EL CANTO DE ORIOL.
-¡Cabrones! ¡Hijos
de puta! ¡Malditos seáis! ¿Por qué me habéis encerrado en esta jaula donde no
puedo volar? ¿Acaso no sabéis quién soy? Soy Oriol, el pájaro dorado, cuyos
reflejos se confunden con los destellos del Sol. Mi canto es magnífico y llena
de armonía todo el bosque. Sus habitantes me respetan, porque soy inteligente y
escurridizo, y voy de un continente a otro en mis migraciones, siempre en busca
de climas más benignos. En invierno vivo en los trópicos y en verano voy a
vuestro país, despreciables tiranos, para alegrar vuestros bosques. Pero ahora
me habéis capturado y soy prisionero de esta ridícula jaula. ¿Qué queréis de mí,
malditos? ¿Que alegre vuestro hogar con mis cantos? ¿Y qué va a ser de mi
esposa y mis dos polluelos? Los orioles somos monógamos y habéis hecho de ella
una prematura viuda, y a ellos dos huérfanos que quizá mueran de hambre, al
carecer de un padre que les traiga alimentos. Os gusta también mi figura como
decoración, ¿verdad? Porque soy dorado y negro, qué magnífica combinación de
colores, ¿no es cierto? Pero pronto moriré de tristeza al no poder sufrir la
cautividad y me echaréis a la basura, como un juguete roto. ¡Malditos monstruos!
No tenéis ningún respeto por los seres que adornan la Naturaleza. Cazáis y
matáis para divertiros. Sometéis a la esclavitud a los que insultáis
llamándolos “animales domésticos”. En vuestros mataderos se lleva a cabo un
genocidio horroroso, con torturas innecesarias. Pero el mayor crimen lo
cometéis cuando os regodeáis con el espectáculo de pobres bovinos asesinados
entre música y colorines, en esos campos de exterminio que llamáis “Plazas de
Toros”, o cuando os complacéis con los trinos de un pájaro en su jaula. Si
supierais que nuestros cantos son nuestro idioma, si conocierais el significado
de las notas que emiten nuestras gargantas, no oiríais más que insultos y
reproches: ¡Monstruos, asesinos, diablos, canallas, malvados… cabrones!
La
pareja de humanos admira complacida la jaula dorada donde canta la oropéndola.
-Querido,
qué detalle has tenido al regalarme este pájaro cantarín - dice ella.
-Escucha,
querida. ¿Has oído nunca canto más armonioso? Qué belleza, ¿verdad?
-Sí,
querido, sus trinos me llenan de amor y de paz.
Y
Oriol sigue cantando:
-¡Malditos
monstruos! ¡Pío, pío, pío! ¡Me habéis quitado la libertad! ¡Me habéis robado mi
esposa y mis hijos! Pío, pío, pío! ¡Malditos seáis! ¡Queréis encerrar al mundo
en una jaula y estáis condenando a este planeta a una muerte horrorosa! ¡Pío,
pío, pío! ¡Vuestro pecado será castigado con vuestra propia extinción!
¡Moriréis todos en vuestra propia jaula! ¡Malditos seáis! ¡Pío, pío, pío…
-Qué
canto más maravilloso – dice el hombre, mientras una tos incipiente delata las
partículas contaminantes que flotan a su alrededor. Ignora que su planeta, la
Tierra, es una jaula de aire y que al ensuciarla y maltratar a sus criaturas se
está envenenando él mismo. La oropéndola se lo advierte, pero él ignora el
idioma de los pájaros.
-¡Malditos
seáis, bestias asesinas! ¡Malditos seáis! ¡Pío, pío, pío…!
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
2 comentarios:
Magnifico relato. Ojala calara en nuestras mentes( asesinas) estamos destruyendo tanta belleza y paz que seremos nustras oropias victimad.
Me ha encantado este relato, que injusto puede ser el ser humano en muchas ocasiones
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