LA FAZ DIVINA
Desde hace más de
500 años, el segundo jueves después del Domingo de Pascua, los alicantinos
celebramos la multitudinaria romería de la Santa Faz. Nos ponemos el blusón
negro y el pañuelo al cuello, cogemos de la fachada del Ayuntamiento una caña
coronada de romero y marchamos 8 kilómetros por la carretera cerrada al tráfico
rodado, hasta el Monasterio de la Verónica, donde se venera la Santísima Faz.
La mayoría no entramos en el templo, abarrotado y con largas colas, y buscamos
la sombra de un olivo o un algarrobo para comernos el bocata de tortilla y las
habas tiernas y colocarnos unos tragos de vino de la tierra, antes de volvernos
a casa. Es un acto de afirmación ciudadana. Nos sentimos más alicantinos, con o
sin sentimientos religiosos; pero en esa mañana todos hacemos lo mismo. “Per a
ser bon alacantí, tens de ser foguerer, herculá i en Santa Faz peregrí” dice el
refrán.
Eran
los tiempos de los Reyes Católicos y Alicante ya tenía 3.000 habitantes y un
puerto floreciente que atendía las necesidades de los dos reinos vecinos, unidos
matrimonialmente: Castilla y Valencia. La ciudad crecía con nuevos edificios y
con la reconstrucción de la iglesia de Santa María, que había sido arrasada por
un tremendo incendio el 31 de agosto de 1484, en el que se habían dado varios
fenómenos atribuidos a influencias milagrosas. En aquella época, los milagros y
las reliquias relacionadas con ellos eran algo habitual. Y Alacant, próspera e
importante, aún carecía de alguna reliquia que le diera prestigio.
Fue
por entonces cuando mosén Pedro Mena llegó de Roma para hacerse cargo de la
parroquia de San Juan. Llevaba en su equipaje una imagen de Cristo, de estilo
bizantino, que le había regalado el cardenal Rodrigo de Borja, futuro papa
Alejandro VI. El padre Mena guardó el regalo en un baúl sin darle mayor
importancia, pero en 1489 una cruel sequía asolaba los campos de la comarca, y
el 17 de marzo se acordó sacar el lienzo con la Faz de Cristo en rogativa por
los campos. Y al llegar al lugar donde hoy está el monasterio, al sacerdote que
lo portaba en alto empezaron a pesarle los brazos, y se interpretó como un
signo del Señor que quería quedarse en ese lugar, a la vez que una lágrima
surgía de su ojo derecho. ¡Milagro! El 25 de marzo se organizó una nueva procesión
en demanda de lluvia, que llegó a las vecindades del convento franciscano de
Los Ángeles y allí, al pie de un pino muy frondoso, dio un sermón fray Benito
de Valencia, probable émulo de Sant Vicent Ferrer. Y en el momento cumbre de
alzar el lienzo ocurrió el prodigio: el fraile se puso a levitar “hasta el alto
de una pica” y el lienzo se desdobló en tres, mientras en el cielo se formaba
una nube en forma de cruz y se ponía a llover, empapando los campos sedientos.
Los
historiadores locales determinaron que tras el icono bizantino se ocultaba el
verdadero lienzo de la mujer Verónica, con la impronta del rostro de Jesús, la
Santísima Faz. E inmediatamente se construyó el monasterio, que acabó regentado
por las monjas clarisas. Y hasta ahora.
El
caso es que Alacant ya tenía su símbolo sacro, venerado por marinos y
ciudadanos. Incluso Juan Sebastián Elcano le hizo una promesa desde las
turbulentas aguas del Pacífico. Y, seguramente, por la influencia ganada por el
puerto y la inigualable reliquia – nada menos que el verdadero rostro del Jesús
–, el rey Fernando el Católico otorgó el rango de Ciudad a la hasta entonces
Villa de Alacant, el 26 de julio de 1490.
Sin
embargo no todos los miembros de la Iglesia estuvieron siempre conformes con la
autenticidad de la reliquia. En 1760 hubo una gran controversia entre el
jesuita José Fabiani, hermano del deán de San Nicolás y sobrino de la abadesa
del Monasterio, que reclamaban un culto distinguido para la reliquia, y el
resto de las órdenes religiosas de Alacant, que dudaban de su autenticidad y
conspiraban contra los jesuitas, que pronto iban a ser expulsados de España.
Participaron en la discusión eruditos como Mayans y Sales, alguno de los cuales
sostenía que la Verónica no figura en ninguno de los Evangelios y que Verónica
se deriva de los términos “Vero Icono”, o retrato verdadero. Y ese año, las
órdenes religiosas se negaron a participar en la romería.
A
Alacant, el reinado de los Reyes Católicos le fue muy bien; si prescindimos de
la vergüenza de ver en nuestro puerto la marcha al exilio de los judíos
expulsados de España por el celo fanático de Sus Majestades Católicas. Fue una
pena y una injusticia, solo superada, un siglo más tarde, con la expulsión de
los moriscos y los consiguientes desmanes de la Inquisición, que nos cubrieron
a los españoles de gloria. Qué le vamos a hacer.
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