EL PROFETA SUBMARINO.
Estamos en
Alicante en mayo de 1861, a la orilla de un mar verdeazulado y quieto que más
se diría caribeño que mediterráneo. En el muelle de levante del puerto
alicantino hace calor y el sol castiga las levitas y chisteras de los
presentes. Hay allí reunidos dos ministros, funcionarios y un grupo de marinos
militares, todos sofocados por el bochorno.
-Esta
es la segunda vez que vengo aquí a ver las pruebas de un dichoso barco
submarino, promovido por un inventor loco. ¡Con el calor que hace en este
maldito Alicante! - murmura un hombre gordo con levita, chistera y una gruesa
cadena de oro del reloj de bolsillo sobre su chaleco sudado.
A
su lado, un obsequioso y escuchimizado secretario, también con levita, aunque
más modesta, intenta consolar a su jefe.
-Enseguida
habremos acabado, señor Ministro, y nos podremos ir a la Comandancia donde nos
han preparado un estupendo arroz a banda.
-Por
ese arroz – le contesta el político –es por lo único que vale la pena venir a
este tórrido pueblo. Porque el invento de ese catalán, Narciso... bueno él dice
que se llama Narcis, Narcís Monturiol… ¿Para qué puede servir un trasto que
navega como si hubiera naufragado, y con una velocidad tan corta? Claro, con
una hélice movida a mano por una docena de pobres desgraciados…
-¡Mire,
mire, señor Ministro! Ya se hunde.
En
efecto, el raro artilugio de madera con forma de pez, ha desaparecido de la
superficie.
-Sí,
y ahora nos tendrán varias horas esperando para demostrarnos que puede estar
sumergido todo el tiempo que ese catalán quiera… Y nosotros aquí, ¡con este
calor!
-Bueno,
el señor Monturiol ha dicho que está perfeccionando un motor a vapor anaeróbico
para ponerlo en el segundo prototipo que está planeando construir. Así
conseguirá mayor velocidad y menos tripulación.
-Claro,
o se asfixiarán todos con los vapores de ese motor “anaerófilo”. Ese tío está
loco, como todos los inventores chalados que nos hacen venir a Alicante a sudar.
-
Bueno, señor Ministro, y a comer buenas paellas.
-En
cuanto ese idiota salga a la superficie se adelantará usted a la Comandancia
para que vayan preparando el arroz y me faciliten un cuarto de baño donde
asearme, que estoy pasado de sudor.
El
invento de Monturiol no prosperó, aunque construyó un Ictíneo II provisto de
motor a vapor anaeróbico que demostró su perfecto funcionamiento. Monturiol
acabó arruinado.
Solo
ocho años después, el escritor francés Jules Verne “profetizó” el sumergible en
su novela “Veinte mil leguas de viaje submarino” y fue considerado por todos
como un visionario.
Y
en 1888 el marino español Isaac Peral construyó el primer submarino moderno,
dotado de periscopio, tubo lanzatorpedos y motores eléctricos, que también fue
desestimado por nuestras autoridades que, por lo visto, no habían leído a
Verne. Y además, promovieron una campaña de calumnias contra él que le amargó
del todo la vida. Y es que nadie es profeta en su tierra, sobre todo si su
tierra es España.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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