UNA TENTACIÓN IRRESISTIBLE.
El jardín lucía bajo una luna
brillante y redonda como una moneda de plata. Las luciérnagas iluminaban las
frondosidades de rosales y rododendros, mientras el jazmín embalsamaba el aire
de la primavera. La vida había vuelto a nacer.
Y allí estaba
ella, reinando en la maleza, con sus largas piernas y su mirada líquida y
fascinante. Yo sabía que reclamaba mi sexo y me resistía, me hacía el
desinteresado. Simulaba una falta de atención que no era auténtica, mientras
una furia sexual incontenible arrasaba mis entrañas. Porque era la hembra más
irresistible que jamás había visto. A lo mejor – me engañaba a mí mismo – no es
tan maravillosa, pero me ha pillado en un tiempo de debilidad y no voy a poder escapar
a sus requerimientos. Me miró de nuevo e inclinó su cabeza insinuante. Yo aún
quise permanecer impávido. Sabía de sobra las malas consecuencias que acompañan
generalmente al desvarío erótico, pero mi sexo me pedía a gritos una
satisfacción. No podría negarme. No podría resistir la tentación. Me volví de
espaldas a ella, pero la sabía detrás, con sus movimientos lascivos y procaces.
-Ven
– me decían sus enormes ojos -, ven y descarga tu pasión en mi regazo.
Y
yo callaba, fiel a los votos hechos en mi juventud.
-No
tocaré hembra jamás y viviré una larga existencia de virtudes – me había
prometido ante los misterios del bosque profundo.
Pero
ella no era como las otras. Su cuello esbelto, sus enormes ojos dotados de un
particular brillo, su vientre húmedo que se alzaba y descendía con su
respiración…
-Ven,
soy tuya – me decía toda su figura enloquecedora.
Y
yo, lentamente, muy lentamente, fui acercándome, dudando todavía en sucumbir a
sus encantos.
-¡Ven,
coño! – acabó apremiándome.
Y
yo, rendido al deseo, ya sin voluntad, perdido todo resto de energía, me dirigí
hacia ella con la cabeza gacha, despacio todavía, muy despacio.
Y
ella abrió los brazos para recibirme.
El
primer contacto, apenas un roce, fue para mí como una descarga eléctrica.
Después, suavemente, empecé a acariciarla y ella se me entregó, voluptuosa.
Estaba
ya dispuesto al sacrificio, enardecido y sin ninguna reserva, y busqué su
húmeda hendidura para penetrarla en el colmo del desvarío genital…
Y
ella entonces, con una frialdad inconcebible, cogió mi cabeza entre sus manos
rezadoras y se la comió de un solo y babeante mordisco.
No
sé cómo os puedo contar esto, si ya no tengo cerebro con el que razonar, ni
boca para hablaros. Aunque, si lo pienso bien, nunca he tenido esa clase de
órganos tan sofisticados. Solo soy, o era, un pobre insecto.
Ahora se está
comiendo mi cuerpo, mientras yo, lo que queda de mí, eyaculo y cumplo mi misión
biológica; la misión para la que fui concebido.
Ser
un macho de Mantis Religiosa tiene esas cosas. Hay quien dice que el sexo y la
muerte se crearon para hacer posible la evolución de las especies, pero lo de
nuestras hembras ya es pasarse.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
3 comentarios:
https://www.flickr.com/photos/eliasgomis/33941918321/in/dateposted-public/
Hola, Elías, supongo que lo que has mandado son fotos tuyas, pero no puedo entrar. ¿Por qué no me las mandas a mi correo-e?
Miguel Ángel, hola, soy David Galadí, puede que me recuerdes, hemos coincidido varias veces, incluso en Alicante. Necesito contactar contigo porque me gustaría tener algunos datos más sobre don Miguel Pérez, marido de doña Magdalena. Disculpas por contactar por esta vía, no he encontraro dirección de correo viable tuya por ahí... Puedes encontrarme en mi dirección de gmail: dgaladi[arroba]gmail.com ¡Gracias!
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