Acabo de enterarme de que mi amigo Iwata Ideaki, investigador japonés interesado en la Historia de Aicante y en las embajadas japonesas que por aquí pasaron en los siglos XVI y XVII camino de la Santa Sede o de regreso de ella, acaba de fallecer después de una delicada intervención quirúrgica. He enviado a su familia esta carta para que, según las costumbres japonesas, la depositen junto a sus cenizas.
Os la pongo aquí como homenaje a su persona:
Querido y
recordado amigo Iwata:
Todavía conmocionado por la noticia de tu
muerte, me permito dedicarte unas letras que espero alguien lleve junto a tus
cenizas. Apareciste en mi correo de Internet un día de hace unos pocos meses.
Habías leído mi libro “ALICANTE, BIOGRAFÍA DE UNA CIUDAD” y te había interesado
el capítulo dedicado a las noticias sobre una embajada japonesa que en 1584
pasó por Alacant, procedente de la Corte y camino de Roma. Ibas a venir a Alacant
y me invitabas a comer en un restaurante japonés de la Plaza de Gabriel Miró.
Me regalaste un precioso libro sobre esa embajada, propiciada por los padres
jesuitas y los señores de unas tierras cercanas a Nagasaki. Me aclaraste que
los integrantes de dicha embajada eran unos jovencísimos caballeros que tenían
la intención de hacerse sacerdotes católicos y que después, a su regreso, lo
pasaron muy mal al enfrentarse a un poder político que recelaba de la
influencia religiosa occidental. Tu interés despertó el mío y seguí
investigando en los cronistas alicantinos, hasta descubrir, en la Crónica de
Bendicho, que, años después, varios integrantes de una segunda embajada
pasaron, a su regreso de Roma, también por Alacant, protegidos por los frailes
franciscanos. Sin duda se trataba de la famosa embajada de Hasekura Tsunenaga
que, según la versión histórica oficial, regresó por Barcelona y Sevilla, dando
origen al apellido “Japón” que aún pervive en tierras andaluzas. Este
descubrimiento alteraba de alguna manera la versión oficial y constituía una
importante aportación a tan histórico suceso. Volviste a mi tierra y tuve el
gusto de acompañarte al Archivo Municipal donde pudiste fotografiar el ejemplar
que allí se guarda de dicha crónica. Después me hiciste el honor de aceptar la
invitación a comer en mi casa un arroz preparado por mi esposa. Nos trajiste
fresas y tu bondadosa compañía. Ahora, hacía un tiempo que no sabía nada de ti,
y ayer me enteré de tu muerte. No soy hombre de fe y sin embargo te deseo lo
mejor. Sé que el tiempo es una ficción de nuestro modesto cerebro
tridimensional y que más allá del tiempo y del espacio los seres y sus obras
perduran. Estoy, en estos momentos, admirando una lámina en papel de arroz de
la “Ola” de Katsusika Hokusai y te veo en la barca con el monte Fuji al fondo,
en el horizonte marino. Vas a tu viaje con la serenidad de un caballero japonés
y yo te saludo, te añoro y te pido reserves un sitio para mí junto a los
peregrinos embajadores cuyo estudio nos hizo tan felices.
Amigo
Iwata, tu compañía me ha enriquecido y te doy las gracias.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
26-11-2017.
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