sábado, 16 de agosto de 2008

CUENTO DE NAVIDAD EN VERANO.


"María y José" es un cuento de Navidad donde los padres del niño Jesús viajan a Canarias en un cayuco. Forma parte de mi libro "El Telescopio" y es uno de los artículos que he ido leyendo los martes en Radio Alicante. Ahora es Verano, pero las pateras y los cayucos hacen que el tema siga siendo de actualidad.



MARÍA Y JOSÉ

María y José llegaron a Tenerife en un cayuco. Varios de sus compañeros de viaje habían muerto de sed y de frío cuando la lancha de la Guardia Civil les echó un cabo para remolcarlos a la costa.
-¿Tú crees que encontraremos refugio en esas tierras? - preguntaba María a su esposo, angustiada por su situación. Estaba embarazada, muy embarazada, de hecho, a punto de dar a luz. Y no sabía lo que les esperaba, sobre todo a su hijito, que ya pugnaba por salir al mundo. Habían sobrevivido de milagro, después de una espantosa marcha por el desierto y una travesía en cayuco desde Senegal, sobre las olas agitadas por un viento traidor que se había empeñado en alejar de su destino a aquella frágil embarcación, pintarrajeada con ídolos africanos que se suponía deberían haberlos amparado. Y es que uno no debe fiarse nunca de los dioses.
María y José venían huyendo de la miseria y de la tiranía. Su país era uno de esos cuyo nombre, en lenguaje nativo, no nos dice nada a los que nos aprendimos en la escuela las naciones africanas por su denominación colonial. Como casi todos esos países abandonados a su suerte en aquella farsa que se llamó descolonización, se trataba de un espacio artificial cuyo Estado dominaba territorios ocupados secularmente por distintas etnias irreconciliables. Y uno de esos pueblos había monopolizado el poder político, cruel y corrupto, en la persona del sangriento dictador Herodes Mandanga, al que no le preocupaba lo más mínimo matar inocentes, siempre que no fueran de su propia tribu.
Al llegar a puerto, les sorprendió la limpieza que reinaba por todas partes, desde los edificios a la ropa de la gente que los recibió, dándoles mantas y bebidas calientes. Los llevaron en ambulancias a un hospital, donde se ocuparon de las quemaduras, deshidrataciones e hipotermias que sufrían muchos de los viajeros, y, sobre todo, de María y de otra chica embarazada que también viajaba con ellos. Angelita, la trabajadora social de la O. N. G. que los atendía, acompañó a María a dar a luz, cuando pocas horas después de la arribada se puso de parto, y se asombraba de que no se quejase, como por lo visto hacen las mujeres blancas de Europa.
-Parece que has parido sin daño ni dolor alguno… - le decía en francés, que María entendía un poco, por haber sido su país colonia francesa.
-Es que nosotras estamos acostumbradas a sufrir y sabemos que por mucho que grites, no se va el dolor.
El niño era precioso y Angelita les preguntó qué nombre querían ponerle. Ellos, como no conocían los nombres usuales en Europa, se encogieron de hombros, y Angelita decidió por los dos.
-Le llamaremos Jesús.
A los pocos días llegaron al centro de acogida unos hombres muy distinguidos, de los que José no sabía si pensar que eran reyes o magos poderosos; porque traían regalos para todos.
-Son políticos - les dijo, con gesto desdeñoso, un refugiado guineano que llevaba retenido allí varios meses, sin poder salir de las islas camino de la Península.
Melchor García, del P. S. O. E., Gaspar del Castillo, del P. P., y Baltasar Peraza, de Coalición Canaria, les entregaron sus obsequios: un reloj dorado para José, un frasco de perfume para María y un bonito oso de peluche para Jesús.
- No os fiéis de esta gente – les advirtió el veterano refugiado -, que los blancos sólo son buenos y generosos en Navidad.
-¿Qué es Navidad? – preguntó José a Angelita, que estaba colocando un cartel que decía “Paz en el Mundo”.
-Es cuando celebramos el nacimiento del Niño Jesús.
-¿Ves, María, como esta gente es buena? - exclamó José - ¡Están todos celebrando el nacimiento de nuestro hijo!
Y se imaginó a Jesús creciendo en aquella tierra de promisión, y estudiando en la Gran Escuela de los blancos, de donde saldría un día, convertido en un sabio y carismático maestro. Ese día, Jesús volvería a su tierra para guiar a su pueblo y darle cultura y libertad. Ese día Jesús derrocaría al tirano Herodes Mandanga…
¿Era ese el destino glorioso de Jesús? José y María estaban seguros de ello. Aunque los europeos, que somos muy escépticos porque tenemos una historia vieja, llena de traiciones, injusticias y fracasos, sabemos por experiencia que algún tiempo después de la Navidad viene la Semana Santa.
Miguel ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 19-12-2006)

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