LA TORRE DE BABEL.
Jonás y Esaú eran
nuevos en la obra. Afortunadamente habían encontrado a un viejo compatriota,
Jacob, que los había acogido bajo su protección.
-Muchachos,
esto es un desbarajuste. Aquí reina la confusión. En esta obra hay cientos de
esclavos de distintos países, y cada uno habla su lengua, así que nadie se
entiende y los capataces usan el único idioma que todo el mundo conoce: los
latigazos.
-
Pero, entonces, ¿cómo sabremos lo que hay que hacer? - preguntó el joven Jonás,
que era el más espabilado.
-
Por eso no os preocupéis - le respondió el viejo Jacob - . Yo llevo muchos años
aquí, llegué cuando los babilonios conquistaron Israel, nuestra tierra, y nos
sometieron al cautiverio. Así que me ha sobrado tiempo para entender la lengua
de Babel.
-¿Babel?
- preguntaron los dos recién llegados.
-Bueno…
esta ciudad se llama Babilonia, pero todo el mundo, para ahorrar tiempo, la
llama Babel.
-¿Y
para qué quieren construir esta torre tan alta? - preguntó Jonás.
Y
el viejo Jacob hizo un gesto con el índice sobre la boca, reclamando silencio.
-Calla, bobo,
que no te oiga algún amo babilonio y nos la carguemos. Ellos no quieren que los
esclavos sepamos en qué estamos trabajando.
-Pero ¿ellos
conocen nuestra lengua? - preguntó Esaú.
-Pues no me
extrañaría que la conocieran. Estos tipos son endiabladamente listos.
Después, el anciano
miró a los dos lados, asegurándose de que ningún capataz estaba cerca, y se
dispuso a revelar el gran secreto.
-Nadie,
aquí, sabe para qué va a servir esta torre que ellos llaman “zigurat”, pero yo
conozco el idioma de Babel y he oído a los arquitectos en sus conversaciones; y
sé que quieren construir una torre tan alta que les permita llegar al cielo,
conquistarlo, y destronar a Yavé.
Y
los dos muchachos se apresuraron a adoptar un gesto de reverencia y temor ante
el Altísimo.
-Su
soberbia los perderá, pues Yavé lo ve todo y con esta confusión de lenguas que
hay aquí no me extrañaría que estallase una revolución que acabara con los
señores de Babel.
Sobre
una plataforma en lo alto de la obra, dos arquitectos babilonios estudiaban un
plano.
-Vamos
retrasados. Hay que dar más caña a los esclavos - decía uno.
-Si
no terminamos la obra antes del solsticio de Verano, el Emperador y sus sacerdotes
astrónomos nos van a echar una buena bronca... Pero es que no se contentan con
un zigurat de altura normal para observar el cielo. No, ellos lo quieren muy
alto, que les permita ver las estrellas como si estuvieran arriba de una
montaña. Lástima que este país sea tan llano que cualquier altura que necesite
un astrónomo haya que hacerla con piedras y ladrillos. Pero esta barbaridad de
torre, parece que en vez de ser para estudiar el cielo, sea para llegar a él -
dijo el otro y ambos se rieron a mandíbula batiente.
Esa
fue la conversación que escuchó el viejo Jacob.
Miguel
Ángel Pérez Oca
(500 palabras)
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