Ayer,
8 de marzo de 2013, a las 12, en el salón de actos del MACA de
Alicante, dí una conferencia sobre los Mártires de la Libertad.
Pantaleón Boné y sus compañeros, fusilados en el Malecón el 8 de
marzo de 1844, dieron su vida para que nosotros seamos libres. Porque
la libertad, la democracia, no surge como un fruto maduro de manera
espontánea; hay que trabajársela, hay que luchar por ella y a veces
sacrificarse para que otros, en el futuro, puedan disfrutarla. Y es
que sin libertad, sin democracia, es decir: sin justicia, el ser
humano no puede desarrollarse plenamente, y nunca sería un verdadero
homo sapiens. Y una condición indispensable de la democracia es el
respeto, a los demás, sin duda, pero, sobre todo, a uno mismo.
El
salón estaba bastante concurrido, algo así como una mitad del
aforo; lo que teniendo en cuenta que eran las 12 horas de un día
laborable, no deja de tener su mérito. Y entre el público estaban
la Alcadesa de Alicante (que me hizo la presentación) y al menos tres concejales del PP (no los
conozco a todos, así que puede que alguno o alguna me haya pasado
inadvertido. Perdón si es así), pero también estaban dos buenos
amigos concejales del PSOE y una ex concejal de ese partido; y
algunos compañeros de Comisiones Obreras; y amigos de la Agrupación
Astronómica, de Alicante Vivo, del Ateneo, de la Tertulia de la Bodega Adolfo, de la
Asociación de Veteranos de Ifni, alguna amiga del Instituto Juan Gil
Albert, una ex compañera de trabajo en Tabacalera y hasta un viejo
condiscípulo de la Escuela de Comercio que no veía hace 50 años, y
viejos amigos de toda la vida y de todos los colores políticos, y
gente desconocida a la que agradezco el interés que me prestaron.
Mi
vida ya es bastante larga y me ha dado ocasión de aprender muchas
cosas. El Viejo Profesor Tierno Galván, que para mí es una
referencia, muy por encima de otros líderes presuntamente
carismáticos que acabaron defraudándome, dijo una vez que “ser
moderado es tener conciencia de los límites”... ¡Qué frase más
buena! Uno puede ser un radical y tener un programa máximo para una
sociedad perfecta, claro que sí, pero la lucha y los años pueden
haber modulado sus pretensiones inmediatas y pueden haberlo
convencido que se debe aspirar a lo posible, que es mejor aportar un
granito de arena que estrellarse contra un muro; y que por ello no
tiene que renunciar a sus nobles aspiraciones de toda la vida. Y esa
es la guía que he seguido, cuando la paciencia me lo ha permitido,
en mi aventura social: Aspirando siempre a lo máximo, aunque
calculando en todo momento lo que es posible, realmente posible
conseguir.
El
respeto a los demás debe partir del respeto a uno mismo. Y es por
eso que tengo amigos en todas partes y de todos los colores, con una
sola condición: que respeten a los demás como yo los respeto a
ellos. Siempre estaré abierto a la gente sincera, a la gente que no
miente, que no interpreta un papel, que no persigue fines espurios,
que no se corrompe. Por lo demás, por mí puede pensar lo que
quiera, siempre que su ideología sea respetuosa. Ya he aprendido que
hay buena y mala gente en todos los sitios, y que lo importante es la
integridad de la persona, no su pertenencia a uno u otro grupo u
organización. Que esta vida no es una película de buenos y malos.
Por
eso no voy a cabrearme con ningún energúmeno intransigente, se
ponga como se ponga, porque si me cabreara, ya le estaría dando un
primer triunfo: el de conseguir incomodarme. Y digo esto por ciertas
personas que habitualmente ponen de los nervios a algún allegado,
cuyo noble corazón no tiene paciencia con los malvados y los
fanáticos. Una vez, en una película inolvidable, un personaje que
sufría los maltratos de los carceleros de un campo de concentración,
hablaba con sus compañeros de infortunio, que le preguntaban si no
odiaba a aquellos miserables, y la vieja señora (el personaje era
una mujer mayor) les contestaba que no, porque: “cuanto más malos
son más pena me dan”.
En
fin, creo que si todos supiéramos llevar nuestras ideologías con
respeto a las de los otros, este país tendría arreglo. Pero a veces
los idearios y los argumentarios emanados de las cúpulas
prepotentes, corruptas en ocasiones, y vendidas a intereses
inconfesables, fuerzan a los militantes a pensar por delegación y a
ejercer el sectarismo; y, entonces, la competencia lícita se
convierte en retorcida y sucia lucha por el poder. Esa es la causa,
creo yo, del rechazo general a la clase política que, en el fondo,
es injusto, porque estoy convencido de que en todos los sectores hay
políticos honrados. Por eso nunca he militado en ningún partido
político, aunque me confiese, y todo el mundo sepa que lo soy, de
izquierdas, eso sí, profundamente independiente y (casi) siempre
respetuoso y considerado con mis antagonistas.
Ayer,
en el MACA, me sentí muy esperanzado al ver en el público a
personas tan dispares en sus ideologías. Quiero creer que era el
amor a Alicante lo que los había llevado allí, todos juntos, a
escuchar mi modesta conferencia, y eso me reconfortó mucho. Creí
entender que algunos de mis oyentes, tan comprometidos, en algunos
casos, con partidos y organizaciones, estaban considerando que el
amor a nuestra “Terreta” estaba por encima de diferencias, y que
éstas tienen otros terrenos para la disputa, a la que no hay por qué
renunciar. Y que si es así, o lo fue por esta ocasión inolvidable,
quizá no todo esté perdido.
Agradezco
a todos los asistentes la atención que me prestaron y espero que el
ejemplo de Pantaleón Boné y sus compañeros fructifique en la
conciencia de quienes deben luchar por todo el país, tan castigado
por la crisis, el paro, la corrupción y el escándalo. Que sepan que
una sola persona vale más que todos los partidos, que todas las
ambiciones, que todos los triunfos, que España (en esta ocasión,
Alicante), es la suma de todas las personas que conviven en su
territorio y que son las personas las que justifican todo empeño. Si
sabemos ser personas y nos respetamos en libertad, todo se arreglará,
seguro.
Ojalá
que sea así.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario