PEQUEÑA CATÁSTROFE.
-Lo han confirmado
desde Houston. Es un agujero negro y viene derecho hacia la Tierra – dijo la
doctora Perkins con rostro demudado -. Los gobiernos lo están ocultando para
evitar un caos… Aunque, ¿qué más da? Todos van a morir.
Peter
y Karla la miraban consternados.
-Bajaremos
a lo más profundo de las instalaciones. Hay que evitar que nos alcancen los
rayos gamma – ordenó la jefa de la Base Lunar instalada en las alturas del
Cráter Shackleton, cercano al polo Sur del satélite.
-¿Y
qué va a ser de nosotros? – preguntó Karla, la brillante exobióloga.
La
doctora Perkins sonrió con amargura.
-Moriremos
también, pero tardaremos algún tiempo. Cuando el agujero negro se trague a la
Tierra, una enorme explosión de rayos gamma arrasará nuestra superficie. Los
paneles solares quedarán fundidos, como todas las instalaciones del exterior. Y
nosotros tardaremos en morir lo que tarden en agotarse nuestras reservas de
energía…
-Así que estamos perdidos – maldijo el astronauta Peter Wonder, el piloto jefe.
-Así que estamos perdidos – maldijo el astronauta Peter Wonder, el piloto jefe.
-Nosotros
tres seremos los únicos testigos de la más grande catástrofe de la Historia.
Vamos a ver el fin del Mundo en primera fila.
En
la pantalla conectada al telescopio instalado en la superficie, aparecían las familiares
estrellas de siempre, aunque en el centro de la imagen, los astros se
deformaban en una especie de arcos de luz que rodeaban una perfecta y circular
mancha negra.
-Ahí
está ese hijo de puta… - masculló Peter, abrazando a Karla por la cintura.
En
otra pantalla aparecía la Tierra, azul y blanca, hermosa como ningún otro
planeta del Sistema Solar.
-Ya
ha empezado – advirtió la doctora Perkins.
En
efecto, las emisoras terrestres callaron de pronto o transmitieron estruendos y
gritos aterrados. En pocos minutos la atmósfera se tiñó de un blanco sucio.
Después, el aire pareció evaporarse y huir hacia una masa oscura que se
acercaba a velocidad vertiginosa. Por unos instantes, todo el planeta apareció
como una esfera parda, desprovista de aire y agua. Y empezó a deformarse. Masas
deshilachadas de materia incandescente se elevaban hacia el agujero asesino,
cada vez más cercano.
En
las profundidades de la base, los tres astronautas notaron un creciente temblor
acompañado de crujidos siniestros.
-Quizá
nuestra Luna reviente también y nos ahorraremos una lenta agonía – exclamó
Peter mientras, en la pantalla, la Tierra se deshacía y su núcleo ardiente explotaba, emitiendo un silencioso
rugido de muerte en forma de rayos gamma y plasma que acabarían arrasando la
superficie lunar. Por último, todo ese caos desapareció repentinamente,
engullido por el pozo cósmico sin fondo. Y la pantalla se apagó.
-Ya
ha acabado todo. Es el fin. Hemos presenciado la gran catástrofe.
-Bueno,
no tan grande – dijo la doctora -. Luego iremos a la superficie a revisar los
daños. Montaremos el telescopio pequeño y observaremos cómo se aleja ese maldito.
Y veréis que el resto del Universo sigue impasible y eterno en su evolución. En
toda la galaxia, en todo el Cosmos, no ha ocurrido nada importante. En realidad
esta ha sido una catástrofe mínima.
Miguel Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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