miércoles, 14 de abril de 2021

MI AMIGO IWATA

 


MI AMIGO IWATA

 

            Hace algunos años recibí un correo desde Japón, firmado por un amable señor que se llamaba Iwata Hideaki (nunca he sabido si en los nombres japoneses va delante el apellido o el sustantivo). Me decía mi nuevo amigo que había vivido varios años en Alicante y recientemente había vuelto en un viaje de turismo. Casualmente había comprado un libro mío en el que hacía referencia a unos compatriotas suyos que, como embajadores de los señores de Bango, Orima y Omena, en el sur de Japón, habían pasado por Alicante en 1584, después de saludar a nuestro soberano Felipe II, y con intención de embarcarse para Roma y postrarse ante el Papa Gregorio XIII. Aquí, según contaba nuestra crónica del deán Bendicho, recibieron grandes agasajos y pasaran las Navidades, partiendo a la Santa Sede el 6 de enero de 1585.

            El señor Iwata se había interesado mucho por la historia de sus compatriotas y quería entrevistarse conmigo en un próximo viaje. Y así lo hicimos poco después, comiendo en un restaurante nipón de la Plaza de Gabriel Miró. Él me contó que los tales embajadores eran cuatro muchachos nobles muy jóvenes que querían ordenarse sacerdotes católicos en Roma, protegidos por los padres Jesuitas. Y yo quedé con él que iría al Archivo Municipal a averiguar todo cuanto pudiera en la Crónica de Bendicho.

            En el Archivo Municipal, gracias a la colaboración de Santiago, el archivero, pude fotografiar las páginas correspondientes a ese evento, en una edición moderna de la “Chronica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante” de don Vicente Bendicho, publicada a cargo de Mª Luisa Cabanes Catalá, por el Ayuntamiento, en 1991. En dicho texto se explicaba el viaje de los jóvenes japoneses, su paso por Portugal, si visita a la Corte de España, su estancia en Alicante y su posterior viaje a Roma, donde el Papa los distinguió con grandes honores. Pero lo más interesante era un párrafo suelto, que interrumpía la continuidad del relato, para decir, como una anécdota sin mayor importancia, que 31 años más tarde: “De esta misma nación de japonés, con el mismo trato y traje, llegaron algunos a esta ciudad de Alicante, a 2 de abril 1616, que volvían de otra embaxada de Roma; estuvieron hospedados en el combento de don Francisco, donde estuvieron algunos días, hablaban ya nuestro español…” Por la fecha me parecía que estos nuevos embajadores debían pertenecer a la expedición del caballero Hasekura Tsunenaga de 1613, que en su viaje de vuelta dejó en España a varios de sus miembros que se asentaron en tierras sevillanas de Coria el Río, dando origen al apellido Japón.

            La cuestión interesó mucho a mi corresponsal, que manifestó su intención de volver por Alicante y obtener fotografías del original de la Crónica de Bendicho. Sin embargo, poco después me enteré de su repentina muerte natural, con lo que me pareció que la investigación comenzada se iba a perder.

            Pero recibí un correo del Dr. José Koichi Oizumi, de la Aomori Chuo Gakuin Universiti, anunciándome que se proponía continuar las averiguaciones de mi amigo Iwata y que vendría a Alicante para solicitar se le permitirá fotografiar el original de la Crónica, que guarda nuestro Archivo Municipal. Me decía que para los historiadores japoneses era una cuestión muy importante para establecer lo sucedido con las dos embajadas de los siglos XVI y XVII.

            Unos meses más tarde, el catedrático Koichi y su esposa, que hablaban ambos  un perfectísimo castellano, se personaron conmigo en el Archivo Municipal. Se les sacó, con grandes precauciones, el original de la venerable Crónica y se les permitió fotografiar sus páginas con la sofisticada cámara que habían traído.

            Me dijeron que el hallazgo era sensacional y que en el libro que publicarían figurarían mi nombre y el de Iwata como descubridores. Meses antes había recibido un maravilloso libro, enviado por mi amigo, primorosamente ilustrado y escrito en japonés, donde se cuenta la aventura de los jóvenes nobles que vinieron de Japón a Alicante a pasar las navidades de 1584, recibiendo los agasajos, el turrón y la mistela de los alicantinos, que nunca habían visto gentes de tan lejanas tierras. Por mi parte, yo había enviado a Noriko Iwata, la hermana de mi amigo Iwata, una carta de despedida, dirigida al finado, como es costumbre allí, que tradujo Fumiko, una amable japonesa residente en Alicante. Y recibí de Noriko su agradecimiento con una primorosa reproducción de la “Ola” del genial artista japonés Katsusika Hokusai, que adorna ahora la cabecera de mi cama.

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