LA MUJER BARBUDA EN EL OESTE.
Dicen
de Dodge City que es “la ciudad sin ley” y es cierto, a pesar de los esfuerzos
del sheriff Wyat Earp, que todos los días se juega la vida frente a pistoleros
y vaqueros borrachos. Patricia y yo nos habíamos instalado allí y encontramos
trabajo, yo como dependiente de la única librería del pueblo, y ella como
vaquero. He dicho vaquero porque para todos era un hombre barbudo, siempre
enfundada en un poncho que disimulaba sus curvas.
En
una desafortunada ocasión íbamos Patricia y yo, a altas horas de la noche,
camino del saloon, cuando se nos ocurrió besarnos sin reparar en que un jinete
nos veía desde una calle lateral.
-¡Maricones!
– fue el grito infamante que hirió nuestros oídos.
Cuando
entramos en el local ya se había corrido la voz y los parroquianos nos miraban
con cara burlona. Estaban allí los vaqueros beodos y puteros de siempre, el
patrón del salón, un gallego muy avispado llamado Santiaguiño, y la banda de
los Mc.Pistol, pistoleros contratados por un poderoso ganadero para atemorizar
a los granjeros, cuyas tierras quería convertir en pastos para su ganado.
-Mirad
- dijo Peter “Spitfire”, el mayor de los dos hermanos Mc.Pistol - un marica
mejicano y el maldito librero que va a corromperos a todos - y añadió, sacando
su revolver -. Fuera de aquí. Este es un local para hombres.
Patricia
se echó el poncho para atrás y se desabrochó con calma su camisa, dejando a la
vista sus sonrosadas tetas. En su cintura lucía un Colt 45.
-Yo
no soy un homosexual mejicano, pero si lo fuera tendría el mismo derecho a
estar aquí que todos vosotros. Soy mujer, soy la Mujer Barbuda, y tengo más
huevos que todos los Mc.Pistol juntos.
Y
a continuación sacó el revolver a una velocidad pasmosa. Se oyeron seis
disparos, y seis cadáveres rodaron por el suelo, todos con la pistola en la
mano, que no habían llegado a poder disparar.
El
sheriff Wyatt Earp decretó que los disparos de Patricia habían sido hechos en legítima
defensa, y desde entonces los ganaderos no volvieron a contratar pistoleros ni
a ambicionar las tierras de los pacíficos granjeros, y los vaqueros se
guardaron mucho de ofender a la Mujer Barbuda, aunque siempre había risitas
disimuladas a nuestras espaldas.
Ella ya no se
encontraba a gusto en Dodge City, y cuando le llegó la noticia de que el circo
de Buffalo Bill venía a la ciudad, quiso que me fuera con ella, pero ¿qué iba a
hacer yo en un circo? Así que se despidió de mí con lágrimas en los ojos.
-Ismael,
vuelvo a casa - dijo, y marchó con su caballo, sus barbas y sus tetas, junto al
coronel Cody y el jefe Toro Sentado. Ahora está en París, de gira, se ha
afeitado la barba y la llaman Juanita Calamidad.
Yo
también me fui de Dodge City y acabé en San Francisco, donde pienso embarcar en
un ballenero. Quizá algún día vuelva a enfrentarme a Moby-Dick.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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