domingo, 29 de noviembre de 2015

ARTISTAS SOLIDARIOS POR LA MEMORIA HISTÓRICA.






El pasado día 20 tuvo lugar en la Sala de Exposiciones de la Lonja del Pescado de Alicante la inauguración de la exposición "100 ARTISTAS SOLIDARIOS" , ampliada con "2015, ARTE Y DEMOCRACIA", con un total de 148 obras pictóricas, dibujos y esculturas de artistas que ceden sus obras para financiar la colocación a la entrada de nuestro puerto de la escultura "La Paloma" de Eusebio Sempere, para recordar a los últimos republicanos que no pudieron marchar al exilio a finales de marzo de 1939, acto final de nuestra terrible Guerra Civil, solo dulcificado por la gesta valerosa del capitán galés Archibald Dickson que en su pequeño buque Stanbrook pudo salvar  del cautiverio o la muerte a cerca de 3000 refugiados en la noche del 28 de ese mes.
La inauguración fue un acto muy emotivo del que os pongo algunas fotos. Hablaron, por la Comisión Cívica de Alicante para la recuperación de la Memoria Histórica, el historiador Francisco Moreno; por los artistas, el pintor José Piqueras; por el Ayuntamiento, nuestro alcalde Gabriel Echévarri y como comisaria de la exposición la pintora y miembro de la Comisión Cívica, Carme Jorques, que ha sido el alma de esta muestra y a cuyo esfuerzo y buen hacer debemos la feliz realización de la misma. Asistió una gran cantidad de público, entre el que se encontraban muchos de los artistas donantes, la diputada autonómica Llum Quiñonero y varios ediles, como el portavoz municipal Natxo Bellido, el vicealcalde Miguel Ángel Pavón, y los concejales Daniel Simón (Cultura), Maria José Espuch (Memoria Histórica y Educación), Nerea Belmonte, Víctor Domínguez, Marisol Moreno y algún otro que no tengo el gusto de conocer personalmente.
La sala tiene a la entrada una serie de paneles con frases de conocidos intelectuales alicantinos y de actividades de la Comisión Cívica, así como una proyección de audiovisuales sobre el tema. A continuación, como "Memoria de la Memoria" se muestran obras de Arcadio Blasco y Mario Candela, promotores de esta exposición que ya no están entre nosotros. Después se muestra el fondo de los 100 artistas solidarios, entre los cuales se pueden admirar obras de Adriano Carrillo, Manuel Alcorlo, María Chana, José Díaz Azorín, Carme Jorques, Antoni Miró, José Piqueras, etc. etc. etc. (ruego que me perdonen los no nombrados, porque una relación de cien artistas ocuparía demasiado espacio en este blog). Hay una muestra de dibujos de humor gráfico con obras de El Roto, Forges y Peridis, entre otros. También esculturas de Adrián y Adriano Carrillo (padre e hijo), Miguel Bañuls, Eduardo Lastres, etc. etc. etc.. Y, por fin, las nuevas aportaciones de Ricardo Fuente, Juanjo Hernández, Javier Lorenzo, Jaume Marzal, Elvira Pizano, etc. etc. etc. que componen el conjunto  "2015, Arte y Democracia" (reitero el ruego de perdón a los que no he podido figurar en esta artículo por falta de espacio).
Las obras se podrán adquirir, reservándolas en la exposición que estará abierta hasta el 15 de enero.
¡NO OS LA PODÉIS PERDER!
Miguel Ángel Pérez Oca.                        

martes, 24 de noviembre de 2015

OTRA AUSENCIA



AUSENCIA.

Hace mucho que no viene
y es en vano que la espero
con sus ojos tan azules
y sus cabellos tan negros.

Hace mucho que  no viene
y hace poco me dijeron
que se murió jovencita
y que está en el cementerio.

Hace mucho que no viene
y no le dije: “Te quiero”.
Y me perdí la ocasión
de besarla en el otero.

Hace mucho que no viene
y eso no tiene remedio.
Lo que no le dije entonces
aun me quema en el recuerdo.

            Miguel Ángel Pérez Oca.




