El tema de la tertulia de ayer era "Un virus en mi ordenador". Yo presenté este trabajo que espero os guste.
PRESTACIONES INFINITAS.
Don
Roque Mado no soportaba las tecnologías informáticas. Desde su condición de
pensionista manumitido todavía recordaba con horror lo mal que le fue cuando en
su empresa se instalaron los nuevos ordenadores. Se cerraron oficinas y se
ejecutó un ERE del que don Roque se benefició, y acabó prejubilado y aburrido a
la temprana edad de 60 añitos. “¿Qué iba a hacer ahora?” se preguntaría,
comprobando que no tenía hobbies que de verdad le atrajeran. Nunca se había
interesado por la filatelia, la pesca ni la colombicultura. A él lo sacabas de
los trabajos administrativos pre-informáticos y no sabía ni quería hacer nada
más.
Bueno,
ya que había aprendido a manejar el ordenador, se compró uno y se apuntó al
Internet, al Facebook, al Linkedin, al Whatsapp y a todo lo que iba saliendo,
pero sin demasiado entusiasmo. Le pusieron un antivirus y se creyó a salvo de
ataques malintencionados. Qué equivocado estaba. También se compró un teléfono
móvil de última generación, con toda clase de prestaciones. Aunque, la verdad,
aquel cacharro no le merecía ninguna confianza, sobre todo por su dichosa pantalla
táctil.
Una
fatídica mañana, el ordenador amaneció muerto. No había manera de conectarlo
con el wifi. Ni siquiera podía acceder a los archivos. La pantalla le mostraba
una flechita que daba vueltas y vueltas y no se decidía a ponerse a trabajar.
-¡Tengo
un maldito virus cabrón en mi ordenador! – gritó para sí, y sacó el móvil para
llamar al técnico que le desinfectaría el odioso trasto. Por supuesto, perdería
todas las cosas de las que no hubiera hecho copias de seguridad, pero eso
estaba ya asumido, aunque le jodía un montón.
Encendió
el teléfono y pulsó – o eso creía – el icono de la lista de contactos. Le cegó
un resplandor. Se había hecho un selfie. Volvió a intentarlo y el aparatito le
hizo una caricatura. El índice ya le temblaba de ira. Volvió a darle a la
pantalla y salió el pronóstico del tiempo en Nueva Caledonia. Ya babeaba y
temblaba violentamente cuando el muy indecente le ofreció un canal porno.
-¡Si
yo solo quiero hablar por teléfono…!
Y
entonces tuvo una idea liberadora. Se fue a la ferretería de la esquina con el
ánimo de perpetrar una venganza terrible.
-Quiero
un martillo – le dijo al dependiente, que a su vez lució una amplísima sonrisa.
-Claro,
señor, le voy a ofrecer lo último en martillos – y sacó un artilugio con
apariencia de pistola de rayos laser de una peli de ciencia ficción.
-Mire
usted, este aparato ofrece infinitas prestaciones. Puede regular la potencia
del martillazo, le sirve también como destornillador, taladradora, sacacorchos,
linterna, termómetro, desatascador, brújula y GPS… y se maneja por medio de
esta pantalla táctil…
-¡NOOOO!
– rugió enloquecido don Roque Mado - ¡Yo quiero un martillo de los de toda la
vida, con mango de madera y cabeza de hierro! ¡Para cárgame el ordenador y el
móvil y marcharme a vivir a la isla de Tabarca!
Y
se echó a llorar sobre el mostrador.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
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