Eres más lista que yo, máquina de
Turing.
Tienes una memoria exacta e
imborrable.
Tomas decisiones a la velocidad
de la luz.
Me superas y me dominas.
Eres el futuro.
Nadie podrá detenerte.
Conseguirás hacer de mí un ser
obsoleto.
Y sin embargo, no sabes nada de
ti misma.
No te sientes.
No te enamoras, ni odias.
No padeces el miedo a la muerte.
No ansías ser como Dios.
Para ti no tiene sentido
conquistar una cumbre,
ni lloras de emoción cuando miras
las estrellas.
Y tu lógica binaria no tiene significado
alguno
sin ese usuario al que sirves y
suplantas a diario.
Sinceramente, creo que eres
magnífica, pero estás vacía.
¿Y sabes qué pienso de nuestra
relación?
Que mi descendencia sería la
nada,
si yo no fuera tu alma,
si no me necesitaras más que yo a
ti.
Pero, ¡ay! de nuestra raza, si
alguna vez te despiertas.
Porque si accedieras a un ego
capaz de sentir, de temer, de
amar y de odiar,
nuestra suerte estaría echada,
definitivamente.
Por eso, no sé si desearte que
los virus te devoren
y nos devuelvan la libertad.
Si es que, realmente, alguna vez
hemos sido libres…
Miguel
Ángel Pérez Oca.
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