LOS BARCOS POR LAS PAREDES
Hay
un estupendo trabajo de investigación del arqueólogo Pablo Rosser sobre unos
grafitis descubiertos en la finca Capistol, de la huerta alicantina. Consisten
en dibujos de barcos del siglo XVIII pintados en las paredes de algunas
habitaciones. También encontramos dibujos de barcos de esa época en el piso más
alto de la torre que hoy día acoge al restaurante Las Rejas, una de esas torres
de defensa que se reparten por nuestra
huerta de la Condomina. Y también podemos encontrar grafitis de ese tipo en la
bóveda de la que hoy es sala de exposiciones a la entrada del Castillo de Santa
Bárbara. ¿Por qué tantos barcos por las paredes? Y todos con el perfil típico
de los barcos de guerra del siglo XVIII. Parece que algunos improvisados
dibujantes plasmaron lo que veían desde sus aposentos, ya fuera en lo alto de
una torre de la huerta o desde las almenas de nuestro castillo. Y uno se
pregunta qué acontecimiento extraordinario pudo llamar a tanto artista a pintar
barcos, en una zona donde los barcos forman parte del paisaje cotidiano.
Pero
todo tiene una explicación. No es lo mismo ver un barco atravesar las olas, rumbo
al puerto, que ver nada menos que 500 barcos de guerra llenando nuestra bahía.
Y es que en junio de 1732 una gigantesca flota se reunió en Alacant para
marchar sobre Orán y Mazalquivir, plazas españolas desde tiempos de los Reyes
Católicos, perdidas en los avatares de la Guerra de Sucesión, y en manos de los
turcos y argelinos que amparaban a los piratas que asolaban regularmente
nuestros campos y pueblos de la costa.
Felipe
V tenía fama de melancólico (hoy diríamos que padecía una profunda depresión),
probablemente desde la muerte, víctima de la viruela, de su hijo Luis I, lo que
le obligó a volver a ocupar el trono de España, al que había abdicado en su
favor. El rey triste y apático necesitaba recuperar el prestigio político y
para ello sus consejeros le impulsaron a realizar una campaña bélica que
recuperase las plazas perdidas del norte de África. Pero para ello se
necesitaba dinero, mucho dinero, y el Rey confió al más aguerrido de sus
marinos, don Blas de Lezo (que en 1741 se cubriría de gloria en la defensa de
Cartagena de Indias contra los ingleses), para que marchase con la flota a
recuperar un millón y medio de pesos que la República de Génova debía al Estado
Español, y que los genoveses no querían abonar porque reconocían como rey,
todavía, al aspirante Absburgo de la pasada Guerra de Sucesión. Blas de Lezo,
un hombre de una heroicidad casi demente, cojo, manco y tuerto en pasadas
hazañas bélicas, se presentó ante la ciudad italiana y conminó a sus
autoridades a abonar la deuda inmediatamente o caer bajo las andanadas de los
cañones de sus barcos. Los banqueros genoveses se apresuraron a pagar, y con
este dinero se armó la flota que se reuniría en la bahía alicantina. Nada menos
que 500 barcos, entre los que figuraban 12 navíos de línea, 50 fragatas, 7
galeras, 26 galeotas, 4 bergantines, 97 jabeques, 109 barcos de transporte de
tropas y una gran cantidad de lanchas cañoneras, buques bomba y otras naves
menores y auxiliares. La expedición estaba al mando de don José Carrillo de
Albornoz, conde de Montemar, y transportaba a 30.000 soldados, con sus
caballos, artillería, bastimentos y comestibles para la campaña.
Tamaño
espectáculo jamás se había dado en nuestra bahía ni nunca se volvería a ver.
Por eso hubo tanto dibujante aficionado que, desde un mirador adecuado, se
dedicó a dibujar barcos en las paredes.
La
ciudad de Alicante contaba entonces con 12.000 habitantes, muchos de los cuales
hicieron grandes negocios proporcionando suministros a la flota y atendiendo a
los futuros combatientes.
En
esta expedición participaba un guardiamarina residente en Alicante, muy cerca
del Ayuntamiento, donde hoy hay una placa conmemorativa. Me refiero al que un
día sería almirante, científico, embajador y espía, el gran alicantino Jorge
Juan y Santacilia.
La
Expedición fue un éxito, partió de Alacant el 16 de junio de 1732 y a primeros
de julio, Orán y Mazalquivir ya eran de nuevo plazas españolas.
2 comentarios:
me ha gustado..
Felipe V, el primer Borbón que se creia rana, no se vestía y se comía su propia mierda, mandó invadir el norte de África. Detras había negocio. Ahora, los descendientes de aqella invasión, de la terrible ocupación y de las genocidas guerras coloniales, nos devuelven la visita. ESTAN EN SU DERECHO.
Eusebiet d' Alacant.
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