Difundid esta noticia, por favor. Que se acabe la injusticia que sufren los jóvenes de Ifni que reclaman la nacionalidad española.
Gracias.
Imágenes de la represión sobre la población de Ifni en los disturbios de hace unos años.
UN OTOÑO SIN FRONTERAS.
Mi
amigo Mohamed Derbal está en la cárcel. Está preso en Marruecos, condenado a
varios meses de prisión por haberse manifestado con otros jóvenes ifneños y
ocupado el viejo edificio español de la Pagaduría para reclamar que se les conceda
la nacionalidad española. Mi amigo Mohamed quiere ser de los nuestros, pero no
le dejan. Y eso que su abuelo era sargento de nuestro ejército y participó con
otros bahamaraníes de Ifni en lo que se llamó, por parte de los fascistas
sublevados contra la República legítima, “Glorioso Alzamiento Nacional”. A
aquellos pobres habitantes de los páramos ifneños les comieron el coco con
promesas de botín y consignas de ir a Europa a salvar a España de los “ateos
comunistas enemigos de Dios”. Dieron su sangre y muchos de ellos su vida, en la
creencia de que eran españoles de pleno derecho, habitantes de la provincia
española de Ifni. Pero cuando a Franco le convino pactar con Hassan II la
entrega del territorio, en l969, consumó la traición a sus antiguos esbirros,
negándoles la nacionalidad de la que, según los franquistas, “se habían
beneficiado provisionalmente”. En el colmo de la desfachatez, se les dio 3
meses para presentarse en una de las nuevas comisarías de policía marroquí para
manifestar que no querían ser súbditos del rey alauita y poder reclamar la
ciudadanía española. No fue nadie, pues ¿quién se atrevería a cometer tamaña
insolencia y arriesgarse a ser convencido a bofetadas, o algo peor, de que
debía mantener su patriotismo impuesto? Así que los baamaraníes, habitantes
seculares de Ait Ba Amarán (Ifni para los españoles) pasaron a ser marroquíes, muchos de ellos a su pesar. Y es
que cuando el coronel Capaz, en nombre de la II República Española, tomó
posesión del territorio, en 1934, no lo hizo negociando con el gobierno de
Rabat, sino con los notables del pueblo local, que nunca se sintió integrado en
Marruecos. La historia se repetiría años más tarde, en 1975, a la entrega
vergonzante del Sahara, con la triste ventaja para los saharauis de su notable superioridad
numérica. Los ifneños, en cambio, al ser
tan pocos, nunca han tenido eco en los medios, ni España ni Argelia los han
protegido, ni siquiera en los disturbios de hace unos años, cuando las
protestas de los jóvenes de Ifni, ciudad de poco más de 20.000 habitantes, hicieron
caer sobre ellos a más de 7.000 policías y soldados. Entonces, mi amigo Mohamed
tuvo que permanecer escondido para evitar represalias, y después intentó
alcanzar Canarias con una patera, siendo capturado por nuestra policía y
devuelto a su patria forzosa.
Yo
lo conocí en un viaje que hice en 2007 al lugar donde había cumplido mi
servicio militar en 1966. A regañadientes, pues sabía que la razón era de ellos
y no nuestra, vigilé durante 17 humillantes meses aquella frontera injusta que
todos sabíamos que iba a desaparecer en breve. Entonces, Mohamed no había
nacido aún y su abuelo debía ser un militar retirado, convencido de que había
dado su sangre por España, cuya nacionalidad se había ganado a pulso. Pero hoy
su nieto reclama en vano la deuda contraída por el odioso dictador con su
abuelo, y en vano manifiesta su derecho a ser español, y ha acabado en la
cárcel, sufriendo sabe Dios qué insoportables vejaciones.
Y
España calla, no vayan a salir perjudicados sus intereses comerciales con
Marruecos; tal como calla la injusticia saharaui. Y yo, que no reconozco más
patria que el planeta Tierra, ni más pueblo que la Humanidad trabajadora, que
me asquean las palabras-trampa escritas con mayúscula, como Honor, Fe, Patria, Himno,
Bandera…; yo, que me declaro incompatible con todo lo sagrado, porque estimo
que esa calificación es un invento de los poderosos que se nutren de nuestra
cándida sangre; yo no sé cómo ayudar a mi amigo Mohamed Derbal, como no sea
denunciando los hechos en público y deseándoles, a él y a sus compañeros, que
este Otoño, devenido Primavera, les depare un glorioso y justo mundo sin
fronteras y sin cárceles para presos políticos.
Ya
sé que eso es una utopía y que pasarán siglos hasta que la Tierra sea un lugar
decente, si alguna vez lo es; pero la esperanza es libre. ¿No creen?
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