Por fin, ya no
lo ocultan. La marea de extrema derecha que azota a Europa, las sandeces de los
otros nacionalistas, los de Catalunya, las próximas elecciones con una derecha dividida… los ha puesto a todos ellos con el culo al aire. Ya no lo
disimulan, ya no lo niegan. Los hay franquistas de toda la vida, los hay
neofranquistas que acaban de descubrirse a sí mismos como totalitarios de
derechas, los hay criptofranquistas que tratan de ocultarlo, pero se les ve el
plumero fascista, se pongan como se pongan, y los hay que no saben que son
franquistas pero que se comportan como tales, porque no lo saben, pero lo son.
Unos están con Vox, otros con el PP y los últimos, que se creen liberales, con Ciudadanos. Qué lejos están estos Ciudadanos de los que fundaron este
movimiento con el provocador Boadella, pero no nos engañemos, no lo saben, pero
como el resto de la derecha, lo son. Y es que la derecha de este país viene del
feudalismo, el cuartel y la sacristía. Se confirmó con un baño de sangre, con un
horrendo crimen franquista, y no ha sabido librarse de él, porque tendría que
renunciar a la propia estimación. ¿Quién va a reconocer los crímenes de papá o
del abuelito? Y así, en cuanto se crispa el ambiente, el pueblo español, salvo
cuatro (o muchos más, por desgracia) idiotas, o ignorantes, o mezquinos, o
ilusos que se creen destinados a ingresar en no sé qué élite, o enfermos del
Síndrome de Estocolmo, que votan a sus explotadores al viejo grito de: “¡Vivan las
caenas!”, tiene que enfrentarse a los aprovechados de toda la vida.
Esta de ahora es
una situación dramática para una España enferma. De nuevo se enfrenta el viejo
y sufrido pueblo demócrata con los viejos señoritos canallas. De nuevo es cuestión de gritar “¡No
pasarán!” y, esta vez sí, derrotar de una vez y definitivamente a los
franquistas. El campo de batalla, hoy, son las urnas. Así que a ver qué votamos
el mes que viene. Nos jugamos la dignidad, la vergüenza, incluso la vida. Es
cuestión de utilizar el voto como arma de lucha en una guerra sin sangre, y
conseguir abortar el avance de los cerriles. Ya ha pasado la hora de jugar a
elegir la opción ideológica más bonita, ya ha pasado la hora de inventar el
huevo frito. El voto ha de ser útil, esta vez sí, o estamos perdidos.
Democracia o miseria moral, esa es la cuestión. Ser o no ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario