ODIOSO IRIBERRI
El
brigadier don Pedro Fermín de Iriberri ha sido, sin duda, el gobernante más
odioso que ha tenido la desgracia de sufrir Alacant. Era, según el retrato de
él que figura en la Crónica de Viravens, un hombre alto y delgado, con un
rostro que invita a la desconfianza: ojos hundidos y penetrantes, pómulos muy marcados
en un rostro enjuto y un pobladísimo
mostacho negro bajo una nariz prominente. Tomó posesión de su cargo de Gobernador Civil y Militar en cuanto llegaron
los Cien Mil Hijos de San Luis, y en cuanto éstos se fueron y él se vio solo,
sin nadie que pudiera moderarlo, se rodeó de una pandilla de confidentes y
chivatos absolutistas, que se dedicaron a delatar a todos los liberales que
vivían en esta ciudad.
Aprovechó
una disputa de juego entre civiles y militares en la Plaza Nueva para ordenar
tocar Generala y apalear y detener a todo el que pilló por la calle. Cerró las
puertas de la ciudad, excepto la de San Francisco, y se colocó en ella rodeado
de sus delatores para ir arrestando a todos los sospechosos de liberalismo que
entraban por ella, procedentes del campo, donde habían celebrado la tradicional
Pascua. Las cárceles, los castillos y los palacios de la Puerta Ferrisa y la
Asegurada se llenaron de presos, algunos de los cuales se fugaron, temiendo ser
fusilados, y marcharon al exilio en un barco holandés fondeado en el Baver.
Vigilaba
la conducta moral y religiosa de los alicantinos, y en cuanto uno de sus
“satélites” delataba a alguien que había hablado mal de la Iglesia o,
simplemente, no se había descubierto al pasar por delante de un templo, lo
ingresaba en un convento, para que fuera reeducado por su prior.
En
febrero de 1828 una partida de liberales, comandado por los hermanos Bazán y
Bartolomé Arques, desembarcó en Guardamar del Segura, con la intención de
marchar a Alicante y proclamar la Constitución. Fueron delatados y las fuerzas
mandadas por Iriberri les tendieron una emboscada y mataron a muchos de ellos,
llevando detenidos a los restantes. Bartolomé Arques murió acribillado a
balazos cuando intentaba huir a caballo de una casa de campo donde se había
escondido. El hermano del coronel Bazán
fue gravemente herido, y el gobernador Iriberri ordenó fusilar a todos junto a
la Puerta de San Francisco, después de torturarlos y propinarles crueles
palizas. Les negó el auxilio de un sacerdote “para que fueran al infierno
inconfesos”. Fueron fusilados los 29 supervivientes de la partida de 80
liberales que habían desembarcado, incluso los heridos en sus camillas, y el
gobernador los fue tentando luego con su bastón para comprobar si estaban
muertos o darles personalmente el tiro de gracia.
Mientras,
los campos estaban infestados de bandoleros, pero como no eran liberales, no
preocupaban a Iriberri.
El
21 de marzo de 1829 se hicieron sentir en Alacant unos violentos terremotos que
castigaron duramente a Torrevieja y toda
la Vega Baja. Pero eso tampoco preocupaba demasiado a Iriberri.
En
1830 nació Isabel, la hija del Rey, que
en adelante y bajo la influencia de su esposa María Cristina de Borbón-Dos
Sicilias, se dedicó a asegurar su sucesión en el trono; lo que le haría dar
algún tímido cambio a su política intransigente. Los absolutistas eran
partidarios de que, a la muerte el Rey, le sucediera su hermano don Carlos
María Isidro; pero Fernando VII derogó la Ley Sálica que prohibía reinar a las
mujeres, y propició cierto apaciguamiento con los liberales.
Sin
embargo, todavía en 1831 sería fusilado el general Torrijos en Málaga y en
Granada sería ajusticiada a garrote vil Mariana Pineda, por bordar una bandera
constitucionalista. Una sobrina mía posee su abanico, dado que mi familia tuvo
cierta relación con esa heroína liberal.
El
30 de noviembre de 1832 Iriberri fue destituido y se marchó de Alicante, con
gran alegría de los alicantinos. Alguien tan fanático como él empezaba a ser
molesto, y de hecho, muy pronto pasaría a formar parte del bando partidario de
don Carlos,
El
29 de septiembre de 1833 murió el Rey Felón. Había traicionado al pueblo
español y a los liberales constitucionalistas, por su culpa se perdió el
imperio americano, y al final traicionó también a sus partidarios absolutistas,
con tal de facilitar a su hija Isabel II su acceso al trono, con el apoyo de
los liberales, a los que tanto daño había hecho. Su esposa María Cristina
ejercería la regencia, e inmediatamente estalló la Guerra Carlista. Iriberri
acabó siendo jefe de las fuerzas carlistas de Granada.
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