HACE MUCHO QUE NO VIENE

Ese es el tema de las narraciones de la Tertulia de ayer.
Os pongo la mía a continuación:



AUSENCIA.
            Hace mucho que no viene. Los gatos del mercado la añoran y todos los días, a la hora acostumbrada, se reúnen en torno a la farola de la plaza, esperándola. Ella me compraba siempre un ranchito de pescado y lo depositaba allí, sobre el papel de estraza en el que yo se lo había servido. Y los gatos se lanzaban, golosos, sobre los pescaditos y después, con las panzas llenas, se restregaban con sus pantorrillas, ronroneando agradecidos. Y ella los miraba a su alrededor y una gran sonrisa iluminaba su rostro a menudo magullado por los golpes. Estos son tiempos de dictadura, de honor machista bendecido por la Iglesia, y denunciar los maltratos de un marido brutal a su esposa resulta inconcebible. “Son asuntos privados de la familia -me decía un guardia urbano-, mientras no le pegue en la calle, no podemos hacer nada”. Y ella estuvo viniendo a mi puesto durante años con marcas de la bestialidad de su esposo en el rostro y en los brazos. Él nunca le perdonó que no fuera capaz de darle un hijo varón, en el que perpetuar su orgullo de macho dominante. Y ella, a falta de hijos, a falta de cariño de su hombre, descargaba su ternura en los gatos del mercado, que la reconocían y maullaban felices a su paso. Era hermosa, o lo había sido. Sus ojos claros y su pelo negro como el azabache tendrían que haber hecho feliz a un buen marido, pero solo conseguían despertar sus celos enfermizos y moverlo a la agresión y el insulto. Y ella no podía huir, porque la Guardia Civil la hubiera devuelto al hogar, tras la denuncia del cabeza de familia, que quizá la mataría alegando una razón de honor que el juez fascista no pondría en duda antes de absolverlo. Estaba atrapada sin remedio y sus ojos enrojecidos delataban sus llantos solitarios. Estaba muerta en vida. Y ahora está muerta en muerte.
            -Pepita – me decía con ese vago terror en la mirada que la ensombrecía cada vez que lo mentaba -, si algún día te encuentras a Ramón por la calle, no se te ocurra decirle que me gasto sus dineros en comprarte comida para los gatitos.
            -Pero si son cuatro perras chicas… - le contestaba yo, excusándola.
            -Sí, pero si se entera, me mata.
            Y la mató.
            Dicen que le dio una paliza de muerte. Que había venido borracho, después de perder a las cartas. Que algún bocazas le había contado que todos los días se gastaba unos céntimos en mi pescadería, comprando comida para los gatos callejeros. Que había visto a algún rijoso, o a algún poeta, admirando en silencio sus ojos claros y su pelo negro. Fue por alguna de esas cosas, o por todas, o por ninguna. Pero la mató, y cuando se celebró el juicio, él alegó que la había sorprendido siéndole infiel y la había matado para salvar su honor. Nadie lo creyó; pero el canalla salió libre y ella, además de muerta, quedo deshonrada.
            Desde entonces la he echado de menos, y también los gatos. Y cada vez que veía a Ramón se me llevaban los demonios. Cuántas veces lo he maldecido. Cuántas veces he deseado que el pescado que le vendía reventase en sus tripas. ¡Canalla malnacido!
            Hoy ha salido un sol especial, de esos que en las mañanas de otoño doran las calles y las escamas de los pescados. Hoy, las vecinas del barrio se dan la noticia.
            -¿Sabes que el bestia de Ramón se murió ayer? Por lo visto, se atragantó con una espina de dorada y se ahogó. Y como es viudo y vive solo, nadie lo pudo ayudar…
            Y yo he mirado al cielo y a la farola bajo la que se arremolinan los gatos. Y una sonrisa de triunfo y de desquite se ha pintado en mi rostro. Después, me he reído con todas mis ganas, porque ayer, el único puesto del mercado que servía dorada era el mío.
            Hace mucho que no viene, pero los gatos siguen esperándola junto a la farola, y allí se congregan a la hora en que ella los alimentaba; aunque, desde que faltó, soy yo la que les lleva un ranchito de pescado cuando acaba mi jornada.                   

                                                                                                    Miguel Ángel Pérez Oca.

domingo, 22 de noviembre de 2015

UN TEMIBLE FUTURO ASOMA POR EL HORIZONTE.

Eclipse del 4-1-2011. Fotografía de Antonio Soler.

