EL APRENDIZ DEL MAESTRO LIPPERSHEY
El
aprendiz se había quedado solo en el taller. El maestro, como solía hacer todas
las mañanas, había salido a la taberna a trasegar una buena jarra de cerveza.
El
chico no sentía una especial inclinación por el trabajo de su maestro. Si era
su aprendiz fue porque su padre lo había llevado de la oreja y lo había puesto
bajo su mandato, a ver si hacía de él un hombre de provecho. Que no soportaba
verlo en casa haraganeando.
-Ya
ves - se decía el chico -, siempre puliendo vidrios hasta convertirlos en
lentes, para después ponerlos en una montura y convertirlos en unas gafas que
ayuden a los burgueses de la ciudad a leer los contratos o escudriñar las
mercancías que compren…
Cogió
una lente y contempló a su través el tejido de su camisa. La urdimbre se le
manifestaba como si los hilos de lino fueran maromas de barco. Qué prodigio,
pensó. ¿Y si lo miraba a través de dos lentes? Y se puso a jugar con las que
estaban depositadas cuidadosamente sobre un lienzo en el mostrador.
-Miremos a
través de una cóncava y una convexa - y con una lente en cada mano, puesta una
delante de otra, intentaba mirar algún objeto cercano, cuando, de repente,
lanzó un grito de terror, al mostrársele la cabeza enorme de un tigre a través
de los dos cristales, que casi se le caen de las manos. Y al apartar las
lentes, vio a Peluso, el gato del taller, que se lamía las patas sobre el
tejado de la casa.
En
eso entró el maestro.
-¡Te
he dicho mil veces que no quiero que juegues con las lentes!- le gritó,
mientras alzaba la mano para propinarle una buena bofetada.
-¡Ay,
patrón, no me pegue, que he descubierto una cosa muy importante! - se excusó el
mozalbete, buscando el indulto. Y le explico su experiencia con el gato y
las lentes.
Pero
el bofetón le cayó inapelable.
-Hala,
vete a tu casa y no vuelvas hasta mañana - le dijo el amo -. Esta semana no te
pagaré el jornal.
Cuando
se fue el aprendiz, el maestro Lippershey se puso a hacer pruebas con las dos lentes
y acabó fijándolas a los extremos de un tubo de cartón. Días después patentaba
el primer telescopio de la Historia, que vendería al gobierno holandés como
nuevo artilugio náutico y militar. Se hizo de oro y siguió dándole cachetes a
su aprendiz, que nunca llegaría a ser óptico.
Solo
un año más tarde, un profesor de la Universidad de Padua, llamado Galileo, vio
un catalejo de Lippershey en manos de un capitán, en el puerto de Venecia, y lo
mejoró consiguiendo un telescopio de 30 aumentos. Y en vez de mirar al
horizonte para vislumbrar barcos enemigos, alzó su mirada hacia la Luna y
descubrió que tenía montañas, y que Venus tenía fases como la Luna, y que
alrededor de Júpiter pululaban cuatro satélites, y fundó así la Astronomía
moderna.
Miguel
Ángel Pérez Oca
(500 palabras)
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