¡FAZ DIVINA, MISERICORDIA!
20
de mayo de 1844, tan solo 73 días después del fusilamiento del coronel Boné y
sus hombres. Eran las 8 de la mañana, y tres mil cigarreras estaban accediendo
a los talleres de la Fábrica de Tabacos, en el Barrio de San Antón, dispuestas
a comenzar una nueva jornada de trabajo, cuando se oyeron gritos procedentes de
los almacenes.
-¡Fuego!
¡Fuego!
Y
en unos minutos las gigantescas llamas envolvían las instalaciones fabriles.
Las
cigarreras se apresuraron a desalojar los talleres y bajar la gran escalera
hacia la salida. Hubo un clamor general que salía a la vez de sus tres mil
gargantas:
-¡Faz
Divina, misericordia!
Y
justo cuando la última mujer cruzó el umbral, y se puso a salvo en el exterior,
la escalera, entera, se derrumbó. El gran edificio, antiguo Palacio Episcopal y
entonces Fábrica de Tabacos, era ya una gigantesca pavesa, presa de las llamas,
que llenaban todo Alacant de un fuerte olor a tabaco quemado.
No
había muerto ninguna cigarrera, lo que se atribuyó a un milagro de la Santa
Faz.
-¡Faz
Divina, misericordia! – seguían gritando las cigarreras, arrodilladas en el
suelo de los jardines, a prudente distancia del incendio.
Sin
embargo no se suele contar que dos mozos del almacén, que intentaban salvar
unos fardos, murieron sepultados por la techumbre que se derrumbó de pronto. Y
hubo varios operarios más que sufrieron heridas y contusiones. Por lo visto, la
Santa Faz solo se ocupó de las mujeres de la fábrica.
Todos
los intentos de sofocar el incendio fueron vanos. Ni la acción de los bomberos
echando agua, ni la de los militares, a cañonazos, pudieron frenar el progreso
de las llamas que durante todo el día y la noche siguiente redujeron el
edificio a un montón de escombros.
El
Estado, titular del Monopolio de Tabacos, sufrió grandes pérdidas, pero más grave
fue la ruina de muchas familias alicantinas, cuyos únicos ingresos provenían
del trabajo de la madre y, en muchos casos, las hijas, hermanas, esposos y toda
la familia.
Rápidamente
se procedió a reconstruir el edificio bajo la dirección del arquitecto don
Emilio Jover; y a partir de entonces y hasta épocas recientes, todos los 20 de
mayo se organizaba en la fábrica una gran fiesta, y se engalanaban los talleres
con altares dedicados a la Santa Faz, en cuyo monasterio se celebraba una misa
solemne, que dio origen al magnífico orfeón compuesto por las mejores voces del
personal tabaquero.
En
la actualidad, desaparecida Tabacalera y cerrada la nueva fábrica de tabacos
instalada por una empresa inglesa en las afueras, siendo además el tabaco un
artículo con muy mala prensa, esta tradición de siglo y medio ya solo queda en
la memoria de unas cuantas viejecitas y veteranos operarios jubilados.
Resulta
sospechoso el escaso margen de tiempo habido entre los fusilamientos de los
mártires y el incendio. Nunca se pudieron averiguar las causas del siniestro ni
si este fue accidental o provocado.
En
la actualidad, la vieja fábrica del barrio de San Antón es un centro cultural
denominado “LAS CIGARRERAS”.
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