martes, 24 de julio de 2018

QUEMA DE LIBROS, UN TEMA ETERNO.



El tema de la tertulia de ayer era "Quema de libros" y yo presenté este trabajo, inspirado por un capítulo del Quijote, que aquí os presento: Espero que os guste.


DEL DONOSO Y GRANDE ESCRUTINIO QUE EL CURA Y EL ALCALDE HICIERON EN LA LIBRERÍA DE DON QUIJOTE.

En un lugar del espacio-tiempo de cuyo nombre no quiero acordarme, las máximas autoridades de Argamasilla de Alba, después de interrogar a don Alonso Quijano sobre sus disparatadas salidas como caballero andante, convinieron en que la imprudente lectura de determinados libros podía haber sido la causa primera de sus desvaríos, y decidieron hacer un escrutinio de los mismos, aprovechando que nuestro hidalgo dormía maltrecho.
Y el primer libro que cayó en manos del Alcalde, que no era otro que maese Nicolás, antiguo barbero venido a mayores, fue el llamado “Revolutionibus Orbium Caelestium” del polaco Nicolás Copérnico.
-¡Vade retro, Satanás! – exclamó el cura – que esta es una obra herética y enloquecida que defiende la absurda idea de que nuestro mundo da vueltas como una peonza alrededor del Sol. Además de que es el primero de otros títulos, como los “Principia” del inglés Isaac Newton, “El Origen de las Especies”, de mister Carlos Darwin, y otros disolventes libros que contribuyen a socavar nuestra fe, atribuyendo a la ciega Naturaleza lo que indudablemente no puede ser más que obra de Dios.
-Pues vayan todos a la hoguera – dijo el alcalde, echándolos por la ventana al patio, donde la sobrina ya avivaba un fuego que con leña seca había encendido.
-¡Cáspita! ¿Y estos? – se sobresaltó el cura al leer los lomos – “El Capital” del judío alemán Carlos Marx, y “El Manifiesto Comunista”, escrito por el anterior en colaboración con otro teorizante llamado Engels, en los que se predica la revolución de los obreros, que sin duda destruiría el entramado social de nuestra monarquía, propiciando la desobediencia, el crimen y el desorden…
-¡A la hoguera con ellos! – aulló el alcalde, dándole más combustible al fuego que ardía en el patio.
-¿Y estos de aquí? – comentó el mosén -, que son de filosofía y religiones extrañas… Fijaos: “Discurso del Método”, del francés Descartes, que se atreve a afirmar que “Pienso, luego existo” es la única certeza indiscutible, despreciando el testimonio de nuestra fe. O este: “Fundamentos de Filosofía” de Beltrán Russell, que nos dice que el ser humano no es otra cosa que un conjunto accidental de átomos. O este otro: “El Camino del Zen” de Alán Watts que, siguiendo a los budistas y taoístas chinos, sostiene que el ego no existe. ¡Todos predican la disolución y el ateísmo!
Y el alcalde adoptó un aire solemne para concluir:
-Habremos de quemar toda la librería de este pobre desgraciado…

En eso despertó don Quijote y púsose a dar grandes voces, llamando a su escudero.
-Ay, Sancho amigo, qué terrible pesadilla he tenido. Dos poderosos inquisidores destruían cuanto de cultura alberga mi biblioteca, de forma que España quedaba retrasada respecto a toda Europa, y en lugar de saludables repúblicas ilustradas nos atenazaban durante siglos férreas dictaduras gobernadas por analfabetos.
-Ah, no padezca vuestra merced - respondiole Sancho –, que los sacerdotes velarán por nuestra salud espiritual con misas y rezos al Altísimo.
Y el ingenioso hidalgo concluyó sus razones con estas palabras:
-Con la Iglesia hemos dado, Sancho.

                                                                        Miguel Ángel Pérez Oca.
                                                            (500 palabras sin el título y la firma)

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