martes, 13 de noviembre de 2018

LOS TRABAJOS DE AYER.

El tema de ayer en la Tertulia El Filandón era "El Regalo" y como daba mucho de sí, yo esribí dos trabajos en prosa y un poema de tema libre. Pero como éramos muchos solo presenté uno de los dos textos y el poema. Ahora, aquí, os lo pongo todo. Espero que os gusten:




EL REGALO.

            Man 22 era el único superviviente de la expedición. Hacía ya 30 años que la gigantesca nave Myflower II había aterrizado en Wonder 81 después de un largo periplo espacial, y allí se había quedado para siempre, inutilizada por el impacto. Los 32 tripulantes, hombres y mujeres, que habían sobrevivido al accidente, decidieron colonizar aquel mundo rebosante de vida. Pero cuando descubrieron que ya estaba poblado por una raza inteligente del todo similar a la humana, con un remoto y olvidado origen común, se desató una guerra por el dominio del planeta. Los wonderanos eran gente muy bella, sabia y civilizada,  pero sus convicciones pacifistas y respetuosas con la naturaleza le impedían defenderse de las mortales armas de destrucción masiva empleadas por los terrícolas. En unos pocos meses, todos los nativos fueron exterminados, aunque se sospechaba que un reducido grupo de ellos se había refugiado en unas cuevas cercanas a la cumbre del volcán Nuevo Strómboli.
            Pasaron los años y una rara enfermedad fue matando a los colonizadores, que en ningún caso lograron reproducirse. Había quien sostenía que el mal de la lepra galáctica había sido creado por los nativos en algún laboratorio secreto de las cuevas donde estaban ocultos en espera de la aniquilación total de sus enemigos, tras la que volverían a ser dueños de aquel mundo maldito.
            Inexplicablemente, el mal no atacó a Man 22, que ahora, único superviviente, anciano y débil, contemplaba el extraño paisaje del planeta, sentado sobre una caja vacía, a la sombra de la nave maltrecha y oxidada, mientras recordaba con añoranza a su antigua pareja, la bellísima Woman 31, muerta de la enfermedad en los primeros años de la colonización. Hacía ya tanto tiempo que no besaba en la boca a una mujer, que casi se había olvidado de cómo se hacía…
            Más allá de las estribaciones del volcán, vio avanzar a una lejana figura. En principio desconfió de su vista, ya tan castigada por los años y la radiación ultravioleta del cielo wonderano. Pero, el ser que se acercaba era una mujer magnífica, bellísima y desnuda, que venía directa hacia él. Era una nativa y, seguramente, venía a matarlo, para consumar el exterminio de los invasores terrícolas.
            Era justo. Los nativos tenían derecho a vengar las atrocidades de los humanos. Y la esperó serenamente, aguardando la muerte.
            -¿Vienes a matarme? – dijo el anciano, ofreciendo su pecho – Estoy dispuesto.
            -No voy  matarte. En realidad vengo a hacerte un regalo.
            Y se acercó a él y lo besó en la boca apasionadamente. Aquel beso tuvo la virtud de devolverle la vida, y de repente sintió cómo un torrente de energía recorría su cuerpo.
            -Mis hermanos también murieron del mal que trajisteis vosotros en vuestra nave contaminada. Ahora solo quedamos tú y yo que, milagrosamente, hemos resultado inmunes a esa enfermedad.
            Y Man 22 vio su propio reflejo en el cristal de una ventanilla de la vieja nave. Y observó maravillado que, a pesar de su edad, se veía como un hombre muy joven.

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.



EL REGALO.

