jueves, 20 de mayo de 2010

OTRA DE JOAQUIN DESDE LAS BARRICADAS.


Ahí va otra reflexión cojonera de mi amigo Joaquín Botella. Si los ayuntamientos, en lugar de controlar los ruidos nocturnos (o de madrugada, que es cuando más fastidian) los fomenta, estamos apañados.

¡PANDA DE …!

Hay costumbres que, en realidad, no son tales, sino putadas, como la de recibir la vespertina ayuda de Dios, sobre todo cuando el madrugón obedece a razones estrictamente laborales, porque no es lo mismo cuando se trata de irse a pescar o cuando es el gallo quien nos llama. El caso es que esta mañana, antes que el Sol, ya andaba yo correteando por los pasillos de mi casa cuando el cojonero ruido de lo que yo creía una moto de cuarenta y nueve ha empezado a colarse a través de los cristales y de los gruesos muros, como si del mismísimo virus de la mala leche se tratase.

Ya en la calle, en lugar del lechuguino emulando a Jorge Lorenzo que yo me esperaba, calentando motores antes de emprender su vertiginosa carrera diaria, me encuentro a un tiarrón, con pinta de salvaje amazónico, que, chupona de aire en ristre, se dedicaba a revolotear los papeles en medio de la calzada. “Oiga, que yo soy un mandao -se me ha justificao-, quéjese usted al Ayuntamiento de Cartagena”.
Y eso hago, que no son horas, digo yo, que bastante por culo están dando ya con la rebaja salarial del cinco por ciento para que, además, no lo dejen a uno dormir tranquilo. ¡Anda ya!, ¡que se vayan a la mierda!, ¡panda de…!


Joaquín Botella



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