miércoles, 24 de abril de 2019

CUENTO Nº 4 DE LA PENTALOGÍA DE LA MUJER BARBUDA.

             Y sigo con mis cuentos, aunque esta vez de acuerdo con el tema, que era "Librerías".




LA MUJER BARBUDA EN EL OESTE.

            Dicen de Dodge City que es “la ciudad sin ley” y es cierto, a pesar de los esfuerzos del sheriff Wyat Earp, que todos los días se juega la vida frente a pistoleros y vaqueros borrachos. Patricia y yo nos habíamos instalado allí y encontramos trabajo, yo como dependiente de la única librería del pueblo, y ella como vaquero. He dicho vaquero porque para todos era un hombre barbudo, siempre enfundada en un poncho que disimulaba sus curvas.
            En una desafortunada ocasión íbamos Patricia y yo, a altas horas de la noche, camino del saloon, cuando se nos ocurrió besarnos sin reparar en que un jinete nos veía desde una calle lateral.
            -¡Maricones! – fue el grito infamante que hirió nuestros oídos.
            Cuando entramos en el local ya se había corrido la voz y los parroquianos nos miraban con cara burlona. Estaban allí los vaqueros beodos y puteros de siempre, el patrón del salón, un gallego muy avispado llamado Santiaguiño, y la banda de los Mc.Pistol, pistoleros contratados por un poderoso ganadero para atemorizar a los granjeros, cuyas tierras quería convertir en pastos para su ganado.
            -Mirad - dijo Peter “Spitfire”, el mayor de los dos hermanos Mc.Pistol - un marica mejicano y el maldito librero que va a corromperos a todos - y añadió, sacando su revolver -. Fuera de aquí. Este es un local para hombres.
            Patricia se echó el poncho para atrás y se desabrochó con calma su camisa, dejando a la vista sus sonrosadas tetas. En su cintura lucía un Colt 45.
            -Yo no soy un homosexual mejicano, pero si lo fuera tendría el mismo derecho a estar aquí que todos vosotros. Soy mujer, soy la Mujer Barbuda, y tengo más huevos que todos los Mc.Pistol juntos.
            Y a continuación sacó el revolver a una velocidad pasmosa. Se oyeron seis disparos, y seis cadáveres rodaron por el suelo, todos con la pistola en la mano, que no habían llegado a poder disparar.
            El sheriff Wyatt Earp decretó que los disparos de Patricia habían sido hechos en legítima defensa, y desde entonces los ganaderos no volvieron a contratar pistoleros ni a ambicionar las tierras de los pacíficos granjeros, y los vaqueros se guardaron mucho de ofender a la Mujer Barbuda, aunque siempre había risitas disimuladas a nuestras espaldas.        
Ella ya no se encontraba a gusto en Dodge City, y cuando le llegó la noticia de que el circo de Buffalo Bill venía a la ciudad, quiso que me fuera con ella, pero ¿qué iba a hacer yo en un circo? Así que se despidió de mí con lágrimas en los ojos.
            -Ismael, vuelvo a casa - dijo, y marchó con su caballo, sus barbas y sus tetas, junto al coronel Cody y el jefe Toro Sentado. Ahora está en París, de gira, se ha afeitado la barba y la llaman Juanita Calamidad.
            Yo también me fui de Dodge City y acabé en San Francisco, donde pienso embarcar en un ballenero. Quizá algún día vuelva a enfrentarme a Moby-Dick.

                                                           Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                  (500 palabras)

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