En la Tertulia de ayer el tema era "El Cesante". Este fue mi trabajo:
NATURALEZA CESANTE (LA LEYENDA).
Cuando don Dios
decidió construir un barrio residencial de planetas alrededor del Sol, nombró
director de la Tierra al señor Naturaleza, que tenía fama de ser un excelente
administrador. Y no se equivocó en la elección. El señor Naturaleza se afanaba
todos los días en hacer de la Tierra la envidia de todos los otros mundos, e
instaló en ella un vergel de aguas tibias, jardines verdes y acogedores,
montañas nevadas y frescas e inmensas piscinas oceánicas. Y así, este planeta
se llenó de seres felices.
Pero
pasaron las eras y don Dios se fue haciendo viejo, y un día decidió que no
quería seguir complicándose la vida. Así que buscó un nuevo dueño para la
Tierra. Y lo encontró en Homo Sapiens Fondo de Inversiones. Lo primero que
hicieron los antiguos inquilinos, ahora inversores, fue inventar el dinero, supeditando
la vida del planeta a las fluctuaciones del mercado. Pero, ¿qué era eso de las
fluctuaciones del mercado? Desde luego, don Naturaleza no tenía ni idea de cómo
unos papelitos y unas cifras en unas cuentas podían tener más valor que los
bosques y sus frutos, y que el trabajo y
los desvelos de los antes felices inquilinos del mundo. Así que los nuevos propietarios
nombraron a otro administrador, el economista míster Capitalismo, que impuso un
sistema absurdo, acorde con el ficticio dinero, en el que quien mandaba no era
el que fabricaba las cosas de valor con su trabajo, sino el propietario de las
herramientas necesarias, que a cambio de su aportación dineraria se constituía
en el dueño del trabajo ajeno. Más tarde llegó un personaje funesto, una
especie de matrona absorbente y poderosísima llamada lady Tecnología. Se decía
que si, en vez de míster Capitalismo, hubiera sido don Naturaleza quien la hubiera
fecundado, el planeta Tierra habría seguido siendo el vergel del Sistema Solar,
mejorado incluso por los nuevos ingenios. Pero, amancebada con míster
Capitalismo, el fruto de su coyunda fue el consumo desaforado de tele-basura, informática
come-cocos y otras nefandas aberraciones. Y los inversores Homo Sapiens cayeron
víctimas de su propia avaricia.
Hoy,
el cesante señor Naturaleza se pasea por un desierto. Los bosques cayeron bajo
las sierras mecánicas, los antiguos vergeles que medraban a su sombra son hoy
día nuevos bosques, sí, pero de cemento, enjambres de rascacielos abandonados.
Las piscinas oceánicas son enormes vertederos de basura infinita. La vida ha
muerto, sofocada por el cambio climático que han provocado las combustiones incontroladas,
con las que Homo Sapiens Fondo de Inversiones pretendía dominar la Tierra. El
dinero volvió a ser papel inservible, como, en realidad, lo había sido siempre.
Y los pocos supervivientes de la catástrofe acabaron recluyéndose bajo oxidadas
cúpulas metálicas donde se entregaron a miserables vidas simuladas por la
realidad virtual.
Ya
no queda casi nadie. La soledad ha acabado con las ganas de vivir de la mayoría
de los antiguos felices inquilinos.
Mientras, don
Naturaleza, triste y cesante, pasea su melancolía por la superficie del más
sucio y muerto de los planetas suicidas.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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