viernes, 19 de febrero de 2021

MEDINA LAKANT

 

MEDINA LAKANT

            Por fin llegó a estas tierras gente que sabía leer y escribir, y el libro de Alicante fue llenando sus hojas de letras, si bien eran éstas de un alfabeto que nada tenía que ver con el romano. Ahora Hispania se llamaba Al Ándalus, que quiere decir “Tierra de los Vándalos”, porque desde la perspectiva de un norteafricano, los bárbaros vándalos habían venido de la Península Ibérica. Y ese nombre ha perdurado hasta nuestros días, cuando al sur de España se le llama Andalucía.

Sabemos que el castillo o alcazaba sobre el monte que los musulmanes bautizaron como Benalacantyl (de Al Lakant) había sido construido u ocupado en el siglo VIII por las tropas del jefe sirio Abd-el-Yabbar ibn Nadir, de la tribu de los Baly, que se había casado con una hija del conde godo Teodomiro y ocupaba la fortaleza en virtud del Tratado de Tudmir y del parentesco adquirido.

            Pero la primera mención escrita del castillo del Benacantil sería de Al Razi, ya en el siglo X.

El Emir Abdelramán II (822-852) había dividido el territorio levantino en dos administraciones: la del norte con capital en Játiva, que llegaba hasta Valencia y Sagunto; y la del sur, con un puesto muy importante para Medina Lakant y que llegaba hasta Orihuela y Chinchilla. Medina Lakant fue a partir de entonces una ciudad importante, por ser, entre otras cosas, el único puerto del antiguo territorio de Tudmir, amparado, además, por su altivo castillo.

El geógrafo Al Idrisi,  en el siglo XII, describirá así a nuestra ciudad: Medina Lakant es una pequeña ciudad de buenas construcciones. Tiene zoco, mezquita, aljama y otra mezquita con predicación. Manda esparto a todos los países del mar. Tiene muchas frutas y legumbres, higos y uvas. Posee un castillo inasequible y elevado en lo más alto de un monte, al que se sube con fatiga y cansancio. En ella, a pesar de su pequeñez, se construyen barcos.

En el año 858 los vikingos incendiaron y saquearon Orihuela, pero pasaron de largo por Medina Lakant, sin duda intimidados por su castillo.

En cambio sí hay noticias de otras calamidades: malas cosechas, hambrunas y tributos abusivos que provocaron una rebelión generalizada contra las autoridades cordobesas por parte de los campesinos alicantinos, ahora ya convertidos al Islam.

Fue Abdelramán III, antes de alcanzar el Califato, quien puso fin a estas rebeliones, nombrando gobernador de Callosa y Medina Lakant a Muhamad Al Saig, de Elche, que resultó ser un mandatario indisciplinado que acabó enfrentándose a su señor en dos ocasiones, siendo condenado a perder todos sus dominios salvo Medina Lakant, donde se estableció. Pero el tal Muhamad volvió a sublevarse contra el futuro Califa, que puso sitio al castillo en el año 928. Al final, el castillo se rindió por hambre y al señor Muhamad lo mandaron a Córdoba, donde conservó rentas y tierras, dado su alto rango nobiliario. Cosas de la época.

Al Califato le quedaban 80 años de vida. Tras la muerte, en 1002, del ambicioso y autocrático general Almanzor, que fuera el verdadero gobernante de Córdoba como visir del inepto Califa Hisham, y muerto también su hijo, el Califato de los Omeyas se disolvió como un azucarillo y, tras una sangrienta guerra civil, cada gobernador de provincia acabó declarando la independencia de su territorio. Había empezado el tiempo de los Reinos de Taifas, y la conquista progresiva de éstos por los rudos cristianos venidos del norte de la Península. En este periodo Medina Lakant iría de un reino a otro, como de Herodes a Pilatos, hasta acabar en manos de los reyes castellanos.

A partir de entonces, el libro de Alicante volvería a escribirse en alfabeto romano y con un texto seguido y meticuloso.

           

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