            Me debato entre el temor, la esperanza y la incertidumbre. Tengo la sensación de que está amaneciendo con un sol extraño, no sé si luminoso u oscuro, no sé si blanco de esperanza o negro de horror. Una vez, desde nuestras playas, tuve la ocasión de contemplar un amanecer que coincidía con un eclipse de sol. Aquí en mi tierra, el eclipse era parcial y, curiosamente, en lugar de ver salir la familiar esfera de todos los días, fueron dos puntas luminosas las que rompían el horizonte. Fue un amanecer extraño, pero todos sabíamos que en unas decenas de minutos la Luna dejaría de interponerse entre nosotros y el Sol y la esfera luminosa brillaría en lo alto con todo su habitual esplendor. No es así en esta ocasión histórica. El terror recorre Europa después de los atentados de París, porque los adocenados europeos hemos visto la tragedia terrorista en nuestro suelo, en medio de nuestros lujos y nuestros oropeles, mientras que cuando estas tragedias han ido ocurriendo en el Medio Oriente o en África, las hemos contemplado como un espectáculo lejano y molesto. Ahora nos amenazan, y en lugar de comprender mejor a los millares de fugitivos que llaman a nuestras puertas pidiendo asilo contra la barbarie, dificultamos más todavía su acogida con argumentos tan pobres como que entre ellos pueden venir también los asesinos. Dudamos de los musulmanes en general, de todo aquel cuya piel sea morena, ante la remota posibilidad de que pudiera ser un fanático amenazante. Y en lugar de hacer autocrítica para averiguar cómo los países más poderosos de la Tierra hemos llegado a esta situación mundial, queremos resolverlo machacando con bombas el territorio de origen, aunque por cada integrista muerto haya cientos de personas inocentes que pagarán su desgracia como daños colaterales. Ya se ha hecho antes, cuando el obtuso Bush contestó al ataque de las torres gemelas invadiendo un país islámico, Afganistán, gobernado por integristas, pero que no tenía mucho que ver con el tema. Después, cuando le tocó a Madrid, el Bush español de turno, un tal Aznar, se empeñó en aprovechar el rédito electoral del suceso, atribuyendo el atentado de Atocha a la ETA, y eso, descubierto a tiempo, le costó perder las elecciones. Afortunadamente, otro gobernante más honesto que él, Zapatero, tomó el relevo y mantuvo a su país fuera del conflicto internacional. Ahora se repite la historia y, en lugar de repasar los errores cometidos, ver cómo se puede trabajar en los guetos islámicos franceses para evitar el surgimiento de peligrosos conversos, y en lugar de ayudar a los pueblos del tercer mundo a desarrollarse sin frustraciones e iras, y en lugar de ahogar económicamente a los dirigentes del llamado Califato cortando de raíz los apoyos económicos, la venta de armas y la compra clandestina de su petróleo, nos ponemos los europeos a cantar la Marsellesa y aprobamos, otra vez, los dichosos bombardeos que no resuelven nada. En última instancia, el origen de toda esta tragedia que nos amenaza de forma inminente es el asqueroso e irracional Sistema Capitalista, que fija sus objetivos en las riquezas de los países subdesarrollados, para rapiñarlos en lugar de ayudarlos a que se desarrollen, y se niega a devolver a la población europea la amenazada sociedad del bienestar, que está perdiendo en su artificial crisis económica. En su loca carrera por profundizar cada vez más la brecha social de la desigualdad, promueven los guetos donde los jóvenes ignorantes, desocupados y pobres son presa fácil de los reclutadores de suicidas. Antes, frente a la amenaza del comunismo, los mismos explotadores capitalistas ponían coto a sus espurias ambiciones y consentían ciertos beneficios para el pueblo trabajador de aquí y de allende. Ahora, caído el muro, parece que ya no temen a nada. Sin embargo, el nuevo enemigo es más peligroso que el anterior, que al final se desmoronó sólo por su incapacidad de competir con el boyante bienestar occidental. En cambio, el enemigo actual es el viejo y destructivo integrismo de la Edad Media musulmana, el mismo que destruía a la maravillosa civilización musulmana de Al Ándalus en nombre del Alá terrible que adoraban Almorávides y Almohades. Es el viejo fanatismo religioso al que no le importa nada el confort de sus fieles sino el sacrificio sangriento, la muerte pretendidamente justiciera y terrorífica cuya última meta es la conversión total a un mundo donde el placer, la belleza y el gozo de la vida son pecados que se castigan con la violencia extrema.

