LOS TRES CIENTÍFICOS Y DIOS.
Recuerdo aquel
congreso de Astronomía en Tenerife, en el que tuve la sensación de estar
viviendo un momento especial de mi vida. Los organizadores habían invitado a
grandes figuras de la ciencia para que impartieran conferencias. Por fortuna
para mí, llegué algo tarde a la cena y ya no había sitio en las mesas de los
aficionados, así que me colocaron en la de los conferenciantes. En ella, entre
otros, había un padre jesuita y eminente astrofísico, una joven astrónoma uruguaya
y un socarrón especialista del Instituto de Exobiología. Se hablaba del
Principio Antrópico, y el sacerdote sostenía que probaba la existencia de Dios.
-Claro,
usted es cura católico – decía el exobiólogo - ¿Qué va a decir?
-Seamos
rigurosos – insistía el sacerdote - . Ahora que se pueden hacer modelos
informáticos de universo, se ha probado que el único posible es este que
habitamos. Si cambiamos la velocidad de la luz o la relación exacta entre las
cuatro fuerzas fundamentales, si modificamos cualquiera de los valores
absolutos de la Física, el Universo resulta inviable. Luego la casualidad no
puede haber creado el único mundo posible entre infinitas posibilidades de
caos. Y eso hace necesario un orden preestablecido… ¿por quién que no sea Dios?
-Bueno,
pues seamos rigurosos – intervino la joven uruguaya –. Si nos atenemos a los
postulados de la Mecánica Cuántica, del vacío cuántico surgen infinitos universos.
Así que, con infinitas posibilidades, es inevitable que alguno salga bien, y ese
es en el que estamos.
-¿Y
a qué leyes obedece esa versión de la Creación? – preguntó el cura, volviendo a
la carga.
-A las de la Cuántica,
evidentemente – contestó la joven atea.
-¿Y
por qué esas leyes no son tan aleatorias como las que rigen esos infinitos
universos surgidos de la nada? ¿Por qué hay leyes de la Física, sea Cuántica o
no? ¿Por qué hay algo en lugar de nada? … Y ¿por qué la existencia de un
Creador no es una de esas infinitas alternativas cuánticas?
El
socarrón exobiólogo había soltado una sonora carcajada.
-¿De
qué se ríe, amigo, también usted es ateo? – le preguntó, ofendido, el jesuita.
-¿Ateo
yo? – respondió el otro – Mire usted, yo antes era ateo, pero últimamente he perdido
mi fe en el ateísmo.
Y
cuando cesaron las risas generales, prosiguió, muy serio.
-Cuando
uno admira la naturaleza, cuando uno observa por un telescopio o un microscopio
electrónico, accede a un Universo maravilloso, lleno de armonía, con unas leyes
tan ajustadas que nos cuesta creer que se deban a la casualidad. ¿Son obra de
Dios? Pero, veamos: ¿Qué es Dios? ¿Qué tiene que ver la Física con la moral
cristiana o budista? Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestra
supina ignorancia. Es absurdo adorar a un creador del que desconocemos todo,
incluso si existe; pero también lo es afirmar categóricamente que no hay una
intención suprema más allá de los límites de nuestro conocimiento. Seamos
humildes y proclamémonos agnósticos.
Creo
que el único al que el exobiólogo había convencido, fui yo.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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