EL DOCTOR FLEMING Y LA SEÑORA DE LA LIMPIEZA
Mrs.
Smith era la mujer de la limpieza del laboratorio y estaba muy preocupada. El
doctor Fleming se había marchado de vacaciones y le había encomendado que, en
su ausencia, se ocupara de mantener las instalaciones limpias “como los chorros
del oro”. Aquel era un lugar donde se experimentaba con bacterias y microbios y
cualquier contaminación podía echar a perder meses de trabajo. Pero el caso era
que algún recipiente de la mesa de trabajo del doctor había cambiado de aspecto
y…
-¡Está
florecido! - se decía la mujer, atribuyéndolo a algún descuido suyo,
imperdonable. Y dudaba en si debía limpiar el bote y no decirle nada a su jefe,
o dejarlo como estaba y arriesgarse a una bronca, o peor aún, un despido que
ella no se podía permitir, viuda y con tres hijos pequeños.
Por
eso, la mañana del regreso del doctor, ella estaba temblando, azorada y todavía
dudando en limpiar el bote a última hora y no decir nada.
De
todos modos, el doctor Fleming era un hombre amable y comprensivo del que un
despido a cajas destempladas era inconcebible. Pero no dejaba de temer su
reacción si uno de sus “cultivos” se había estropeado por falta de limpieza.
Cuando
vio al doctor sonriente y bronceado por el sol de la playa, no supo a qué
atenerse.
-Hola,
Mrs. Smith, ¿cómo está usted? ¿Ha ido todo bien en mi ausencia?
Y
la señora de la limpieza, vaciló en contestar, y puso una cara de apuro que el
doctor captó enseguida.
-Ay,
doctor, que me parece que no he limpiado suficiente y uno de sus cultivos se ha
echado a perder… ¡Perdóneme, por favor! Yo… yo lo he hecho lo mejor que he
podido.
Y
el doctor se quedó muy serio, como tratando de interpretar las palabras de la
mujer.
-Vamos
a ver ese cultivo.
Y
ella señaló al recipiente “florecido”
-Mire,
doctor, está cubierto de moho, con todas esas manchas grises.
Y
el doctor ni siquiera le contesto. Cogió el recipiente de cristal, puso una
muestra en el microscopio y la estuvo estudiando durante un rato, mientras Mrs.
Smith, se encogía y dominaba a duras penas sus ganas de llorar.
-Parece
que se ha contaminado con un hongo, quizá un Penicillium, y todas las bacterias
están muertas…
-Ay,
doctor, perdone mi falta.
-¿Falta?
Amiga mía, creo que acabamos de descubrir un remedio excepcional contra las
enfermedades infecciosas. Si conseguimos sintetizar ese hongo, habremos logrado
un… ¿Cómo lo llamaría? Un antibiótico, eso es.
-La
verdad es que estuve dudando en si debía limpiar el recipiente…
-Y
no lo hizo. ¡Muy bien hecho, señora Smith, muy bien hecho!
Al
doctor Fleming le dieron el Premio Nobel por su descubrimiento de la
Penicilina, que salvó y salva a millones de personas. En cuanto a Mrs. Smith
siguió ocupándose de la limpieza del laboratorio hasta su jubilación y sonreía
cada vez que se acordaba del asunto.
-El
doctor y yo descubrimos los antibióticos.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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