Si nuestros magnates no son capaces de ofrecer a los pueblos pacíficos de los países pobres y a los habitantes pacíficos de nuestros guetos sociales del paro y los recortes una alternativa a la desesperación y a la violencia, nos anegará la sangre de la venganza fanática que ellos mismos, nuestros ricos locales, con su egoísmo habrán fomentado.  Aunque a ellos, seguramente, les importa muy poco, porque siempre habrá algún paraíso fiscal donde esconder sus tesoros y donde construir sus palacios. Incluso las guerras favorecen sus ambiciones, porque el negocio de las armas produce pingües beneficios, como la compra de petróleo barato y otros negocios inconfesables. Por cierto, ¿saben ustedes que el Estado Español vende tanques a la Arabia Saudí wahabita?  Pues eso.  

domingo, 15 de noviembre de 2015

¡PARÍS!


Intento pensar fríamente. Intento comprender dónde está el origen de la locura más terrible de toda la Historia de la Humanidad. Nunca hubo un régimen de locos que tuviera a su disposición un ejército de suicidas. Y ahora ocurre. Pero no solo en Europa, no solo en nuestro mundo rico y feliz. Todos los días muere gente en Siria y los que vienen huyendo del terror no son bien recibidos aquí. Hasta hay quien les echa la culpa o insinúa que los terroristas vienen confundidos con los refugiados, como si los asesinos suicidas necesitasen jugarse la vida en una patera para venir aquí. Los terroristas tienen medios para venir y morir aquí, llevándose por delante a unos cuantos "infieles". ¿Cómo puede haber una religión (o una determinada interpretación de una religión), que crea en un Dios que se complace en que uno de los suyos se inmole asesinando a gente inocente? El Papa Francisco ha dicho que eso es una blasfemia, y yo, si no fuera agnóstico, estaría de acuerdo con él.. Pero hay que ir más lejos, hay que ver el calvario de los palestinos, hay que ver a nuestros "amigos" saudíes financiando a los locos islamistas, hay que ver a la CIA, hace unos años, armando e instruyendo a los integristas de Afganistan para que se cargaran a los soviéticos. Ellos despertaron a la bestia y ahora no saben cómo detenerla. Han metido la pata en Irak, en Libia, en Siria, en Palestina y han sembrado la locura suicida en una civilización que todavía está en la Edad Media... pero con Kalasnikovs a su disposición. Por cierto,¡quién les vende las armas? Como dice un amigo mío "Los pecados del Imperialismo los paga el trabajador palestino, sirio y europeo". Y ahora ¿qué? ¿Qué hacemos? ¿Votamos a la extrema derecha para que expulse a todos los musulmanes, sean pacíficos (la mayoría) o asesinos? ¿Apoyamos unos bombardeos generalizados sobre Siria y su Estado Islámico aunque nos carguemos a mujeres y niños que no tienen culpa de nada? ¿No sería eso también terrorismo? ¿Qué hacemos?
¿Habéis visto en la película "Fantasía" de Walt Disney el episodio de El Aprendiz de Brujo? Es lo que más se parece a esta situación, pero con sangre, con mucha sangre y mucho loco fanático dispuesto a creer en un Dios cruel e imposible. Estamos llegando al fondo.

sábado, 14 de noviembre de 2015

LA IMPERDONABLE DESUNIÓN DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA.


