domingo, 8 de mayo de 2022

EL SABIO Y LA SEÑORA DE LA LIMPIEZA.

 


EL DOCTOR FLEMING Y LA SEÑORA DE LA LIMPIEZA

 

            Mrs. Smith era la mujer de la limpieza del laboratorio y estaba muy preocupada. El doctor Fleming se había marchado de vacaciones y le había encomendado que, en su ausencia, se ocupara de mantener las instalaciones limpias “como los chorros del oro”. Aquel era un lugar donde se experimentaba con bacterias y microbios y cualquier contaminación podía echar a perder meses de trabajo. Pero el caso era que algún recipiente de la mesa de trabajo del doctor había cambiado de aspecto y…

            -¡Está florecido! - se decía la mujer, atribuyéndolo a algún descuido suyo, imperdonable. Y dudaba en si debía limpiar el bote y no decirle nada a su jefe, o dejarlo como estaba y arriesgarse a una bronca, o peor aún, un despido que ella no se podía permitir, viuda y con tres hijos pequeños.

            Por eso, la mañana del regreso del doctor, ella estaba temblando, azorada y todavía dudando en limpiar el bote a última hora y no decir nada.

            De todos modos, el doctor Fleming era un hombre amable y comprensivo del que un despido a cajas destempladas era inconcebible. Pero no dejaba de temer su reacción si uno de sus “cultivos” se había estropeado por falta de limpieza.

            Cuando vio al doctor sonriente y bronceado por el sol de la playa, no supo a qué atenerse.

            -Hola, Mrs. Smith, ¿cómo está usted? ¿Ha ido todo bien en mi ausencia?

            Y la señora de la limpieza, vaciló en contestar, y puso una cara de apuro que el doctor captó enseguida.

            -Ay, doctor, que me parece que no he limpiado suficiente y uno de sus cultivos se ha echado a perder… ¡Perdóneme, por favor! Yo… yo lo he hecho lo mejor que he podido.

            Y el doctor se quedó muy serio, como tratando de interpretar las palabras de la mujer.

            -Vamos a ver ese cultivo.

            Y ella señaló al recipiente “florecido”

            -Mire, doctor, está cubierto de moho, con todas esas manchas grises.

            Y el doctor ni siquiera le contesto. Cogió el recipiente de cristal, puso una muestra en el microscopio y la estuvo estudiando durante un rato, mientras Mrs. Smith, se encogía y dominaba a duras penas sus ganas de llorar.

            -Parece que se ha contaminado con un hongo, quizá un Penicillium, y todas las bacterias están muertas…

            -Ay, doctor, perdone mi falta.

            -¿Falta? Amiga mía, creo que acabamos de descubrir un remedio excepcional contra las enfermedades infecciosas. Si conseguimos sintetizar ese hongo, habremos logrado un… ¿Cómo lo llamaría? Un antibiótico, eso es.

            -La verdad es que estuve dudando en si debía limpiar el recipiente…

            -Y no lo hizo. ¡Muy bien hecho, señora Smith, muy bien hecho!

            Al doctor Fleming le dieron el Premio Nobel por su descubrimiento de la Penicilina, que salvó y salva a millones de personas. En cuanto a Mrs. Smith siguió ocupándose de la limpieza del laboratorio hasta su jubilación y sonreía cada vez que se acordaba del asunto.

            -El doctor y yo descubrimos los antibióticos.

 

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                                          (500 palabras)

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