Todos
nuestros políticos actuales mienten como cosacos (con perdón de los cosacos).
Mentía Pedro Sánchez cuando nos decía que votaría NO a la investidura de Rajoy,
que no se aliaría con los partidarios de la consulta catalana y que no quería
que hubiera nuevas elecciones. Mentía porque al menos una de las alternativas
que nos proponía era imposible, dado que se excluían mutuamente. Pero también
mienten los actuales rectores del PSOE cuando nos dicen, unos, que hay que
abstenerse por el bien del país que necesita estabilidad, y otros, los que
persisten en el No para no darle el poder a Rajoy. Los de la abstención no la
predican en busca de la estabilidad, los del No no lo hacen por no darle el
poder a los corruptos de PP. Ambos se mueven buscando la supervivencia de su
partido, porque saben muy bien que unas próximas elecciones le darán más poder
todavía a Rajoy que, incluso, podría alcanzar la mayoría absoluta con la ayuda
de Ciudadanos; lo que hace inoperante ese NO que se predica con cara de falsa
honestidad. Que Iceta nos reconozca que el No de los socialistas catalanes es un
intento de recuperar protagonismo en su autonomía. Que los que propugnan la
abstención reconozcan también que lo hacen en busca del mal menor PARA SU PARTIDO, porque saben que en unas próximas elecciones el PSOE podría sacar
todavía menos votos que la última vez, y que cuatro años de concienzuda
oposición le podrían devolver el prestigio perdido.
Pero
también mienten Bescansa, Pablo Iglesias, Errejón y Echenique, cuando nos
hablan de que la abstención del PSOE va a suponer el nacimiento de la Gran
Coalición. Eso, más que una exageración, es también una mentira, porque tanto
PSOE como Ciudadanos van a tener que demostrar que hacen oposición al PP si no
quieren desaparecer dentro de cuatro años. Lo que pasa es que Podemos querría
merendarse al PSOE y ostentar el monopolio de la oposición de izquierdas. Se
les ha notado demasiado cuando, después de las elecciones de diciembre de 2015
soltaron su discurso de “las manos manchadas de cal viva” y las exigencias de
ministerios; pero también tuvieron la culpa del desacuerdo ciertos barones (y
dama, sobre todo la dama Susana) del PSOE, imposibilitando cualquier intento de
Pedro Sánchez de llegar a un acuerdo con podemitas y nacionalistas. Ambos
cortaron los puentes con una sarta de mentiras justificadoras que han hecho
posible el increíble ascenso del PP, que
ha sabido movilizar a los mezquinos de este país, a los que no afecta la
corrupción por encima del miedo a perder las migajas del señorito.
Que
la derecha miente no nos debe extrañar, porque está en su naturaleza. No se
pueden defender los privilegios de unos pocos con el voto de la gran mayoría de
los explotados sin mentirles descaradamente. Así que no hace falta analizar con
demasiado detalle las mentiras del PP, siempre retorciendo los argumentos para
justificar sus apaños y corruptelas. En cuanto a Ciudadanos, la simple proclama
de que pertenecen a una nueva forma de hacer política ya es una gran mentira. Son los alevines de la derechona de
siempre, eso sí, recién duchados.
Pero,
¿es que nadie va a salir a la palestra a decirle al pueblo la verdad? La verdad
es que las élites de cada partido buscan el poder por encima de todas las demás
consideraciones. Que los argumentarios son fórmulas para engañar a los
presuntos votantes y a los honrados militantes de toda la vida, que las verdades molestan y escuecen porque dejan
a los ambiciosos con el culo al aire y que uno, cada día, se descubre más
incapaz de militar en ningún partido liderado por mentirosos. Esa es la verdad.
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