Allí estaba, sobre la mesa, un paquete envuelto en papel de regalo, y con una cinta dorada con su lazo, bajo la cual descansaba un sobrecito. Abrió el sobre y leyó la tarjeta que contenía solo un escueto “Felicidades”. Conocía al remitente, pero desde hacía un tiempo, no se fiaba de nadie. ¿En qué podía consistir el regalo? Desde que había adquirido cierta notoriedad por sus valientes artículos en la prensa, ya había recibido varias amenazas de muerte. La última supuso para ella un trauma difícil de borrar en el ánimo. Afortunadamente, la policía detectó a tiempo el paquete bomba que, seguramente, la habría matado. Por eso desconfiaba de todos.
El remitente era amigo, pero ¿y si alguien había falsificado su firma? A lo mejor el paquete de regalo solo contenía libros, o un perfume, o algún juguete de hojalata de los que ella coleccionaba, o una muñeca, o una prenda de vestir, o… una joya con una proposición amorosa, o sexual, o quién sabe.
El caso es que no se atrevía a abrir la caja. Aunque tampoco se atrevía a tirarla a la basura. Quizá contenía algo de mucho valor. Pero aceptarlo podía significar que asumía un compromiso que condicionaría su futuro. Podría contener un tentador soborno que comprometería su ideología y malograría su carrera de periodista. O el contenido podía estar envenenado y producirle una muerte lenta y desagradable, o simplemente albergar un explosivo que la fulminase.
La indecisión la angustiaba. Se dirigió a la cocina y se sirvió un whisky mientras no dejaba de mirar de soslayo al dichoso paquete. Pensó que debería llamar por teléfono al remitente para asegurarse de que era él quien lo había mandado, pero… ¿Y si era un agente de alguien interesado en acabar con ella y sus artículos? Él siempre le había parecido una persona honesta y hasta le gustaba físicamente, pero, en este mundo de intereses ocultos y dinero fácil, nadie estaba a salvo de sospechas.
No. No lo llamaría, porque, además, él podría sentirse ofendido y se rompería el encanto del regalo. Pero, ¿era de verdad un regalo?
De pronto, en un arrebato, cogió el paquete como si le quemase en las manos, salió a la calle y lo echó en el cubo de la basura de la esquina. Después regresó a casa corriendo y se parapetó tras la puerta.
Un mendigo pasaba por la calle, como hacía todas las mañanas, con la esperanza de encontrar algo útil en los cubos de la basura. Y al llegar a la esquina, un brillo dorado había llamado su atención. Vio el paquete y después de mirar en las dos direcciones, lo escondió bajo su gabardina harapienta y se dirigió con paso rápido a la chabola donde malvivía. Una vez allí comenzó a rasgar el papel de regalo con impaciencia. Dentro de la envoltura había una caja de cartón con la marca de un conocido establecimiento del centro. Y con una gran sonrisa en su boca mellada, procedió a levantar la tapa… 

                                                           Miguel Ángel Pérez Oca.



REVOLUTIÓNIBUS.

Nos sirvieron bazofia a la hora de aprender.
Luego, cuando ya éramos suficientemente tontos,
nos alimentaron con banalidades,
y se inventaron enemigos para culparlos de todo.
Y nos hicieron creer que si nos uníamos a ellos,
contra “los malos”,
vendría a nosotros el edén prometido por el dios Mercado.
Y así consiguieron ser nuestros líderes.
Y los votamos una y otra vez.
Y cada año vivíamos peor:
trabajábamos más y nos pagaban menos.
Pero la culpa nunca era suya, sino de “los malos”:
de los inmigrantes, las feministas, los rojos, los parados…
Y ellos, mientras, en sus palacios de alabastro,
acumulaban fortunas superfluas
que no necesitaban,
porque sabían que en el reparto,
nuestra pobreza les era más útil que sus riquezas.
Vivían como dioses
y se reían de nosotros…

Cando ya no les hagamos falta,
cuando las máquinas hagan todo el trabajo,
nosotros también seremos sus enemigos,
también seremos “los malos”,
y un ejército de androides que ni comen ni se cansan
nos destruirá,
y nos extinguiremos para siempre.
Y ya no hará falta la telebasura,
ni la prensa de las noticias falsas,
ni los símbolos manipulados;
ni siquiera unas sepulturas dignas,
porque muertos seremos más baratos…

Y todo por no haber sabido desenmascararlos a tiempo.

                                             Miguel Ángel Pérez Oca.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Miguel, todo un regalo.

MANOLO JORQUES dijo...

Buenas tardes, Miguel: Ya sabes que soy un admirador tuyo, como persona, como escritor y como artista (tardío y provinciano; en Madrid serías un crack) Me encanta lo que escribes y cómo lo escribes. Sigue. Manolo Jorques

Miguel Ángel Pérez Oca dijo...

Gracias, Manolo y Unknwn. Lo mejor de esto de ser tardío es que a mi edad estoy empezando.
En cuanto a provinciano, ¿existe un lugar mejor que Alacant?
Un abrazo.