EL PAÑUELO DEL NATURALISTA.
El
capitán FitzRoy del HMS Beagle era un hombre muy creyente. En su camarote
podríamos haber encontrado instrumentos de navegación, mapas, pero un solo
libro: la Biblia. Impaciente, paseaba por cubierta hecho un manojo de nervios.
-Vamos
a perder la marea y no podremos zarpar hasta dentro de 12 horas si Charly no regresa de una vez de esa maldita
isla.
Afortunadamente,
una chalupa surgió por entre los arrecifes y se dirigió al navío de Su
Majestad, mientras, a la orden del capitán, comenzaban a oírse las voces de
mando a los gavieros, a los servidores del cabestrante que hacían girar para
recuperar el ancla, y a los timoneles.
-Gracias
a Dios, ya está aquí nuestro naturalista. Seguro que viene mareado y con unos
cuantos bichos para su colección – murmuró FitzRoy, mientras un joven demudado
por el mareo era ayudado por los marinos a subir al barco varias jaulas.
-Perdone,
capitán – decía, conteniendo a duras penas las náuseas -, me he entretenido
capturando este pájaro maravilloso.
-¿Maravilloso?
– preguntó el capitán con cierto aire de burla – Pero si es un pinzón, un
vulgar y triste pinzón. Y ya tiene usted más de 10 jaulas llenas de esos
malditos bichos…
-Pero,
señor, cada uno procede de una isla distinta y ellos también son diferentes.
¿Ha visto la forma y tamaño de sus picos? ¿Y sabe por qué son distintos? Porque
sus alimentos también lo son. Éste, por ejemplo se alimenta de esto.
Y
sacando de un bolsillo un pañuelo verde, lo extendió ante el capitán, mostrando
unas cuantas flores de cactus.
-¿Y
qué? - preguntó el jefe.
-Pues
que cada raza de estos pájaros tiene el pico adaptado a su alimento habitual. Éste
liba el néctar de las flores de cactus. Pero abajo tengo otros que comen
semillas, insectos y hasta chupan sangre de aves marinas. Y cada uno tiene el
pico más adecuado a su alimento.
-¿Y
qué?- repitió el capitán -. A cada cual la Providencia Divina ha dado la mejor
herramienta para alimentarse.
Pero
el joven naturalista negaba lentamente con la cabeza.
-No,
señor. Todos estos pájaros descienden de un mismo grupo primitivo, llegado hace
muchos años del continente. Pero la Naturaleza seleccionó a sus descendientes
según los alimentos que encontraron en las distintas islas.
-¿Cómo
es eso?
-Pues
imagine usted que una pareja tiene varias crías. Una de ellas será la que, por ejemplo,
tenga el pico más grande y fuerte para partir semillas. Se alimentará mejor que
sus hermanos y se reproducirá más; y sus crías heredarán esta característica,
prevaleciendo entre ellas las mejor dotadas. Es lo que se llama Selección
Natural… Así han ido surgiendo todas las especies animales durante millones de
años; incluidos nosotros que, seguramente, venimos del mono.
FizRoy
enrojeció de ira.
-Jovencito,
no consiento que, en mi presencia, proclame usted esa clase de opiniones
sacrílegas. ¡El hombre fue creado por Dios!
Y
el joven naturalista Charles Darwin aprendió ese día algo muy importante:
Reservaría sus conclusiones para la gente culta de la Universidad.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
1 comentario:
Desgraciadamente, doscientos años después, seguimos igual. Ciertas opiniones hay que reservarlos para la gente que sabe escuchar, analizar, y, sobre todo, pensar.
Buen artículo.
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