El tema de la Tertulia de ayer era "Cercanía" y yo aporté estos dos trabajos que os pongo a continuación. Primero, la redacción en prosa:
SIN TU CERCANÍA TODO SON LEJANAS INMENSIDADES.
Camino
por el sendero, entre los troncos gigantescos de los pinos centenarios y los
helechos que cubren la tierra húmeda y fría de la noche. Te añoro, y todo me
parece extraño y lejano, mientras no divise las luces de la cabaña donde me
espera tu mirada limpia, tu cercana, amplia y maravillosa sonrisa, tu carne
firme y deseada. Alzo la vista y contemplo las estrellas que se asoman entre
las copas de los árboles. Están tan lejos… Son tantas y tan remotas. Cien mil
millones de estrellas hay en una galaxia, de los miles de millones que, dicen
los sabios, hay en este inmenso Universo. Allá lejos, alrededor de esos hornos
nucleares del cielo, donde se forjan los elementos que hoy constituyen nuestros
cuerpos, debe haber, necesariamente, otros mundos habitados por seres que
también sienten su soledad interior y la brevedad de sus tiempos. ¿Cuántos de
ellos, esta misma noche, estarán atravesando un bosque frondoso en busca de la
cercanía de algún ser amado y deseado, que les compense de tan enorme y
terrible soledad?
Pienso
en ti y me imagino cómo tus pensamientos recorren las redes intrincadas de tus
neuronas, en mi busca. Cien mil millones de neuronas guarda tu cerebro, y el
mío, y los de los otros siete mil millones de seres humanos que habitamos este
planeta minúsculo. ¿Te das cuenta? Tantas neuronas como estrellas en una
galaxia y tantos cerebros como galaxias. Y si cada una de esas células
nerviosas abriga tan solo un ligero destello de consciencia, la suma de todos ellos
es tu pensamiento. Sé que piensas en mí desde tu inmenso y lejano interior. Y
comprendo que tú y yo, y todos los demás, somos los legítimos habitantes de estos
mundos cercanos de lo cotidiano, pero que estamos suspendidos entre dos
inmensidades: la exterior, llena de estrellas y galaxias junto a las cuales
nada somos; y la interior, repleta de neuronas, moléculas y átomos
inconcebibles, en una realidad que nos es todavía más ajena y remota que los
espacios siderales.
¿Qué
somos tú y yo? ¿Por qué añoramos nuestra falsa cercanía? ¿Cómo nuestra
consciencia salta del uno al otro por encima del inmenso precipicio de lo
microscópico, bajo la gigantesca bóveda de los cielos? No sé explicarlo, ni
apenas concebirlo, y el eco de mis
pasos en el barro del camino me devuelve a la realidad de mi mundo humano.
¿Te
he dicho que me das miedo? ¿Te he dicho que, a pesar de ello, amo ese terror
que me inspiras? Sé que no podré acceder nunca al interior de tu mente. Sé que
lo que veo de ti es un reflejo lejano de la realidad que eres; que tu figura
amada, que tus palabras llenas de significado, que tus caricias y tu tacto son
solo ecos que llegan a mí a través de un laberinto de redes nerviosas; como tu
imagen de mí en tu consciencia no ha de ser más que un eco lejano e impreciso
de este interior mío que te ama y te teme.
Inmensidades
lejanas contra cercanía. Imposibilidad de verdadero contacto. Aislamiento de las
consciencias entre tantas enormidades…
He
dejado atrás el bosque y allá arriba, en la colina, diviso ya nuestra cabaña.
Hay luz en la ventana, y de lo alto de la chimenea surge un fino y delicado
hilo de humo, iluminado por la Luna gibosa que acaba de aparecer tras las
cumbres nevadas. Las estrellas, pudorosas, ceden a la cercana luz del satélite,
y desaparecen cual si fueron vergonzosos ojos que se cerrasen. Solo permanecen
en lo alto los planetas testarudos y firmes: el brillante Júpiter, un Saturno
amarillento, Marte el rojizo, enemigo de Antares, y alguna estrella demasiado luminosa
para escabullirse, como Sirio, Rigel, Aldebarán y Betelgeuse. El cielo se ha
tornado lechoso, de un gris sin matices, vulgar y revelador, y de pronto han desaparecido
todas las lejanías; y con ellas se han marchado mis miedos.
Vuelvo
a ser yo, corriendo por el sendero hacia la puerta de la cabaña. Dentro estás
tú, tan cercana, tan firme y verdadera como si mis sentidos fueran capaces de
desvelarme la auténtica realidad… aunque un escalofrío de vago terror recorra
mi espalda mientras te abrazo. La cercanía, en el fondo, es una ficción
maravillosa.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
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