Soy muy viejo, y vi, ya mayorcito, el retorno de la Democracia después de que se muriera el viejo monstruo fascista. Entonces apareció en los medios un joven con gran facilidad de palabra, acompañado de otros jóvenes brillantes e ingeniosos que le hacían la corte. Afirmaban ser los verdaderos socialistas, y decían que "Hay que ser socialista antes que marxista", que a mi me sonaba a algo tan tonto como cuando ahora oigo decir: "No somos de derechas ni de izquierdas, si no los de abajo contra los de arriba", como si ambas concepciones no significaran lo mismo, en los dos casos. Suplantaron a los viejos y verdaderos socialistas que habían estado cuarenta años luchando contra la dictadura, fagocitaron a los socialistas del interior que habían surgido en la universidad con el liderazgo de viejos profesores y, después, gobernaron como neo liberales más que como socialdemócratas. Crearon una clientela fiel a sus figuras y el Sistema, que estaba "atado y bien atado", se perpetuó, hasta ahora.
¿Estamos viviendo ahora un fenómeno parecido? Habría que pensar en ello.
La censura interna contra la libertad de expresión es un síntoma muy significativo.
Creo que deberíamos hablar claro todos. Total, la imprescindible unidad de la Izquierda para que la Derechona y la nueva derecha reciclada no se perpetúen, ya se ha ido a la porra. Y con la desunión de  la izquierda y el impuesto protagonismo mediático de unos cuantos políticos de la "nueva ola", éstos tendrán asegurado su escaño, aunque dudo que lleguen a gobernar algún día, eso es todo. Y muchos se apuntarán, o ya se han apuntado, a la nueva fe en los líderes de la "transversalidad ingeniosa" hija del 15M  y a la asamblea permanente, que no impide que un general o un famoso politólogo se incluyan en las listas sin primarias que valgan.
Si existiera la más mínima esperanza de que en las próximas elecciones generales se fuera a presentar una candidatura unitaria de la Izquierda, yo me habría callado estos comentarios. Pero ya estoy harto de tonterías. ¡Hay que ser marxista si se es socialista! ¡Decir los de abajo contra los de arriba es lo mismo que decir los de Izquierdas contra los de derechas! ¡El huevo frito está inventado desde el neolítico! ¿Alguien se ha preguntado si esto de dividir y desarmar a la izquierda  no es un plan astutamente concebido? Vaya usted a saber.
Yo ya sé a quién voy a votar, aunque mi voto se vaya a la papelera donde reposa también la dignidad política.
Y que conste que no soy ni seré nunca militante, como no sea de la Izquierda total.
Qué pena. 

martes, 10 de noviembre de 2015

¿NO OS DAIS CUENTA, INGÉNUOS?




¿No os dais cuenta de que nos están manipulando? Los mandamases de la derecha obtienen su poder de la mentira, de la manipulación. Los jefes de las derechas española y catalana están siguiendo una estrategia de manual. Ambos se envuelven en la bandera, ambos reclaman el monopolio del patriotismo. ambos aprovechan que estamos en campaña electoral para alcanzar sus espurios fines a costa de los ingenuos de buena voluntad. Mas provoca la presunta ira patriótica española para ser castigado, para convertirse en una víctima de la intransigencia "de Madrid" que exacerbe el patriotismo catalán. Quiere conseguir adeptos para la independencia, esa presunta independencia que permitirá a los suyos, a los explotadores de los catalanes, disponer de tribunales que no les pidan cuentas de sus fechorías económicas. Rajoy, en el fondo, necesita las provocaciones de Mas para poder reprimirlas y mostrarse enérgico e intransigente, con el fin de que los incautos de Badajoz, Toledo, Sevilla... le den sus votos y así perpetuar a su partido de derechona filofranquista y casposa en el poder. Ambos se necesitan, ambos se retroalimentan mutuamente, ambos nos toman el pelo. Los sinvergüenzas de ambos bandos fingen enfrentarse para medrar a nuestra costa... ¿No os dais cuenta?

LA MUERTE ROJA.



El tema de la tertulia de ayer era "La muerte roja" y yo presenté el trabajo que os pongo aquí. Ya me diréis qué os parece.

