miércoles, 2 de junio de 2021

TABARCA

 


DE TABARKA A TABARCA

 

            Llegaron a Alacant en carretas procedentes de  Cartagena, donde habían desembarcado en 1769 de dos navíos que los trajeron del norte de África. Eran 68 familias de origen ligur, formadas por 296 individuos, de los que 31 habían nacido en Italia, 137 en la isla tunecina de Tabarka, 70 en el cautiverio de Túnez y 58 en el de Argel. Se habían dedicado a la pesca del coral, con una concesión que los señores de Lomellini habían obtenido de las autoridades tunecinas en 1540. Algunos de sus compañeros, viendo peligrar la situación política, emigraron a Cerdeña, pero otros, confiados en su buena suerte, permanecieron en Tabarka, y en 1741 fueron capturados por los tunecinos que ocuparon la isla y los sometieron a esclavitud. En 1756 pasaron a ser esclavos de los argelinos.

            El padre mercedario Juan de la Virgen convenció a nuestro rey Carlos III de que pagase un rescate por ellos y, a ruegos del Conde de Aranda, se les diera un pueblo fortificado en la Isla Plana de Santa Pola; obra que estaba construyendo el ingeniero militar don Fernando Méndez, con el fin de que la isla, situada a 22 Km. de Alacant y a 8 de Santa Pola, al ser habitada y fortificada, no siguiera sirviendo de base a las fechorías de los piratas berberiscos.

            De momento, mientras terminaban las construcciones en la isla, fueron alojados en el enorme edificio que había sido convento y colegio de los padres Jesuitas, recientemente expulsados de España. Y allí permanecieron hasta que al año siguiente, 1770, ya pudieron trasladarse a su nuevo hogar, que ellos bautizaron como Nueva Tabarca.

            Nada hay hoy que recuerde, en la forma de hablar el valenciano, su primitiva lengua italiana, pero sus apellidos dicen muy claro cuál es su procedencia: Parodi, Luchoro, Pitaluga, Manzanaro, Chacopino, Ruso y algún otro, que con ligeras adaptaciones a nuestra ortografía, son sus nombres originales.

            Rápidamente se adaptaron a su nueva nacionalidad, costumbres y lengua. Se les facilitó casa en el nuevo poblado, seis embarcaciones para la pesca y protección militar. Se les dispensó de pagar impuestos. Y sin embargo, su vida fue bastante miserable. En una inspección que se realizó nueve años después a la isla, se constató que los tabarquinos vivían en la indigencia, que faltaba agua, que la tierra era estéril y que las barcas sufrían importantes deterioros por falta de mantenimiento. Por tal razón, muchos de ellos terminaron emigrando a las costas vecinas, donde sus típicos apellidos se dan hoy con frecuencia en Santa Pola, Elche y Alacant.

            A pesar de todo, la población fue creciendo hasta alcanzar en 1920 más de 1.000 habitantes. Desde entonces fue disminuyendo a causa de la constante emigración y, aunque la pesca, sobre todo de atún en almadraba, era provechosa, hoy la principal fuente de ingresos de los actuales tabarquinos es el turismo, que en verano recibe a unos 3.000 visitantes diarios. La pablación actual, fija, no pasa de unas 50 personas, muchas de ellas de avanzada edad.

            La isla, de unos 2 Km. de larga y 450 m. de ancha, con sus calas de aguas cristalinas, su flora y su fauna marina protegidas por el título de Reserva Marina y su población y murallas restauradas, es un lugar con un encanto especial, que vale la pena visitar. Viajar allí a bordo de una de las muchas embarcaciones de recreo que parten a diario de Alacant y Santa Pola, bañarse en la playa o en una de sus calas y degustar un delicioso caldero o unos gazpachos de mero en uno de sus restaurantes, es un placer ineludible; sobre todo, si vas acompañado de Chema Pérez Burgos, arqueólogo y director del Museo, que es el que más sabe de esta isla excepcional.

1 comentario:

miguel sarceda dijo...

que gusto aprender contigo...