EL MISMO TEMA.
No puedo dejarlo.
Siempre es el mismo tema, y no puedo escribir de otra cosa que no sea esa
historia de la Mujer Barbuda, Ismael y sus encuentros con Moby-Dick, la aventura
en Dodge City y todas aquellas peripecias absurdas a las que me siento
encadenado. A veces me propongo dejar de escribir por una temporada, dedicarme
a pintar, como antes, o sencillamente no hacer nada. Bajar al Raval Roig todas
las mañanas, tempranito, y sentir el flujo del tiempo con la brisa en mis
mejillas. No volver a escribir. Pero, es inútil, por mi cabeza rondan nuevos
argumentos de la historia...
Un barco se
acerca a la isla y Ahab e Ismael compran a su capitán un cargamento de dinamita
submarina a cambio de varios sacos de coral. Después, con ayuda de los jovencitos
y jovencitas de la isla, colocarán los explosivos en los lugares adecuados y se
retirarán prudentemente, mientras el viejo lobo de mar enciende la mecha. Una
enorme explosión sacudirá el atolón como si el viejo volcán hubiera cobrado
vida y, cuando el humo se aleje con el viento, un reluciente canal entre las
rocas se mostrará a sus ojos. La ballena blanca se acerca y parece husmear el
camino de agua. El océano se le ofrece al otro lado, lleno de peces y millas de
libertad líquida a su disposición. Y, sin embargo, duda. Gira su enorme lomo
blanco y saca su cabezota fuera del agua,
-¡Vete
ya, Moby-Dick – le grita el capitán Ahab – y perdóname todo el mal que te hice!
-Sí
-insisto yo – vete de una vez, “pequeña”.
Un
enorme surtidor surge de su cabeza, a modo de despedida. El monstruo blanco
dobla su corpachón hacia la abertura en las rocas, toma carrera hasta lograr
una velocidad vertiginosa, y después da un titánico salto, volando sobre los
arrecifes como una nube sólida, hasta alcanzar el blando océano y alejarse,
resoplando orgulloso (u orgullosa; nunca sabremos su género).
-Por
allí resopla, mi capitán – le digo a Ahab.
-Y
se lleva consigo mis viejos y tormentosos rencores.
Tarita,
mi compañera, es decir la compañera de Ismael, se acerca para decirnos, con una
sonrisa iluminada en su rostro:
-Estoy
embarazada.
¿Se
puede ser más dichoso? No lo creo. Y todo conseguido ante un ordenador,
hilvanando palabras que salen, más que de mi ingenio, de mis dedos, que
escriben solos, al impulso de una historia que viene de quién sabe qué ocultos
rincones de la razón.
Por
cierto, el capitán del buque americano les ha entregado un sobre para Ismael. Contiene
un daguerrotipo en el que se ve a Patricia afeitada y vestida de vaquero, con
una leyenda: JUANITA CALAMIDAD, y unas pocas palabras al dorso: “Ismael, me he
encontrado a mí misma y soy completamente feliz. Gracias por haberme querido
tanto cuando era la mujer barbuda.”
¿Veis
como no puedo dejar el tema? Mañana me iré al mirador del Postiguet, muy
tempranito, a ver salir el sol, mientras el tiempo y la brisa acarician mis
mejillas.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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