Fue este. En agosto de 2009 recibí un correo desde México. Un estudiante universitario de la capital azteca me enviaba una foto suya con mi primera novela. Me daba las gracias por mi obra que, en el ejemplar que me mostraba con el sello de la biblioteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, se veía deteriorado por el mucho uso. Me sentí útil y agradecido a mis jóvenes lectores mexicanos, y di por buenos todos mis esfuerzos literarios. Ha sido mi mejor galardón.
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