EL REY TRAIDOR.
“Marchemos
francamente, y yo el primero, por la senda constitucional” dijo don Fernando
VII, después de que, tras seis años de absolutismo cerril, el teniente coronel
Rafael de Riego se levantara en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820,
reclamando la vuelta de la Constitución de 1812, y las guarniciones se le
fueran adhiriendo, hasta que el 10 de marzo Madrid se unió a la rebelión general.
El
levantamiento de Riego había sido motivado por la negativa de sus hombres a
embarcarse rumbo a América para sofocar los levantamientos liberales que se
estaban produciendo de forma generalizada y que darían lugar a las
independencias de todo el continente. Porque las independencias de Sudamérica
no fueron más que el resultado de la lucha entre liberales y absolutistas, que
en España habían ganado estos, mientras en las Américas triunfaban los
liberales. Las Españas, que en la Constitución de 1812 formaban toda
Hispanoamérica y Filipinas, con la España europea, se rompieron por culpa de la
intransigencia del Rey Felón, cuyo despotismo nos hizo perder el Imperio, que
había sido convertido por el liberalismo en un estado democrático.
El
despreciable Fernando VII se avino a traer de nuevo la Constitución, y a
jurarla solemnemente, cuando vio peligrar su corona al tener al ejército unido
en su contra, pero en secreto negociaba con la nueva monarquía francesa
borbónica, sucesora de Napoleón, y con sus aliadas Rusia, Austria y Prusia.
Durante
los años de absolutismo, el ayuntamiento, regido por el corregidor, poco había
hecho por Alacant. En 1816 se instaló una fuente en el Barrio Nuevo ocupado por
los antiguos vecinos del Arrabal de San Antón; y se fundaron las Escuelas de
Agricultura y Comercio. Pero no se repararon debidamente los daños de la última
inundación de 1792; lo que provocó que un segundo diluvio, en octubre de 1817, volviera a tropezar con la
presa de la muralla, sin la debida canalización, produciendo una segunda
inundación todavía más catastrófica que la primera.
En
1818 se mejoró el alumbrado, pero solo el de los barrios de gente distinguida.
En
cambio, cuando se trajeron de Roma los restos de los anteriores reyes padres,
Calos IV y Maria Luisa, que fueron desembarcados en Alacant para ser llevados
al Escorial, el Ayuntamiento se gastó una fortuna en ceremonias fastuosas, y se
obligó a los ciudadanos a ir de luto riguroso durante seis meses. Ese era el
estilo de la Monarquía Absoluta, mientras se perdía América.
Ahora,
esta segunda vigencia de la “Pepa” duraría solo tres años. En Alacant se fundó
la Sociedad de Amantes de la Constitución a iniciativa de varios conocidos liberales de la ciudad. El
nuevo Ayuntamiento Constitucional mandó derribar las murallas antiguas y abrir
en su lugar el hermoso Paseo de Quiroga (hoy Rambla de Méndez Núñez). Y se
nombró Alicante capital de la provincia de su nombre. Se construyó un nuevo
mercado junto al muelle, en el lugar que hoy ocupa la casa de Carbonell,
formado por dos espacios rectangulares, justo al lado de la Puerta del Mar.
Aunque los enfrentamientos entre las distintas
facciones liberales solo sirvieron para dar fuerzas a los absolutistas, que se
habían pronunciado ya en Orihuela al mando del bandolero Jaime el Barbudo. El
coronel Bazán, con el comandante Bernabeu y las milicias de Alacant sofocaron
la incipiente rebelión. También hubo pronunciamientos absolutistas en Aspe y
otros lugares de la provincia, al conocido grito de “¡Vivan las caenas!” Y
llegaron noticias de levantamientos en Valencia, que el coronel Bazán no pudo
sofocar, ni el ciudadano Bartolomé Arques, que había armado una milicia de su
bolsillo y había partido con ánimo de levantar el cerco a la capital valenciana.
Pero
todo fue inútil. El 16 de abril de 1823 cruzaron los Pirineos los llamados Cien
Mil Hijos de San Luis, tropas francesas al mando del duque de Angulema. En poco
tiempo tomaron Madrid. Valencia cayó en poder de sus sitiadores absolutistas.
El Rey fue liberado por los franceses en Cádiz, a donde había sido llevado por
los liberales. Toda España estaba otra vez bajo la bota despótica de don
Fernando “el Deseado”… Solo faltaba tomar Alicante.
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