Soneto que me dedicó hace unos años mi amigo Francisco Alonso.
Es el poeta del dolor, de la muerte, de las evidencias y de la contundencia. Su verbo golpea como una piedra comprometida, como un rayo justiciero. Su voz es potente y sentida y su poesía, a la vez tierna y dura, convierte la derrota en victoria sobre los avatares de la vida.
Yo le dediqué este poema en el homenaje que se le rindió el pasado viernes:
LO PERDIMOS TODO.
Lo
perdimos todo, absolutamente todo.
Perdimos
nuestros tesoros y nuestras posesiones.
Perdimos
nuestros proyectos y nuestros objetivos.
Perdimos
el orgullo y la complacencia.
Perdimos
nuestra autoridad y el respeto de los serviles.
Perdimos
la razón de nuestras razones.
Perdimos
normas y dogmas, responsabilidades y servidumbres.
Perdimos
todas las palabras que se escriben con mayúscula.
Perdimos
la fascinación por lo caro y lo raro.
Lo
perdimos todo, incluso nuestras debilidades.
Y
nos quedamos desnudos, como larvas trémulas.
Entonces
comprendimos que nuestra desnudez era lo único que habíamos poseído siempre.
Y
cuando quisimos mirar a través de nuestra piel traslúcida, vislumbramos un
inmenso y enigmático espacio interior: todo un Cosmos de amor infinito, con sus
galaxias y estrellas.
Y
nos dimos cuenta, al fin, de que nunca habíamos sido tan libres y, por lo
tanto, tan ricos.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
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