El tema de la tertulia de ayer era doble: La Época Victoriana y Homo Sapiens. A mí se me ocurrió esta historia inspirada en mi gato Kepler y en una conocida anécdota. Espero que os guste.
UN GATO VICTORIANO Y SUS HOMO SAPIENS.
Aquiles era todo un
señor gato victoriano, con sus largos bigotes enhiestos, su mirada displicente,
su cara y pecho blancos como la nieve y su lomo atigrado de color canela. Sus
movimientos y posturas eran el colmo de la elegancia y la dignidad. Nunca se le
hubiera podido sorprender en una actitud indecorosa ni se le hubiera podido
escuchar maullando de forma inconveniente. Cuando acudía a su escudilla a beber,
no lo hacía con los lametones vulgares propios de un felino callejero, sino que
mojaba su pata izquierda, siempre la izquierda como buen británico, y la lamía después
distraídamente. Se pasaba las horas aseándose con exquisito cuidado y jamás
comía otra cosa que no fuera el pienso para gatos que Lady Winchester mandaba comprar
en una tienda cercana a White Chapel. Eso y la pequeña porción de jamón de York
que Lord Winchester le obsequiaba a la hora del desayuno. Los Winchester creían
ser dueños de Aquiles, pero estaban muy equivocados. El verdadero propietario
de aquella mansión de 42 chimeneas era el gato. Bien lo sabía él mientras se
tendía elegantemente en el sofá principal del salón, justo enfrente del hogar
encendido.
Desde
allí observaba a Lord Winchester, que había llegado a casa muy alterado.
-¿Qué
te ocurre, querido? – le interrogó la señora, después de entregar el gabán, la
bufanda blanca y la chistera a la criada caribeña - Te veo inusualmente
nervioso.
Lord
Winchester era flemático, como buen inglés victoriano, pero esa tarde…
-Calla,
calla, querida. Vengo de la Royal Society, de escuchar una conferencia de ese
naturalista de moda, Charles Darwin, que nos ha dicho que los Homo Sapiens…
-
¿Homo… qué?
-Sapiens,
querida. Homo Sapiens quiere decir Hombre Sabio en latín. Bueno, pues el señor
Darwin sostiene que… - Lord Winchester bajó la voz, procurando que no lo oyera
el servicio – descendemos… ¡Ejem, ejem! – carraspeó varias veces antes de
proseguir – ¡descendemos del mono!
-
¡Aaaaaaah…! - Lady Winchester lanzó un grito agudo que se esforzó en ahogar, se
tambaleó a punto de caer sobre el sofá y aplastar a Aquiles que, por si acaso,
salió bufando hacia el pasillo; después, se repuso tras beber una copita de jerez
que le sirvió su esposo y empezó a hablar entrecortadamente.
-¿Del
mono…? ¿De uno de esos seres rijosos y desvergonzados que habitan en el
zoológico…? Qué vergüenza… Qué baldón para nuestra familia… ¿Eso dice Darwin?
Y
Lord Winchester asintió en silencio, con el rostro demudado.
-Bueno,
espero – dijo la señora – que no invites nunca a ese descarado a tomar el té en esta honorable casa. Y, además, tenemos
que hacer todo lo posible para que no se enteren de esto los vecinos.
Aquiles,
desde la entrada del pasillo, cruzó una mirada de inteligencia con Sarita, la
criada caribeña, y su rostro felino adoptó un rictus que debió ser precursor
del que luciría habitualmente un personaje de Lewis Carroll, autor de las
Aventuras de Alicia en Wonderland. Me refiero al Gato Risueño de Cheshire.
Aquiles
era todo un señor gato.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(A mi gato Kepler, que también
es victoriano)
(500 palabras)
No hay comentarios:
Publicar un comentario