jueves, 7 de agosto de 2008

LA VIEJA FERRETERIA DEL MERCADO


El artículo que más me gusta de todos los que figuran en mi libro EL TELESCOPIO es el titulado "La ferretería del Mercado". En el dibujo que acompaña a esta entrada se ve el Mercado Central en el momento del bombardeo del 5 de Mayo de 1938. La vieja ferretería del Mercado estaba a la izquierda de la imagen, al otro lado de la calle.

LA FERRETERIA DEL MERCADO.

El otro día pasaba yo por la calle Calderón de la Barca cuando vi que la vieja Ferretería del Mercado estaba trasladándose a un nuevo local, a tan sólo unos metros de distancia, convertida ya en un establecimiento moderno.
Sus antañones escaparates de madera dejarán de formar parte del paisaje urbano de los alrededores del Mercado Central, como último vestigio de un obsoleto panorama cotidiano con el que yo había mantenido una especial relación familiar. Fundada por don Manuel Martí, en esa ferretería trabajó mi tío Julio Oca, y después su viuda, Maria Luisa Martí, junto a sus hermanos. Ahora ya es la tercera generación la que atiende el negocio. Esa entrañable ferretería era el último de los establecimientos comerciales que sobrevivía de los que en su día sufrieron la tragedia del 25 de mayo de 1938, cuando sirvió de puesto de socorro improvisado para los primeros heridos. Una oferta de soplillos de esparto para las cocinas de carbón de entonces, expuesta en los escaparates, salvó de la metralla y los cristales a los que se encontraban en el interior cuando estallaron las bombas.
Sobre la ferretería, en el balcón del primer piso, donde después vivirían mis tíos Eusebio y Victoria, se podía leer en aquellos años el rótulo de la consulta de otro tío mío, el doctor Ramón Oca, especialista en piel y venéreas, teósofo, poeta y republicano, médico de pobres y meretrices. Me cuentan que cuando fue detenido por los franquistas, al final de la guerra, los presos se levantaban como un solo hombre para ofrecerle sus colchonetas; y que a su funeral acudieron todos los mendigos y las prostitutas de Alicante. Había escrito un libro de poemas dedicados a glosar el Padre Nuestro, y en su despacho había un crucifijo, junto a una imagen de Buda, una Biblia y un Corán.
Un poco más abajo estaba la casa de comidas “El Santapolero”, donde ahora, precisamente, se muda la ferretería. Pepe, el Santapolero, era un marino veterano y cocinero estupendo que hacía unas paellas extraordinarias, ayudado por mi tía Eugenia, que era su esposa, y sus hijos Isidro, Manola, Eugenia, Marité y Pepe. Lo recuerdo perfectamente, con su mostacho de guías retorcidas y su mano grande y generosa que siempre tenía un duro para mí, cuando iba a verlo y besaba sus curtidas mejillas. Su hermano Tonico fue el propietario del Bar Marítimo, junto a Correos, donde se servían unos magníficos moluscos procedentes de las mejilloneras cercanas a la bocana del puerto. Murió en su bar, víctima de una de las bombas del 25 de Mayo.
Ahora, todos esas escenas de mi niñez desaparecen definitivamente de mi vista, que no de mi recuerdo, con la gente que quise y ya no está, y algunos que felizmente viven y a los que envío un beso desde esta emisora. Era el último establecimiento que quedaba de entonces y que se va para siempre al reino de la memoria, donde le espera, a la vuelta de la esquina, el desaparecido café Olimpia, en el que mi abuelo Miquel pasó los últimos años de su vida jugando al dominó, y donde vi una vez al maestro Vicente Blau, en sus mejores momentos, hablando de toros y convidando a todo el mundo. Y la “Tienda de la Uva” y el Trinquet que luego fue cine “Carlos III”, en la cercana Calle de San Vicente; y el Quiosco del Chato, en Alfonso el Sabio; y el Bar Ayuso, frente al que cayó la bomba asesina; y la Escuela Modelo, de don Franklin Albricias, que yo conocí ya convertida en sede del Frente de Juventudes y que ahora ocupa el inmueble donde se encuentra Radio Alicante, desde la que les estoy hablando…
Ya sólo nos queda el gran edificio del Mercado, que sobrevive a las épocas y a las catástrofes, como un monumento a vidas y sucesos tremendos de un pasado lejano y próximo a un tiempo; y que se yergue como el único referente que me queda de mi niñez por aquellas calles, donde los chavales de pantalón corto y remendado corríamos sin miedo al tráfico, y la democracia era un sueño, la libertad un recuerdo y la política un asunto misterioso del que los mayores hablaban con sigilo y esperanza. Tiempos a la vez tristes y hermosos, colmados de silencios y ternura, que la mudanza de la Ferretería del Mercado ha despertado en mi memoria con un arrebato de nostalgia.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 16-5-2006)

3 comentarios:

Juan José Amores dijo...

Es, sin duda, uno de los mejores.
Espero que algún día te arranques a escribir aquí otro de los más interesantes: UCRONIA ALICANTINA.
Me gustó mucho el "sueño" del Alicante que pudo y no fue
Un abrazo

Tara dijo...

Desconozco el pasaje urbanístico Alicantino aunque la nostalgia es la misma que siento cuando en el paisaje de mi isla canaria veo como desaparece la piedra de cantería en la calle Triana, en el añejo barrio de Vegueta y creo que ahora lo llaman fibra reforzada con me cago en todo lo que se menea.
En fin, que hago de tu nostalgia la mia y la de todos los que perdemos algo de nuestra memoria.

Enhorabuena escritor.
Tara.

Elías Gomis dijo...

Coincido. Este comentario de la ferretería del mercado es excelente.
He acabado de leer "El telescopio" y ahora ando tras la sombra de Giordano Bruno.
No dejes de escribir. Ni de soñar.