Al principio de la Democracia todo iba sobre ruedas, bueno, para unos mejor que para otros. El 15 de junio del 77 los resultados a nivel nacional fueron: 165 diputados para la UCD de Suarez, 118 para el PSOE de Felipe González, solo 20 para el PC, que yo creía que iba a sacar más, porque había sido el que siempre dio la cara en la lucha antifranquista, y, eso sí que estuvo bien, solo 16 para los franquistas reciclados de Fraga y su Alianza Popular. En Alicante el PSOE, con Antonio García Miralles a la cabeza, sacó 4 diputados, UCD con Francisco Zaragoza otros cuatro, y el PC con Pilar Bravo solo uno.
El
6 de diciembre de 1978 se aprobó por referéndum la Constitución, con un 70% de
participación. En Alicante hubo 98.700 Síes y solo 8.200 Noes.
El
1-3-1979 se celebraron nuevas Elecciones Generales con unos resultados casi
idénticos a las primeras de dos años antes; con la novedad de que esta vez los
socialistas de Felipe y de Tierno Galván se presentaban unidos. En el campo de
futbol Rico Pérez de Alicante se había celebrado un mitin conjunto de campaña
electoral con los dos líderes en el que, para mi gusto, Felipe demostró sus
habilidades oratorias y populistas, y el “viejo profesor” nos dio una magnífica
lección sobre el marxismo y la izquierda. Poco después, Felipe forzaría el
abandono del marxismo por parte del PSOE, amenazando con su dimisión. El PSOE
abandonó el marxismo y yo abandoné el PSOE. A mí Felipe nunca me convenció.
El
3-4-79 Hubo al fin elecciones municipales, que ganó el PSOE en Alicante, con 13
concejales, que se alió con el PC, que sacó 4, para nombrar alcalde a José Luís
Lassaletta. UCD había sacado 10 y consiguió la presidencia de la Diputación en
la persona de Luis Díaz Alperi.
El
30 de octubre de ese mismo año se inauguraba la Universidad de Alicante,
colmando una vieja aspiración de los alicantinos.
Pero
ETA seguía matando, los militares andaban haciendo ruido con sus sables, y los
barones de UCD conspiraban contra Suarez. Se dice que se preparaba una moción
de censura y la investidura de un general como Jefe de Gobierno, con la
aprobación del Rey, de UCD y del PSOE. Pero Suarez, informado, se adelantó a
todos dimitiendo antes de darles la oportunidad. Y el 23 de febrero del 81 se
celebró el pleno en el que debía ser votado Calvo Sotelo, de UCD, como nuevo
jefe del ejecutivo.
En
la mañana de ese mismo día, el coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero se
presentó en las Cortes con un contingente de guardias con los que tomó el
edificio y secuestró a todos los políticos reunidos. En Valencia, el general
Milans del Bosch sacó sus tanques a la calle y promulgó un bando en el que
tomaba todos los poderes civiles y militares (solo le faltó tomar el poder
eclesiástico). En Madrid se abortó la salida de la División Brunete, mientras
el General Armada, seguramente el que estaba designado para la moción de
censura malbaratada, intrigaba e intentaba acercarse a la Zarzuela para manejar
el golpe junto al rey Juan Carlos; maniobra que impidió su jefe de la Casa Militar,
Sabino Fernández Campo, con su frase “ni está ni se le espera”.
Todos
estábamos muy asustados, hasta que por fin, a eso de la una de la madrugada,
apareció el Rey por televisión y desautorizó enérgicamente a los golpistas,
muchos de los cuales afirmaban luego que se habían alzado en su nombre,
engañados por Armada. Milans retiró sus tanques, los guardias civiles, por la
mañana, se tiraban por las ventanas bajas de las Cortes, Tejero firmaba el
“pacto del capó” asegurando la impunidad de sus hombres, y Armada era detenido
poco después, con los demás jefes del fallido golpe. Y, felizmente, todos
respiramos tranquilos.
El día 27, en Alicante, como en muchas otras capitales de España, 40.000 personas se manifestaban en apoyo de la Democracia y daban vivas a la Constitución y al Rey, que ese día se había ganado la corona. Aunque hubo rumores para todos los gustos.
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