LOS AÑOS DE PLOMO
El
primer fusilado del franquismo fue un hombre intachable, que no había huido en
el Stanbrook o el Maritime porque no tenía conciencia de haber cometido ningún
delito. Me refiero a don Eliseo Gómez Serrano, director de la Escuela Normal de
Magisterio y diputado de Izquierda Republicana. Los condenados lo eran por delitos
como “Auxilio a la Rebelión”, por conductas que no eran delito cuando se
cometieron, en una legislación demencial con efectos retroactivos.
En
1942 (El mismo año en que mi padre salió de esa misma cárcel) murió de
tuberculosis el excelso poeta Miguel Hernández. No recibió los cuidados médicos
debidos y murió miserablemente, como tantos otros, después de escribir las
patéticas Nanas de la Cebolla.
Grandes
poetas, artistas e intelectuales vivían en el exilio, como nuestro Rafael Altamira,
que estuvo propuesto para el Premio Nobel y fue uno de los fundadores del
Tribunal Internacional de La Haya. Tenía su calle en Alicante, y los
franquistas no se atrevieron a quitársela, dado su prestigio internacional.
Como el poeta Gil-Albert que también vivía en México. Como el comandante Amado
Granell, en Argelia y Francia, que un día liberaría París de los nazis. Como
nuestro alcalde Lorenzo Carbonell. Como don Franklin Albricias, presidente de
la Diputación. Como el alicantino Pepe Jornet, capturado por la Gestapo e
internado en Mathausen, donde sobrevivió con otros pocos españoles. Como mi tío
Eusebio Oca, dibujante y maestro, que después de sufrir un prolongado
cautiverio en compañía, entre otros, de Miguel Hernández, tuvo que exiliarse a
Barcelona.
Con
los años, algunos de ellos terminaron volviendo a Alacant; otros decidieron
quedarse a vivir en sus nuevos hogares, y muchos morirían lejos de la sombra de
las palmeras y los ficus de su tierra.
Después,
terminada la Guerra Mundial y derrotados los fascismos, Franco supo
aprovecharse de la Guerra Fría para acercarse a los americanos y perpetuarse en
el poder. Los hay listos.
Pero
Alicante (mejor Alacant) siempre fue una ciudad con mala prensa a los ojos de
los franquistas. Quizá por eso el dictador Franco solo vino una vez a Alicante
en visita oficial, el 30 de mayo de 1949. Y en la sombra de la clandestinidad,
heroicos militantes del Partido Comunista y el PSOE intentaban reconstruir sus
partidos y eran capturados por la policía de la Brigada Político Social.
Alacant,
entonces, tenía unos 100.000 habitantes y no tenía universidad; por lo que aquí
apenas llegarían noticias de las primeras huelgas y algaradas estudiantiles.
Nos lo contaban Julián Antonio Ramírez y su compañera Adelita del Campo
(futuros vecinos de Mutxamel), desde Radio París, que algunos escuchaban bajito,
debajo de una manta.
El
31 de julio de 1943 los alicantinos se llevaron un buen susto cuando explotó la
armería El Gato, muy cercana al Ayuntamiento, causando 17 muertos. Se pensó en
un atentado, pero al final se aclaró que fue un desafortunado accidente.
En
1957 hubo una guerra silenciada y ocultada por la dictadura, a pesar de haber
provocado más de 200 muertos entre los soldados españoles. Me refiero a la
guerra de Ifni. Yo, estudiante en la
Escuela de Comercio, me enteré viendo a los militares del batallón San Fernando
nº 11 que pasaron por el parque de Canalejas camino del puerto, para embarcarse
rumbo a la guerra que nunca existió.
Quién
me iba a decir que pasaría allí 17 meses de mili en 1966-67.