sábado, 27 de marzo de 2021

LA FAZ DIVINA.

 


                                         El autor en la Romería de la Santa Faz (Dibujo del autor)


LA FAZ DIVINA

 

            Desde hace más de 500 años, el segundo jueves después del Domingo de Pascua, los alicantinos celebramos la multitudinaria romería de la Santa Faz. Nos ponemos el blusón negro y el pañuelo al cuello, cogemos de la fachada del Ayuntamiento una caña coronada de romero y marchamos 8 kilómetros por la carretera cerrada al tráfico rodado, hasta el Monasterio de la Verónica, donde se venera la Santísima Faz. La mayoría no entramos en el templo, abarrotado y con largas colas, y buscamos la sombra de un olivo o un algarrobo para comernos el bocata de tortilla y las habas tiernas y colocarnos unos tragos de vino de la tierra, antes de volvernos a casa. Es un acto de afirmación ciudadana. Nos sentimos más alicantinos, con o sin sentimientos religiosos; pero en esa mañana todos hacemos lo mismo. “Per a ser bon alacantí, tens de ser foguerer, herculá i en Santa Faz peregrí” dice el refrán.

            Eran los tiempos de los Reyes Católicos y Alicante ya tenía 3.000 habitantes y un puerto floreciente que atendía las necesidades de los dos reinos vecinos, unidos matrimonialmente: Castilla y Valencia. La ciudad crecía con nuevos edificios y con la reconstrucción de la iglesia de Santa María, que había sido arrasada por un tremendo incendio el 31 de agosto de 1484, en el que se habían dado varios fenómenos atribuidos a influencias milagrosas. En aquella época, los milagros y las reliquias relacionadas con ellos eran algo habitual. Y Alacant, próspera e importante, aún carecía de alguna reliquia que le diera prestigio.

            Fue por entonces cuando mosén Pedro Mena llegó de Roma para hacerse cargo de la parroquia de San Juan. Llevaba en su equipaje una imagen de Cristo, de estilo bizantino, que le había regalado el cardenal Rodrigo de Borja, futuro papa Alejandro VI. El padre Mena guardó el regalo en un baúl sin darle mayor importancia, pero en 1489 una cruel sequía asolaba los campos de la comarca, y el 17 de marzo se acordó sacar el lienzo con la Faz de Cristo en rogativa por los campos. Y al llegar al lugar donde hoy está el monasterio, al sacerdote que lo portaba en alto empezaron a pesarle los brazos, y se interpretó como un signo del Señor que quería quedarse en ese lugar, a la vez que una lágrima surgía de su ojo derecho. ¡Milagro! El 25 de marzo se organizó una nueva procesión en demanda de lluvia, que llegó a las vecindades del convento franciscano de Los Ángeles y allí, al pie de un pino muy frondoso, dio un sermón fray Benito de Valencia, probable émulo de Sant Vicent Ferrer. Y en el momento cumbre de alzar el lienzo ocurrió el prodigio: el fraile se puso a levitar “hasta el alto de una pica” y el lienzo se desdobló en tres, mientras en el cielo se formaba una nube en forma de cruz y se ponía a llover, empapando los campos sedientos.

            Los historiadores locales determinaron que tras el icono bizantino se ocultaba el verdadero lienzo de la mujer Verónica, con la impronta del rostro de Jesús, la Santísima Faz. E inmediatamente se construyó el monasterio, que acabó regentado por las monjas clarisas. Y hasta ahora.

            El caso es que Alacant ya tenía su símbolo sacro, venerado por marinos y ciudadanos. Incluso Juan Sebastián Elcano le hizo una promesa desde las turbulentas aguas del Pacífico. Y, seguramente, por la influencia ganada por el puerto y la inigualable reliquia – nada menos que el verdadero rostro del Jesús –, el rey Fernando el Católico otorgó el rango de Ciudad a la hasta entonces Villa de Alacant, el 26 de julio de 1490.

            Sin embargo no todos los miembros de la Iglesia estuvieron siempre conformes con la autenticidad de la reliquia. En 1760 hubo una gran controversia entre el jesuita José Fabiani, hermano del deán de San Nicolás y sobrino de la abadesa del Monasterio, que reclamaban un culto distinguido para la reliquia, y el resto de las órdenes religiosas de Alacant, que dudaban de su autenticidad y conspiraban contra los jesuitas, que pronto iban a ser expulsados de España. Participaron en la discusión eruditos como Mayans y Sales, alguno de los cuales sostenía que la Verónica no figura en ninguno de los Evangelios y que Verónica se deriva de los términos “Vero Icono”, o retrato verdadero. Y ese año, las órdenes religiosas se negaron a participar en la romería.

            A Alacant, el reinado de los Reyes Católicos le fue muy bien; si prescindimos de la vergüenza de ver en nuestro puerto la marcha al exilio de los judíos expulsados de España por el celo fanático de Sus Majestades Católicas. Fue una pena y una injusticia, solo superada, un siglo más tarde, con la expulsión de los moriscos y los consiguientes desmanes de la Inquisición, que nos cubrieron a los españoles de gloria. Qué le vamos a hacer.

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