso! - se dijo el jovenzuelo sabihondo -, aunque para eso es necesario que exista una fuerza de gravedad universal que reine sobre manzanas y satélites, y que se propague con un poder directamente proporcional a las masas implicadas e inversamente al cuadrado de sus distancias mutuas.
Para despejar cualquier clase de duda y poder sentir el orgullo de haber destronado a Aristóteles, tendría que hacer diversos cálculos: Necesitaría saber la distancia de la Tierra a la Luna, la velocidad a la que ésta recorre su órbita, y la masa de los dos cuerpos… Afortunadamente, en la pretenciosa biblioteca del reverendo podría consultar todos esos datos.
Vaya, pues ya no se iba a aburrir. Ya tenía el jovenzuelo Isaac Newton trabajo para sus forzadas vacaciones durante la epidemia.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                             (500 palabras)