LA MUERTE ROJA.
            Al fin lo había conseguido, después de tantos años de investigaciones. Por un lado, había costado mucho tiempo y dinero localizar el gen de la violencia que mueve a muchos humanos a atacar y destruir a sus propios congéneres y que hace posibles las guerras y los asesinatos. Por otro, hubo que diseñar un virus artificial que matase a todos aquellos que tuvieran ese gen asesino excesivamente desarrollado.
            Al doctor Kabuki le horrorizaba la muerte violenta. La tenía clavada en los más profundos resquicios de su alma. Y así había sido desde que, siendo un niño, vio morir a su madre y a su hermano, ahogados en una patera en la que su familia intentaba llegar a las costas griegas, huyendo de la Muerte Roja en su tierra siria. Mohamed Kabuki clasificaba la muerte por colores. Para él, la mayor parte de las muertes eran Muerte Negra, que cubre de luto a los familiares del difunto, víctima de la enfermedad o el accidente, siempre prematura. Había una Muerte Blanca, la de los viejos cuya vida ha sido larga y fecunda, y que al final se apagan como una vela acariciada por la brisa; han cumplido su cometido, han vivido hasta el fin y ahora ya no le deben nada a nadie y se marchan tranquilos a descansar tras el largo viaje. Pero había una Muerte Roja, la muerte violenta, la del color de la sangre derramada por la crueldad humana, la muerte de los ajusticiados, de los caídos en batalla, de los asesinados por psicópatas y ladrones sin conciencia, o incluso la de los hambrientos, víctimas de ricos sin escrúpulos cuya ostentosa abundancia se cimenta en la miseria de los desgraciados; y también la de los que mueren por el camino, huyendo de los bombardeos y disparos de una guerra, como le ocurrió a su familia. La imagen de su hermanito muerto en la orilla decidió su futuro de investigador, y ahora podía al fin llevar a cabo su sueño y su venganza.
            Salió al jardín de su laboratorio, en la Universidad de Edimburgo, que tantos sabios y benefactores ha dado al mundo. Llevaba con él una caja metálica cerrada herméticamente. No tenía más que abrirla para que el virus letal se esparciera en el aire y comenzara su benéfica labor. El proceso de la enfermedad era muy rápido e indoloro. Al cabo de unas horas, todos aquellos humanos que tuvieran un índice de gen de la violencia superior a determinados límites morirían de repente en una especie de fulminante ataque cerebral. Era así de sencillo. Pronto empezarían a caer todos los asesinos, ladrones, proxenetas, matarifes, militares, cazadores, toreros, domadores de circo, carceleros, verdugos… y también todos los niños que todavía no habían decidido su destino, pero cuyo gen de la violencia los llevaría, seguramente, a profesiones donde pudieran ejercerla. Mohamed Kabuki había hecho cálculos y sabía que entre un 20 y un 30 por ciento de la humanidad, hombres en su mayoría, habría desaparecido en unos pocos meses. A cambio de esta hecatombe, desaparecería la crueldad para siempre  y una nueva humanidad de vegetarianos pacíficos poblaría la Tierra.
            El doctor Kabuki introdujo la llave en la cerradura de su caja metálica, aunque por un momento detuvo su acción mientras reflexionaba. Porque si era capaz de asesinar a la cuarta parte de la Humanidad, él también debía ser portador del gen maldito y sería eliminado por el virus. Sin embargo, se dijo, su muerte no sería en vano. Todavía se preguntó cuántas de las futuras víctimas no hubieran sido nunca asesinos, porque en muchas ocasiones la educación, la cultura y la inteligencia reprimen los deseos violentos. Después razonó que si no era portador del gen fatídico no sería capaz de iniciar la pandemia mortal, y si lo era, tampoco la iniciaría, porque ello significaba un suicidio impropio de un ser brutal y egoísta.

            El doctor Kabuki nunca llegó a abrir la caja, y nunca supo si lo había evitado por ser demasiado bueno o por ser demasiado mezquino. La Muerte Roja siguió cabalgando sobre la Humanidad y solo se retiraría, muy poco a poco, conforme la cultura fuera impulsando a los violentos hacia la solidaridad.                                  MAPérezOca.

lunes, 9 de noviembre de 2015

UN POEMA ESPONTÁNEO.



SOLEDAD.

Un caracol en la nieve,
y entre los hielos, la flor.
Sobre la llama se mueren
mariposas de color.

En la noche me conmueven
los afanes de un corcón.
Y a la mañana me vienen
los recuerdos de un amor.

Soledad, qué llena vienes,
cuando asomas a un balcón.
Y cuántas cosas no tienes
que añora mi corazón.

La muerte sueña a la vida,
la vida sueña al amor,
el amor sueña a la dicha
y la dicha ¿a quién soñó?

No me busques, vieja parca,
que no espero tu venida.
Cuando me suba a la barca
será soñando la vida.

Soñando se irá la vida.
En la nieve, un caracol,
entre hielos, viejas dichas,
y en el viaje, todo el sol.

                             Miguel Ángel Pérez Oca.