Niños musulmanes de Ifni.
Mis amigos de Ifni.
Ayer sufrí un accidente peatonal. Iba yo por la calle del Teatro, en mi Alicante, camino de la parada del autobús de la línea 2, para subir a mi casa, cuando vi venir un vehículo que yo creía era el que quería tomar. Comencé a correr hacia la parada, cuando, al acercarme comprobé que era de otra línea, concretamente, de la nº 3. Absorto en la averiguación del número del autobús, no reparé en el bordillo de la acera y me vi proyectado por el aire, aterrizando sobre las baldosas y dándome un doloroso trastazo en todo lo alto de mi, por otra parte, prominente nariz. Permanecí unos segundos en el suelo, un tanto aturdido, mientras la sangre manaba generosa por mi rostro. Algunos viandantes habían visto mi percance y seguían su camino, sin molestarse en socorrerme, hasta que un amable norteafricano, no sé si marroquí o argelino, se apresuró a auxiliarme y sacando una botella de agua mineral de su mochila y unas servilletas de papel me ayudó a lavarme la cara y a recuperar la verticalidad. Tan solo un simpático matrimonio español acudió a socorrerme también y a proveerme de clínex para contener mi hemorragia y poder coger el autobús que había de llevarme a casa, donde me curaría la herida.
A menudo leemos en la prensa o vemos en la televisión los horribles atentados que llevan a cabo algunos fanáticos islamistas, y en cambio nadie habla de las buenas obras que realizan la mayoría de los musulmanes. Es por esto que os cuento mi accidente, para honrar a un ciudadano norteafricano que ha demostrado ser más humano que algunos de los elegantes europeos que no se molestaron en acercarse a ver lo que me había ocurrido. Desde aquí quiero agradecer a mis tres benefactores, el musulmán y el matrimonio español, la deferencia que tuvieron conmigo.
Yo hice la mili en Sidi Ifni, territorio que hoy pertenece a Marruecos, y allí conocí a gente muy buena, de cuya amistad me sigo honrando. Estoy convencido de que la mayoría de los musulmanes son muy buenas personas, con un gran sentido de la solidaridad, el honor y la amistad, de lo que me dieron pruebas, y lamento la mala prensa que unos cuantos locos fanáticos les han procurado.
Es lamentable que las acciones de unos pocos perjudiquen a toda una comunidad religiosa de etnias. Estoy seguro de que si en lugar de yo, hubiera sido el señor Donald Trump, el que se hubiera caído, mi amigo el musulmán del otro día también hubiera sacado su botella de agua mineral y sus servilletas de papel para socorrerle
.
Pero hay gente que no aprende.
Lástima.
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