martes, 17 de marzo de 2020

No sé si tengo ánimos para seguir escribiendo en este blog. Estoy como los saltamontes que vi durante el eclipse total en Szeged (Hungría), que por lo visto se les desconfiguró la programación cerebral y se quedaron como muertos, que los tocabas y no saltaban ni nada. Yo también estoy desconfigurado. Pero para que no digáis que no colaboro en mantener el desbordante optimismo que a todos nos anima, os pongo aquí el trabajo que había preparado para la próxima tertulia. Es la historia de alguien que nos haría falta, mucha falta, en estos días aciagos. He dicho.


LA HAZAÑA DE UN MODESTO MÉDICO RURAL.

            La epidemia había asolado, una vez más, la campiña británica. Eran tantos los hombres y mujeres de aquellas tierras con huellas en el rostro de las pústulas pasadas, que aquel o aquella que tenía la faz limpia de cicatrices llamaba la atención y podía presumir de su condición afortunada. El doctor rural Edward Jenner se sentía impotente ante la horrorosa enfermedad que a tantas personas se había llevado el año anterior, y la duda sobre la utilidad de su profesión corroía su conciencia de buen cristiano.
            Ante una jarra de espumante cerveza, sentado a una mesa del pub del pueblo, conversaba con el señor Smith, secretario del ayuntamiento. A través de la ventana veían pasar a los transeúntes, muchos de ellos con huellas recientes en la cara.
            -Las muchachas han perdido su belleza juvenil y solo unas pocas podrán enamorar a un hombre que, a su vez, haya sido agraciado con un rostro limpio de secuelas - decía el secretario-. Y aun así todavía son afortunadas. Muchas jóvenes han muerto en la pasada epidemia…
            -Sí, señor Smith, es una cuestión candente hallar la cura de esta maldita viruela – razonó el doctor.
            -Este año solo se van a casar las lecheras…
            -¿Las lecheras? ¿Por qué las lecheras? – preguntó, intrigado, Jenner.
            -¿No lo sabe usted? ¿Acaso atendió a alguna vaquera durante la epidemia?
            Y el doctor se quedó pensativo, repasando su memoria.
            -Pues no, es cierto, ninguna de las lecheras de mi distrito padeció la enfermedad.
            -Nunca la padecen. Si quiere le enseño el registro de los últimos años. En las listas se figura la profesión. Ya verá que en ninguna aparece una ordeñadora de vacas.
            Y al doctor se le encendió una luz en los ojos.
            -Pues si no se contagian debe ser por alguna razón…
            -Y es raro – remató el secretario –, porque sí que se contagian de la viruela vacuna, y muchas de ellas padecen sarpullidos en las manos y muñecas, de la misma clase de pupas que les salen a las vacas en las ubres.
            Y un silencio profundo se apoderó del médico Jenner. Estaba pensando, mientras apuraba sorbos de su cerveza, hasta vaciar la jarra.
            -Escuche, amigo Smith, si inoculásemos a todos los habitantes de este pueblo con líquido de las pústulas de una lechera infectada, quizá todos quedarían inmunizados como ellas, ¿no le parece?
            Y el funcionario se encogió de hombros.
            -Bueno, el médico es usted. Pero por mi parte yo haría que el ayuntamiento le facilitara la labor. Si tiene usted razón, se podrían salvar tantas vidas… y tantos rostros bonitos…
            -Pues voy a estudiar el caso y haré unas pruebas para ver si ese método preventivo podría ser útil, aunque tengo alguna duda.
            -Pues no dude, amigo mío, que lo veo salvando a la Humanidad, con el orgullo de ser el descubridor de… ¿Cómo llamaría usted al método de su invención?
            -Pues… “inoculación de viruela vacuna para prevenir la viruela humana…” o algo así.
            -Yo creo que debería ser más breve: de vaca, Vacuna.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.
                                                                               (500 palabras)

4 comentarios:

el sindrome de ulises el blog de eusebio perez oca dijo...

Si preguntáramos a los amigos como se llamaba el descubridor de la "vacuna" de la viruela o del médico que la distribuyó por el Mundo, salvando a millones de humanos.....pocos lo sabrían. No son futbolistas, ni habitantes de la casa del Gran Hermano, ni de una de esas playas llenas de psudopersonajes "famosos". Tanto cerebro para llenarlo de sandeces.Es mi opinión.

Eusebiet d´ Alacant

Miguel Ángel Pérez Oca dijo...

Tienes toda la razón.

el sindrome de ulises el blog de eusebio perez oca dijo...

Hace unos años España estaba sacudida por una epidemia. En este caso económica. ¿Las victimas?. Las de siempre. El pueblo, la gente, las personas. Tu y yo. Los grandes hombres de la política buscaron tras sesudas elucubraciones un remedio: Salvar a las empresas con problemas. Gratis.....para ellas. Pagando el pueblo. Hemos visto desahucios, suicidios, paro, etc. El gran Pasmarote tuvo otra genial idea. Una vacuna infalible contra la crisis: la reforma laboral que ya había comenzado su predecesor que por pusilánime no tuvo valor para dimitir, al menos. Así que la crisis-epidemia se agravó. Los bancos volvieron a ver amanecer a pesar de su culpa, grandisima culpa. El dinero del pueblo fue a parar a sus arcas y los consejos de administración siguieron viviendo como dios. Pero la gente empezó a espabilar. Se tomaron las plazas y surgieron voces nuevas. Algunas pensaron que iban a descubrir el huevo frito.....pero al menos cuestionaron lo mal hecho por los gobiernos especuladores de la derechona de siempre. Enseguida se "potenciaron" los "antipartidos". Los que querían retrotraer España a tiempos pasados negando la pluralidad territorial y otros que simplemente quisieron volver a un pasado grande y libre que soñaba José Antonio. Resultado: el pueblo siguió mal pero los catalanes pasaron de un 12% de independentistas a un 48%. En siglos pasados un Rey tuvo la feliz idea de amortiguar el sufrimiento de su pueblo vacunando a sus súbditos de todas las colonias. Durante la crisis-epidemia anterior a la actual, el monarca se dedicó a cazar elefantes y a poner el cazo ante dudosas dictaduras religiosas claramente condenables. Ahora se ha descubierto el pastel. A los Pujoles y los Ratos hay que añadir los Borbones. Y el pueblo sufriendo.
Suerte y que entre el coronavirus y los otros no acaben con nosotros.

Eusebiet d´Alacant.

Miguel Ángel Pérez Oca dijo...

Me pregunto si se puede ser buena persona y de derechas, si se puede ser conservador, queriendo conservar esta sociedad injusta, insolidaria y criminal que tenemos. Ya sé que se puede ser de izquierdas siendo mala o buena persona, pero ser mala persona cre sinceramente que es consustancial con ser de erechas, y no digamos nada de ser de la derecha fósil franquista. Eso debía ser delito. Y ser tonto y votar a los que te explotan es un acto de masoquismo. Sobra la monarquía, sobran las derechas, sobra el liberalismo económico, sobra la banca privada, la educación privada, la sanidad privada, los grandes transportes privados, la energía privada... en fin todo lo que dedicado al lucro es privado. Que no me hablen de libertada de empresa, de culto, de educación, mientras manipulan las conciencias inocentes para sin prohibirlo privarlas de la libertad de pensamiento y de expresión.
Hay que ver cuántas cosas estoy aprendiendo gracias al coronavirus.