Don Baldomero Espartero fue un general famoso, entre otras cosas, por ciertos atributos de su caballo, que definían su carácter. Era un militar liberal y democrático, nada parecido a los militares “africanistas” que nos tuvieron bajo una dictadura de cuarenta años. Él solo fue Regente de doña Isabel II durante 3 años (1840 – 1843). Era un héroe de las guerras americanas y de la Guerra contra los Carlistas y levantó el sitio de Bilbao, lo que, seguramente precipitó el fin de la contienda. Pero tenía un carácter muy difícil y brusco, lo que le ganó muchas enemistades que, junto a las envidias que con tal profusión florecen en nuestro país, provocarían su caída y exilio. Su oponente político también era un general, Narváez, conocido como “El Espadón de Loja”, conservador y autoritario, que presumía de no tener enemigos “porque los había fusilado a todos”. Y con estos dos líderes, los liberales que habían vencido a los carlistas, últimos restos del absolutismo fernandino, ahora se disputaban el poder con una rivalidad infecunda.
En
Alicante, de donde Espartero era senador, los tres años de su regencia fueron
muy productivos. Nada más tomar posesión de la Regencia, Espartero nombró
Gobernador de nuestra Provincia a don Andrés Visedo, veterano luchador por la
democracia en las luchas alicantinas de 1812 y 1823. Y en esta época surgen en
nuestros alrededores explotaciones mineras, talleres de fundición y otras
muchas industrias, que denotan el progreso de esta tierra de gente emprendedora.
El puerto incrementa su tráfico mercantil de manera espectacular, y la ciudad
refleja estos adelantos en sus edificios de nueva construcción.
En
1841 se empieza a construir una nueva plaza del mercado, junto al puerto, donde
ya estaba la antigua. Su arquitecto: don Emilio Jover.
La
pasión política y la rivalidad entre conservadores y progresistas se manifiesta
en las elecciones municipales de diciembre de 1841, durante las cuales tienen
lugar duros enfrentamientos en el colegio electoral sito en la parroquia de
Santa María, donde es herido de consideración, por arma blanca, el diputado a
Cortes don Luis María Proyet. Triunfaron los progresistas y los alborotadores
fueron detenidos y castigados.
Pero
Espartero, y su caballo, se estaban pasando de la raya autoritaria. Cometió graves
errores y excesos, entre ellos el bombardeo de Barcelona, del que decía que “a
Barcelona hay que bombardearla por lo menos una vez cada 50 años”. Así que
moderados y progresistas conspiraron para quitarse de encima al incómodo
Regente, y los generales Narváez y Serrano se alzaron en mayo de 1843 en apoyo
del programa de reconciliación nacional que promovía Joaquín María López. En
Alicante se levantaron el brigadier Ricardo Shelly y el comandante general don
Manuel Sala, y el gobernador Visedo tuvo que marcharse de la ciudad, amenazado
de muerte.
Espartero
tuvo que huir de España el 30 de julio de 1843, y se exilió en Inglaterra.
El
gobierno de Joaquín María López, para evitar una nueva regencia, nombró a la
Reina mayor de edad a los 13 años en lugar de a los 16, como marcaba la ley
para estos casos. Y tras breves mandatos de López y Olózaga, se hizo cargo del
Gobierno el conservador (ellos se llamaban a sí mismos “moderados”) Luís
González Bravo, cuya primera decisión fue promulgar la vieja Ley de
Ayuntamientos que le había costado la regencia a doña María Cristina. Los
progresistas montaron en cólera, acusaron a los conservadores de violar la
Constitución y llamaron a Espartero, que ni se molestó en contestarles.
Se
iba a armar una buena.
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