miércoles, 12 de mayo de 2021

POLÍTICA, GUERRA Y ENDOGAMIA.

 


 

1700. Empieza el siglo XVIII y se arma el follón. Muere el desgraciado Carlos II, deforme, retrasado, epiléptico, estéril, enfermo de mil males y, según el pueblo, Hechizado, a la temprana edad de 39 años, víctima sin duda de la disparatada endogamia de las familias reales europeas. Ha muerto sin hijos que pudieran heredarle. En su testamento nombraba heredero del trono a su sobrino nieto Felipe de Borbón, Duque de Anjou, nieto a su vez de Luis XIV de Francia, mientras el Emperador y la mayoría de los países europeos, recelosos del poder francés, se muestran partidarios del Archiduque Carlos de Habsburgo, bisnieto de Felipe III, que fuera abuelo de Carlos II. ¿Veis la endogamia? Y se arma la Guerra de Sucesión Española, a la vez civil y europea, en la que se enfrentan españoles partidarios de uno y otro aspirante; y países europeos, como Austria e Inglaterra apoyan al Habsburgo, y Francia, naturalmente, al Borbón.

Por estas tierras el pueblo se divide en dos bandos: Los maulets, gente del pueblo modesto, herederos de los Agermanats y defensores de los Fueros y la enrevesada forma de gobierno de los Austrias; y los botiflers (nombre quizá derivado de la flor de lis de los borbones, en la forma de Beauty Flour), partidarios de los Borbones y su forma, supuestamente moderna, de gobernar.

            Lo sorprendente es que el pueblo alicantino, que 13 años antes había sufrido el cruel bombardeo de la flota francesa, se muestre ahora abiertamente botifler. Quizá la influencia de una nutrida colonia francesa de comerciantes influyera en ello; y el carácter cosmopolita de los alicantinos, muchos de ellos experimentados navegantes, conocedores del extranjero y de las novedades políticas. De todos modos, a pesar de la adhesión a Felipe V expresada solemnemente por el Concejo alicantino,  había personas influyentes, como don Álvaro Escorcia que, más o menos disimuladamente, esperaban la ocasión de apoyar a los austracistas.

            Así que la misma flota francesa que había bombardeado Alicante, al mando del mismo almirante D’Estrees, vino a visitar la ciudad trayendo como ilustre pasajero al  infante don Luis Alfonso de Borbón, que fue recibido con grandes muestras de júbilo. Se dice que D’Estrees no se atrevió a bajar a tierra por temor a represalias.

            En 1706, una tropa de maulets capitaneados por Francisco de Ávila, intentaron asaltar o sitiar Alacant. Sus emisarios fueron echados a cajas destempladas por las autoridades alicantinas que los trataron como a mendigos indignos de parlamentar con verdaderos militares, y la artillería del castillo se encargó de disuadirlos de su empeño. El Mariscal de Campo don Daniel Mahoni había traído, en nombre del Rey Borbón, una numerosa tropa de soldados franceses y había cerrado con una nueva muralla el arrabal de San Francisco; así que la ciudad estaba bien defendida, y los maulets tuvieron que retirarse.

            Sin embargo en julio de ese mismo año, una flota inglesa de 54 barcos se plantó ante Alacant, mientras los austracistas locales, capitaneados por Escorcia, al mando de mil voluntarios, se apoderaban de la huerta y de la playa de la Albufereta, para el desembarco de tropas inglesas. Llegaron más barcos ingleses y más voluntarios austracistas, esta vez de Elche, y la flota atacante inició un tremendo bombardeo. Después de varios días de castigo artillero, derribadas partes de la muralla, las tropas inglesas entraron al asalto y tomaron la ciudad, cometiendo toda clase de desmanes y fusilando a todo el que cogieron con armas en la mano. Mahoni y sus soldados se refugiaron en el Castillo de Santa Bárbara, con algunos civiles borbónicos.

            Mahoni aguantó el sitio hasta  el 6 de septiembre, cuando se quedó sin municiones y acabó negociando una rendición honrosa, embarcándose con su tropa y los notables locales, rumbo a Cádiz. Los ingleses quedaron dueños de Alacant, donde permanecieron sin ser combatidos por el enemigo hasta diciembre de 1708.

            Hay un testimonio de esta ocupación inglesa de Alicante, facilitado nada menos que por Daniel Defoe, el autor de Las Aventuras de Robinson Crusoe, en una novela autobiográfica titulada Las memorias de guerra del capitán George Carleton, que sitúa a su personaje en el castillo de Santa Bárbara durante los días de la Batalla de Almansa.

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